Nate.
Mi cuerpo se sentía tan débil que con el simple acto de tratar de levantarme flaqueaba, los mareos eran intensos y me costaba recuperar la vista evadiendo los distintos puntos luminosos.
––Algún día me vas a entender, y me disculparas por lo que te voy a hacer.
––¿De que…
Vlad conjuro la oración y en un movimiento fugaz estuvo frente a mí… hechizándome.
Cerré los puños tratando de contener la furia.
¡Él había hecho una promesa! Y la había roto en cuestión de segundos.
Y todo por una razón, de pelo negro y piel cremosa, de curvas pequeñas y temperamento del demonio. Todo por culpa de Marie.
Decir su nombre me causa repulsión, sabía que esto sería difícil, la visión que se presentó ante mi era clara, es por ello que necesito separarlos. Sí o sí.
Una vez tente al destino, y fui víctima de las terribles consecuencias.
Con mi mayor esfuerzo me puse de pie, él muy idiota ni siquiera pudo haberme levantado del suelo. Las punzadas en mi cabeza parecían a las de una horrible jaqueca, mi cuerpo entumecido y adolorido.
Me recosté en el sofá mientras miraba el techo, sin ningún pensamiento solamente procesando la magia hacer añicos mi voluntad. Reí ante la ironía, hace mucho tiempo que habían usado la magia contra mí. Recuerdo haberla sentido en mi cuerpo la primera vez, pensé que era divertido pero el dolor me recordaba que no lo era en absoluto, recordé el primer encantamiento, los hechizos dulces, las prácticas, su recuerdo…
Cerré los ojos tratando de borrar su sonrisa, la seguridad en su presencia, la tranquilidad de sus ojos, su aroma, su voz…
Aún seguía doliendo, más que el primer día. Cuánto diera por decirle todo lo que nunca pude, lo que por cobarde me guardé. Pero ya era tarde, ya no había vuelta atrás, ya no obtendría mi perdón.
Respingué cuando unos fuertes golpes sonaron tras de la puerta, eufóricos y urgentes.
Puede esperar.
Los golpes se intensificaron.
Puede esperar.
Fue entonces que la madera crujió ante un fuerte impacto que resonó en mis oídos, al instante me paré directo a reclamarle a Vlad pero quedé estático al mirar a Marie en tal estado. Su cuerpo temblaba incontrolable, su respiración era lenta, como si el simple hecho de respirar doliera, en su rostro yacían varias heridas y sus ojos… Estaban completamente negros. Bajé hasta sus brazos, sentí todo mi interior desvanecer al mirar a Vlad inconsciente, un hilo de sangre escurriendo por su nariz.
––¡Ayúdalo!–– exclamó Marie, urgente.
Estaba perplejo, fue cuestión de segundos en mirarla desplomarse de rodillas en el suelo, sufría, pero no entendía porque.
Me abofeteé mentalmente por no hacer nada, fue entonces que me acerqué a Vlad, una helada recorrió mi cuerpo al mirar que perdía color en su piel y al tocarlo… Estaba helado.
––¿Qué demonios le hiciste?
––Ayúdalo, ayúdalo.–– suplicaba ignorando mi mirada, establecía la vista en algún punto fijo, pero seguía consiente a la realidad.
¿Cómo es posible?
Quité el cuerpo de Vlad de sus brazos, sentí pavor al mirar sus venas exaltadas y rojizas. Fue entonces que entendí.
––¡Tienes que cerrarlo!–– grité.
––No puedo––sollozó––, él todavía está adentro.
No…
Mi pecho se removió de una manera abrupta, el miedo invadiendo mi sistema me cegaba, la ira de no saber que hacer, tenía confusión, por primera vez no sabía que hacer…
––Tienes que despertarlo, Nate.–– habló, en su voz desprendía el dolor––. Aférralo a un recuerdo.
Tienes que abrirte.
Pero él… No puedo…
Tienes que ayudarlo.
Pero perderé mi más preciado recuerdo.
Yo siempre estaré en tu corazón, sé que será fácil regresar a mí.
Pero… Y si no lo logró, si te pierdo…
Habrás hecho lo correcto.
No quería perder de nuevo, no…
Él si lo habría hecho por ti.
El dolor es uno de los conductos que la magia requiere, el don sobrenatural necesita una balanza, fuimos malditos por la madre tierra, destinados a sufrir de por vida. Algún hechizo grande, de esta magnitud, requiere de algún sacrificio.
Y de nuevo volvía a perder.
Mi piel comenzó a arder antes de que pudiera arrepentirme, sentía la sangre caliente recorriendo mis venas con rapidez, mi piel se erizó al sentir el poder de nueva cuenta. Miré el cuerpo de Vlad, sus respiraciones cada vez eran más lentas.
Te amaré para siempre.
Las lágrimas salieron, la humedad caliente sobre mi piel. Duele…
Toqué su frente y fue entonces que un pequeño destello apareció, una imagen clara, un recuerdo claro. Mi cuerpo se tensó.
¿En qué te has metido, Vlad?
––La sonrisa de un bello ángel vestida de demonio ha cautivo a un guardián del paraíso, su sonrisa era adictiva digna para desafiar al mismo Dios.–– comencé.
Mis yemas ardieron en su máxima expresión, mi garganta se forzaba a cerrarse.
»El error más complaciente del mundo había seducido al mismo Adán, pero estás dispuesto a luchar. P-porque si el destino era cruel por mandar un ángel a-al dolor…––comenzaba a asfixiarme, a prohibirme hablar––. Tú estarías dispuesto a convertir el cielo en el mismo infierno.
Vlad se levantó de golpe, sus ojos se abrieron por fin, comenzó a respirar como si no lo hubiera podido hacer todo este tiempo. Por otro lado, Marie gritó de dolor, mi piel se erizó ante su aflicción y su fuerza, pero las venas seguían hinchadas y el rojizo de su piel era más notable.
––¡Ciérralo!–– exclamé.
Sus dedos comenzaban a retorcerse de una manera sobrehumana, el olor a azufre apenas era notorio.
¡Necesitaba cerrarlo ya!
Vlad hizo un intentó de hablar, pero estaba exhausto, su cuerpo no se lo permitía. Lo miré y supe en sus ojos lo que quería, me lo imploraba.
Reprimí todas mis fuerzas por quererle dar un golpe para que entrara en razón.