Narrador omnisciente.
Una noche de septiembre la luna se unirá al sol eclipsando sus luces, la luna se viste de gala con su reluciente y destellante color rojo carmín y toma el poder de dos almas que el destino no quiso que se quedaran juntas. El cielo se despeja ante su omnipotencia y fuerza, la tierra vibra ante semejante espectáculo y los mortales deslumbran el fenómeno más bello de la historia.
El eclipse lunar, la luna de sangre, hermoso ante la vista de muchas personas, poderoso para la magia que pocos poseen.
La unión entre los dos astros apenas inicia y alumbra con su esplendor el extenso bosque de Vallejo, su magnetismo viaja con cada oleada de aire alborotando las ramas gruesas de los grandes árboles, sacudiendo la tensa energía que se respira, se siente. Mientras el eclipse fusiona en busca de un nuevo orden, un sacrificio inicia ante sus pies.
––¡¿Qué han hecho?! ¡Idiotas!–– exclama Axel recuperando el control de su cuerpo, lidiando con el dolor intenso de su cabeza.
Se puso de pie ejerciendo todas sus fuerzas, quería asimilar todo lo que estaba pasando a su alrededor, la energía poderosa que recorría lentamente su piel, sus ojos fijos en el escudo de aire y tierra que rodea a Sara y Marie.
––Hemos fallado.–– la voz de Nate sucumbió el ambiente tenso, pero no era menos complicado que el dolor y decepción que ahogaba su mente y corazón––. Ellos vendrán, la profecía ha iniciado. Ya no podemos hacer nada.
La convicción en sus palabras era notable, mascullaba con rabia mientras mantenía su mirada en el suelo. Sus manos temblaban, su clavícula también y su ira se derramaba en gruesas lágrimas sobre sus mejillas.
––¿Y se van a quedar aquí sin hacer nada?–– escupió Axel furioso porque esto no hubiera pasado si lo hubiera dejado terminar lo que había iniciado, ahora cargaba con la culpa de haberle fallado a su padre y odiaba la idea de haber perdido ante ella.
Él tuvo la oportunidad de haberla matado, haber evitado todo esto pero no pudo.
El solo recuerdo de su madre abofeteó su consciencia, el recuerdo bloqueado que tenía lo volvió a vivir, volvió a escuchar su voz que ya no recordaba, volvió a estar en aquél maldito día en la que la asesinaron, pero… vio algo que no recordaba, esa disputa de su padre y Arthur, la manera en la que su madre quería ayudarlos, aquella niña aterrada y todo fue tan… confuso.
¿Qué estaban haciendo ahí?
¿Porqué querría ayudarlos su madre?
Sea cual fuera la razón tenía que saber, no se iba a quedar con la duda, era su madre de la que estaban hablando, esa conversación contradecía las palabras que habían dicho acerca de Arthur Johnson, confundían el motivo por la que tenía que matar a Marie. Todo era confuso, distinto a lo que había pensado durante todos esos años, necesitaba respuestas que solo podía responder Marie.
Así que no, está noche no será el inicio de nada, está noche Marie estará viva.
Axel cogió aire, miró a su alrededor y se alteró al ver las sombras escabullirse entre los árboles, sentía sus miradas, su poder oscuro esperando a que por fin se completara el ritual. Miró hacia el escudo y se pregunto ¿Cómo diablos va a pasar eso? Necesitaba ayuda y estos idiotas solo se estaban lamentando. Fijó su vista en la luna, la cual apenas estaba iniciando su elipsis , aún tenía tiempo y maldición necesitaba la ayuda de los idiotas.
––Aún pueden hacer algo, esto no tiene porque terminar así.–– dijo sintiendo repulsión por sus palabras “heroicas”.
––Ya no podemos hacer nada.––habló Vlad con recelo––. Ya no podemos interferir, hicimos suficiente, excedimos nuestros límites y la única oportunidad que tuve fue desechada por tú culpa–– se puso de pie y por segunda vez lo miró, no pudo evitar sentir la ira hacía él, las intensas ganas de aniquilarlo por todo lo que conlleva su maldita aparición––. Todo esto es tú maldita culpa y ahora quieres remediarlo, ahora quieres salvarle la vida… ¡Maldito cínico!
No, no, no…
Si había algo que odiara Axel era que le alzarán la voz y, peor, por una situación absurda.
El idiota no era diferente a él, porque si no mal recuerda estaba a escasos centímetros de hacer lo mismo y lo peor era que lo haría por la espalda.
Jodido hipócrita aberrante ¿Quién se cree para cuestionar sus métodos?
––Cuidaría mis palabras si fuera tú, por lo menos yo tuve la decencia de expresar lo que haría con ella y no la enamoré para después clavarle un puñal por la espalda.–– contestó Axel sin repudio, si había algo que no podía retener eran las verdades y disfrutaba decirles en la cara, tal vez por eso le fascinaba verlos molestos… pero no tenía tiempo para estos dramas, necesitaba dejar de perder el tiempo––. ¿Me van a ayudar o no?
––¿Porqué deberíamos de ayudarte?–– intercedió Nate, seguía sin levantar su rostro.
Fue entonces que bajo sus pies la tierra fue cómplice de lo que se avecinaba, la rocas se movieron sacudiendo sus cuerpos y alertando a lo próximo que pasaría. Las sombras se alborotaban entre las hojas de los árboles, estaban ansiosas, con sed de venganza, con intensas ganas de retomar lo que fue suyo. Su mundo, su vida antes de la intersección.
La cordura de Axel se fue a la borda ante las señales, miró la luna que ya estaba a punto de llegar a su máxima fusión y después a la barrera que imposibilitaba ver que sucedía dentro de ella. Estaba perdiendo tiempo con ellos, esta claro que sus leyes son más significativas que lo demás y que no estarían dispuestos a interferir, aún sea un ser querido el que esté en peligro los bellators preferirían verlo sufrir antes de ser condenados por el destino.
A la mierda.
Él no se iba a quedar de brazos cruzados, Marie es la única que podía darle respuestas y estaba a punto de ser asesinada, no es como que le importe su vida pero si sus recuerdos, sobre todo a aquel al que la había llevado.
Tomó aire y la sangre comenzó a hervir ante su señal, la magia fluyó por su cuerpo como agujas afiladas, sus músculos se regocijaban ante su poder. Sus armas aparecieron con un brillo destellante, el caparazón de un fiel soldado apareció en su brazo y la espada que mataría el enemigo oscuro se posó en su mano. Esto era el linaje Clement, fieles guerreros a lo que su corazón intuía.