Eclipse de Medianoche

Capitulo 35

¿Qué sabía acerca de Vlad?

Había tenido la oportunidad de salvarlo y no pude hacerlo porque no tenía conocimiento acerca de él, tanto tiempo estuvimos juntos charlando acerca de toda esta mierda que no tuvimos oportunidad de conocernos realmente, de poder ser lo que consideraba un vínculo.

¿Entonces de quién me estoy enamorando?

Tal vez de aquel chico que tuvo la osadía de cerrar la puerta en mi cara, de sacar mi lado defensivo con tan solo se me acercará, tal vez me aluciné por aquellas veces que me ayudó, o por el terrible viaje sobre la bestia. No entendía como con conocer tan poco de él me estaba hundiendo en sus encantos, y eso me aterra, demasiado.

Pero tendremos una oportunidad, lo sé.

Paso las yemas de mis de dedos sobre sus cejas pobladas, desciendo hacia sus ojos cerrados, jamás me había puesto a detallar la longitud de sus pestañas, había saboreado sus labios y ahora entiendo porque son tan adictivos, me detuve en aquel lunar sobre su barbilla que siempre me había llamado la atención, apenas era visible pero le daba un cierto encanto a su rostro.

Demonios, cuánto daría porque despertara, por poder oír su voz, por poder besarlo, por poder mirar aquellos ojos café miel que me traen loca.

Me acerco hasta su frente fría y sudorosa, pongo la mía contra la de él, inconscientemente cierro los ojos tratando de inhalar su aroma, fingiendo que por un instante todo está bien.

––Te necesito aquí a mi lado.–– susurro esperando que en cualquier lugar que este pueda oírme, pueda sentirme.

––Ahhh, que dramática por Dios.–– una voz a mi espalda provocó que respingara y me alejará inmediatamente de Vlad.

Maldito Apolo.

––¿Qué quieres?–– cuestioné irritada por arruinar mi momento.

––Nada en realidad, quería venir a verlos.

––¿Para qué?

––Un buen amigo se preocupa por los suyos ¿No?–– decía mientras se acercaba analítico a los suspiros de Vlad.

––Sí, pero tú no eres nuestros amigo.

Se detuvo en seco, sus tenebrosos ojos viajaron hasta mí.

––¿Cómo qué no lo soy?–– habló indignado, acción que me provocaría una risa sátira.

––Los amigos se preocupan entre sí…

––Y yo me preocupé por ustedes.–– interrumpió.

––Y se ayudan en momentos difíciles.

––¿Y acaso no te he ayudado? ¡Claro que lo hice!

––Apolo sé honesto contigo mismo, tú no brindas amistad si un tipo de… ¿Servicio?

––¡¿Servicio?!–– repitió como si la sola palabra lo habría dejado perplejo.

––Tú labor es guiarme, nada de interrupciones, nada de cuestionamientos. Me dejaste en claro hace unos días que no te preocupa nada más allá que lo que se te ordena.

Y era verdad, todas las veces que traté de entablar una conversación me dejó en claro que no podía interferir, que por más que estuviera sufriendo no podía hacer nada. No podría ser un amigo.

––Tienes razón, no podría ser un amigo si jamás me dan la oportunidad.

––¿Y qué oportunidad esperas? Está claro, Apolo. Tú jamás podrás ser un amigo, por lo menos no uno de verdad.

––¿Y porqué lo deduces?

––¡Porque está más que claro!–– respondí harta por sus palabras––. Estás aquí porque te lo he pedido, no por tú voluntad, no porque de verdad te importa Vlad.

No supe en que momento Apolo caminó decidido hasta estar a mi costado, giró la silla en un movimiento veloz y se inclinó hasta mí, su mirada me retaba y sus ojos… eran completamente negros.

¿Acaso no...?

––Tonta Mari, tantas cosas a tú alrededor y no te das cuenta de ellas.

Mi sangre se heló al oír su voz agravarse y sentirlo aún más cerca, mis vellos se erizaban al mirar la oscuridad en sus ojos.

––Apolo, lárgate.–– me odié por haber dejado que mi voz se pueda más como una súplica que como una orden.

––Como diga, mi señora.–– me estremecí por la burla en sus palabras, por la ancha sonrisa escalofriante.

Fue entonces que desapareció, está vez no hubo rastro de humo, ni olor…

––Traje comida.–– hablo Taylor mientras entraba a la habitación.

Ni siquiera pude responderle, mis latidos martillando mi pecho me estaban robando el aire.

Tantas cosas a tú alrededor y no te das cuenta de ellas.

¿De qué carajo hablaba?

                                      ∆∆∆∆∆∆∆∆∆∆

Pronto amanecería, el reloj en la pared marcaban un cuarto para las 5, acababa de sedar a Vlad, no había ninguna novedad de Nate ni de Apolo, solo estábamos él rubio y yo.

Los segundos parecían ser eternos, mis párpados me pesaban más, me exigían cerrar los ojos y descansar, estaba tan cansada, no había otra cosa que deseará más que dormir un pequeño instante.

––Deberías dormir, te ves muy cansada.–– como si leyera mis pensamientos Taylor habló.

––No, solo necesito descansar un poco los ojos.

La risa de Taylor me desconcertó.

––¿Qué acaso a eso no se le llama dormir?–– cuestionó con gracia.

Muy a mi pesar me reí de mi estupidez.

––No puedo dejarlo solo. Si se despierta…

––No estará solo, me mantendré despierto si te consuela.

Dejé caer la cabeza sobre el poco espacio libre de la cama donde estaba Vlad, de verdad anhelaba dormir un poco.

––¿Puedo confiar en ti?–– pregunté.

Él rubio me miró por unos segundos sin responder, después sonrió con amabilidad, quitó su abrigó y caminó hacia mí. No objete cuando sentí la calidez de la tela sobre mi espalda, ni tampoco cuando su mano acarició mi cabellera, antes de que pudiera hacer algo al respecto mis ojos se dieron por vencidos y el sueño por fin me conciliará.

––Descansa, Marie.–– fue lo último que oí al hundirme en mi sueño.

                                       ∆∆∆∆∆∆∆∆∆

Nate.

––Por favor sé amable.–– nos detuvimos unas cuadras antes de llegar a la casa, de verdad temía lo pudiera llegar a hacer.

––No me pidas algo que no puedo hacer.–– refutó con cinismo.

––Pero puedes intentarlo.



#7035 en Fantasía
#1480 en Magia

En el texto hay: destino, romance fantasia magia, secretos drama

Editado: 24.08.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.