“El misterioso joven”
Nyxara:
Una semana había pasado desde mi última sesión con el Dr. Martínez, y cada día se sentía como una eternidad. La imagen del chico de ojos carmesí seguía acechando mis pensamientos, una presencia constante que me llenaba de anhelo y terror a la vez. Su rostro era un enigma, y cada vez que intentaba recordar más, las memorias se deslizaban entre mis dedos como arena.
El día de la consulta llegó, y mientras me dirigía al consultorio, mi corazón latía con fuerza. La mezcla de emociones que sentía hacia él me atormentaba. Era un tira y afloja entre la curiosidad y el miedo, como si una parte de mí anhelara descubrir la verdad, mientras que otra se resistía a enfrentar lo que podría encontrar.
Al entrar al consultorio, el Dr. Martínez me recibió con su habitual sonrisa cálida, pero esta vez había algo diferente en su mirada, como si pudiera percibir la tormenta que se desataba dentro de mí.
—Hola, Nyxara —dijo, indicándome que tomara asiento—. ¿Cómo te has sentido esta semana?
—Confusa —respondí, sintiéndome vulnerable al abrirme—. Los recuerdos vienen y van, pero siempre está él. No puedo sacarlo de mi mente.
El Dr. Martínez asintió, tomando notas en su cuaderno.
—¿Te refieres al chico de ojos carmesí?
—Sí. A veces siento que lo conozco, y otras veces me aterra. —Suspiré, sintiendo que la presión en mi pecho se intensificaba—. Cuando leí el diario de mi madre, mencionaba a un tal Aiden. ¿Podría ser él?
El Dr. Martínez se inclinó hacia adelante, su expresión seria pero comprensiva.
—Eso es un buen punto de partida. ¿Qué emociones te genera pensar en él?
Me quedé en silencio, tratando de organizar mis pensamientos. La imagen de Aiden, con su pelo negro como la noche y esos ojos que parecían arder con una luz propia, llenaba mi mente. Recordaba su voz resonando en mi corazón: “Soy quien te ha estado esperando”. Pero también recordaba la sensación de peligro que me envolvía cada vez que la voz susurraba: “Eres mía, siempre mía”.
—Siento… atracción, pero también miedo. Es como si él fuera una parte de mí, pero no sé si es una figura buena o mala. —Mi voz temblaba mientras hablaba—. A veces me parece que tiene un poder sobre mí que no entiendo.
El Dr. Martínez me observó con atención, como si estuviera desentrañando los hilos de mi confusión.
—Es natural sentir ambivalencia hacia alguien que parece tener un impacto tan fuerte en tu vida, especialmente cuando tus recuerdos son fragmentados. Te invito a que explores esas emociones más a fondo. ¿Puedes recordar algún momento específico que te haya hecho sentir así?
Cerré los ojos, intentando concentrarme. La imagen de Aiden apareció de nuevo, esta vez más clara. Estábamos en el bosque, el aire impregnado de la fragancia de la tierra húmeda. Él sonreía, y esa sonrisa era a la vez cálida y peligrosa. Su mirada me atravesaba, y sentía que había una conexión profunda entre nosotros, como si nuestras almas estuvieran entrelazadas. Pero, en ese mismo instante, también había una sombra que se cernía sobre su figura, una advertencia silenciosa que me decía que debía tener cuidado.
—Recuerdo un momento en el bosque —dije lentamente—. Él me miraba con una intensidad que me hacía sentir viva, pero había algo oscuro en su mirada. Como si supiera cosas que yo no entendía.
—¿Y cómo te sentiste en ese momento? —preguntó el Dr. Martínez.
—Me sentí atraída, pero también vulnerable. Era como si estuviera en la cuerda floja entre el deseo y el temor.
—Eso es significativo. A veces, las conexiones más profundas pueden ser a la vez liberadoras y aterradoras. ¿Qué crees que podría representar Aiden en tu vida?
La pregunta me hizo reflexionar. Aiden era un símbolo de lo desconocido, de mis recuerdos perdidos y de un pasado que ansiaba recuperar. Pero también era un recordatorio de que había cosas que quizás no estaba lista para enfrentar.
—No lo sé —respondí, sintiéndome frustrada—. Quiero entender, pero hay una parte de mí que teme lo que pueda descubrir.
El Dr. Martínez sonrió con comprensión.
—Es un proceso. A veces, la verdad puede ser dolorosa, pero también puede llevar a la sanación. ¿Te gustaría intentar recordar más sobre él, quizás a través de una visualización?
Asentí, sintiendo que mi corazón se aceleraba.
—Sí, quiero intentarlo.
Cerré los ojos nuevamente, y la voz del Dr. Martínez se convirtió en un suave murmullo que me guiaba. Me imaginé en el bosque, rodeada por los árboles que susurraban secretos. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando un ambiente casi mágico. Y allí estaba él, Aiden, esperándome.
—¡Nyxara! —su voz resonó en mi mente, y sentí que mi corazón latía con fuerza.
—¿Por qué no puedo recordar más? —le pregunté, sintiendo la angustia apoderarse de mí.
—Porque hay cosas que debes descubrir por ti misma —respondió, su mirada intensa y penetrante—. La verdad puede ser dolorosa, pero también liberadora.
De repente, la atmósfera cambió. Las sombras comenzaron a alargarse, y una sensación de inquietud se apoderó de mí.
—Aiden, ¿quién eres realmente? —grité, sintiendo que la confusión se convertía en pánico.
La imagen se desvaneció, y volví a la realidad, con el Dr. Martínez observándome con preocupación.
—¿Qué sucedió? —preguntó, su voz suave pero firme.
—Sentí que algo estaba mal… como si hubiera algo oscuro detrás de él.
—Es natural sentir miedo cuando te enfrentas a lo desconocido. Pero recuerda, estás a salvo aquí. Lo que experimentas es parte de tu proceso de sanación.
Me senté en el sofá, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar. La confusión y el miedo eran abrumadores, y la conexión con Aiden se sentía más como una carga que como una liberación.
—No sé si estoy lista para esto —admití, sintiéndome vulnerable.
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Editado: 23.09.2025