Siempre había detestado ser tan pequeña, mi estatura no era un gran aliado cuando se trataba de correr o en este caso igualar el paso. Sobre todo si se trataba de un hombre de casi metro ochenta quien camina efusivo, ignorando mi llamado durante todo el camino que lo he estado siguiendo.
Mis pulmones ya me exigían tregua, aún así decidí ignorarlos para ir tras de él.
––¡Vlad!–– grité su nombre por enésima vez ganándome de nuevo que me ignorara––. Siquiera déjame explicarte.
––¿Y qué me vas a explicar? ¿Qué si no fuera por mí lo hubieras besado?
––¡Por supuesto que no! Te estás equivocando…
Fue entonces que se detuvo y en un movimiento brusco giró hacía mí, sus cejas hundidas demostraban lo molesto que se encontraba por una idea errónea.
––Los ví, Marie. No pretendas verme la cara de idiota.
Marie.
Cómo dolía escuchar mi nombre de esa manera, tan seco y frío a su vez.
––No pretendo hacerlo, Vlad. Puedo explicarlo...
––Sabes que, no lo hagas. De cualquier modo no tienes que darme explicaciones si tú y yo no somos nada.
¿ Escucharon eso?
Sí, fue mi corazón romperse en mil pedazos.
Sus palabras se tornaban como golpes fuertes en un posición bien tomada.
––¿No somos n-nada?
Por un momento sus facciones se suavizaron y ví el destello de arrepentimiento arrimarse por sus ojos, dio un paso para acercarse a mí, el mismo que retrocedí.
––Yo… Es que yo… no…
––Tienes razón, nosotros no somos nada.–– repetí con el sabor amargo en cada palabra.
Y a pesar de las circunstancias, de los tiempos tan peculiares en los que habíamos estado juntos entendí que tenía razón. Había creído haber formado un vínculo, lo más cercano a lo que podría llamar confianza y amor, pero analizándolo bien sonaba tonto, por no decir estúpido.
Lo mucho que nos conocimos Vlad y yo eran nuestros nombres, que estaba bajo peligro y que mis padres habían muerto.
Bueno, en realidad él conocía aunque sea una parte pequeña de mí y yo no conocía nada a excepto que tenía un mal genio.
Me estaba ilusionando por algo inexistente que había formado en mi cabeza y obligando a que suceda en la vida real. Todo esto era un maldito chiste y yo de nuevo había sido el payaso.
En mi garganta se formó un nudo doloroso, mis ojos picaban llamando a las lágrimas. Detestaba ser tan maldita llorona más en estos momentos en los que se supone debía tener fuerza. Giré dispuesta a irme pero tan de prisa que no lo ví venir sus manos tocaron mis hombros y se interpuso en mi camino.
––Marie, lo lamento…–– me hice a un lado dispuesta a ignorarlo pero simuló mi movimiento––. Por favor, escúchame.
––Ahora si quieres hablar.–– dije irónicamente.
––Es que… entiéndeme. Verte así con él me volvió loco, tú me vuelves loco. Si me hubieras visto igual lo entenderías.
Una risa sorna escapó de mis labios.
––Lo curioso es que lo ví.
––¿De qué hablas?
El recuerdo de sus miradas cómplices y esa sonrisa genuina golpeó mi conciencia.
––Sara es una chica hermosa, Vlad.
Retrocedió como si lo hubiera golpeado.
––¿Cómo sabes de ella?
Todo mi interior se sacudió por el desconcierto en sus palabras, como me miraba esperando a que le dijera una respuesta equivocada.
––Nate tuvo que buscar a alguien que te salvara ya que yo no pude hacerlo. Estuve casi una semana cuidándote y luego llegó ella.
––Pero… yo no te ví, cuando desperté creí que…
––¿Te había abandonado?
––Si.
––Jamás lo haría.
Bajó la mirada como si no entendiera lo que le estaba diciendo, confuso por la situación y los sentimientos encontrados.
––¿Y… tú nos viste?–– asentí––. ¿Hasta qué parte?
––De verdad tú cinismo es impresionante.–– la voz de Apolo captó la atención de ambos––. ¿Cómo te atreves a hacerte el ofendido cuándo haz hecho algo mucho peor?
Vlad me soltó y caminó directo hacia Apolo, está vez no intervine, estaba perpleja por las palabras de mi guía que no a actúe por impedir la fiel amenaza de los músculos tensados de Vlad.
––Eso no es asunto tuyo.–– masculló con rabia el pelinegro.
––Todo lo que tenga que ver con ella es asunto mío, y lo sabes.
––Eres un cretino mentiroso.
––Cretino sí, mentiroso no lo creo y sí fuera así tú eres el menos indicado para juzgarme.
––Te estás aprovechando de tú privilegio.–– la voz de Vlad sonaba amenazadora.
––Te estás olvidando de tus reglas.–– respondió Apolo con una sonrisa de oreja a oreja––. Y yo ya me harté de solapar esa estupidez.
––¿De qué hablan?–– cuestioné confundida por sus palabras.
Ambos me miraron para después intercambiar miradas, Apolo encogió sus hombros y Vlad se tensó de pies a cabeza mandándole una mirada peligrosa al peliblanco.
––Yo creo que ya es hora.–– dijo Apolo convencido.
––Aún no estoy preparado…
––Me vale una mierda si lo estás, ella quiere respuestas las mismas que le voy a dar.
Vlad me miró y no supe descifrar el arrepentimiento de sus ojos.
»Una luna de octubre pronto se aproxima, se pintara de gala en su famoso vestido color carmín, el eclipse de medianoche aliado de los rituales y efectividad, la noche en la que por fin una promesa se hará realidad. La promesa que Sara pacto ante el gran destino, dónde la última del linaje de la traición perecerá entre las manos de sus sucesores, y la era oscura iniciará tomando todo lo que una vez fue pertenecido, sobre todo el amuleto poderoso del hombre que arruinó todo.
Mis vellos se erizaron en cuanto más hablaba.
––N-no entiendo...
––Marie…–– la voz arrepentida de Vlad me estremecía aún más.
––Significa qué todos tenemos un propósito–– a mi espalda la voz de Nate se escuchó––, y el tuyo es morir por consecuencia de su traición.
Lo dijo así, sin titubeos ni tapujos. Directo.
––¿Cuál traición?–– seguía cuestionando, aumentando el mar de dudas.