“El consejo de los dioses”
Narrador desconocido:
En un plano más allá de la comprensión humana, donde el tiempo y el espacio se entrelazan de maneras inimaginables, un consejo de dioses se reunía en un vasto salón de mármol negro. Las paredes estaban adornadas con inscripciones antiguas que narraban historias de batallas y alianzas, mientras que un cielo estrellado parecía reflejarse en el suelo pulido, creando la ilusión de estar suspendidos en el cosmos.
En el centro de esta sala, un gran círculo de piedra se alzaba, donde los dioses se congregaban para discutir el destino de Nyxara, la Diosa Insurgente, cuya existencia había comenzado a alterar el equilibrio del mundo. La tensión era palpable, y cada uno de los dioses tenía su propio interés en la joven que vivía entre los humanos.
El Consejo de los Dioses
Aiden, el Dios de la Oscuridad, se mantenía en la sombra, su presencia oscura como un abismo. Su mirada, profunda y penetrante, estaba fija en el centro del círculo. A su lado, Vesper, el Rey de los Purasangre, con su cabello plateado y su porte majestuoso, se erguía con arrogancia, mientras que Lycander, el Rey de los Hombres Lobo, mostraba su naturaleza salvaje con una melena blanca y ojos que brillaban como dos lunas llenas.
Orion, el Rey de los Originales, con su aura ancestral, y Draven, el Rey de los Híbridos, cuyo linaje mezclaba lo mejor de ambos mundos, completaban el círculo. La única mujer presente, Sylvara, la Diosa de la Naturaleza, observaba con desdén mientras los hombres discutían acaloradamente.
—¡Ella es nuestra única esperanza! —gritó Vesper, su voz resonando en el salón—. Quien obtenga a Nyxara tendrá el poder absoluto sobre el mundo.
—¡No lo entiendes! —replicó Lycander, mostrando sus colmillos afilados—. La Diosa Jadesian no es un trofeo que se pueda ganar. Ella es un ser de poder incontrolable. Si la llevas a tu lado, podrías desatar su ira.
—¿Ira? —intervino Draven, con una risa burlona—. ¿Acaso tienes miedo de una niña humana? ¡Si la conseguimos, seremos invencibles!
Sylvara, cruzando los brazos, frunció el ceño ante la discusión. Su conexión con la naturaleza le otorgaba una perspectiva que los otros dioses parecían ignorar.
—¿Por qué todos están tan obsesionados con esta mortal? —bufó, su voz llena de frustración—. Nyxara vive entre los humanos, y su poder, aunque grande, no debería ser el centro de su atención.
—¡Silencio, mujer! —exclamó Aiden, su tono helado—. No subestimes el poder de la Diosa Jadesian. Ella puede dominar los cuatro elementos y arrasar con todo a su paso. Su capacidad para destruir es lo que la hace valiosa.
—Además, el trato fallido que hiciste con ella, Aiden, no puede quedar sin consecuencias —agregó Orion, su mirada incisiva—. Si no actuamos rápido, perderemos la oportunidad de controlar su destino.
La sala estalló en un clamor de voces, cada dios defendiendo su posición, cada uno intentando demostrar que era el más digno de tener a Nyxara a su lado.
—¡Ella debe ser mía! —gritó Vesper, levantando su mano en un gesto de desafío—. Los Purasangre han gobernado desde tiempos inmemoriales. Con ella, nuestro linaje será eterno.
—¡No! —rugió Lycander, dando un paso al frente—. Los hombres lobo son los verdaderos guardianes de la naturaleza. Ella debe unirse a nosotros, o el equilibrio del mundo se verá amenazado.
La tensión aumentaba, y las palabras se tornaron en gritos. Sylvara, cansada de la disputa, decidió intervenir.
—¡Basta! —su voz resonó como un trueno, haciendo que todos se callaran—. No pueden ver más allá de su propia ambición. Nyxara no es un objeto de deseo, es un ser que merece respeto.
Pero sus palabras fueron ignoradas, y el consejo continuó su disputa.
—¡Ella es demasiado peligrosa para ser dejada en manos de cualquiera de ustedes! —gritó Aiden, su voz cargada de furia—. Si alguien debe tenerla, soy yo. Solo yo puedo manejar su poder.
—¡Eres un necio! —replicó Vesper, su arrogancia desbordando—. Tu oscuridad podría corromperla.
La discusión se intensificó, y las tensiones alcanzaron su punto máximo. Los dioses comenzaron a levantarse, listos para pelear por su derecho a Nyxara.
—¡Que así sea! —gritó Lycander, transformándose parcialmente, dejando ver su forma lupina—. Si es necesario, lucharé por ella.
—¡No permitiré que me quiten lo que es mío! —exclamó Aiden, su forma oscura expandiéndose, llenando el espacio con una energía opresiva.
Los dioses comenzaron a enfrentarse. Vesper y Lycander se lanzaron uno contra el otro, mientras Draven se unió a la pelea, atacando a Orion. Sylvara, impotente ante la locura que se desataba, observaba con frustración mientras el salón se convertía en un campo de batalla.
—¡Deténganse! —gritó, pero su voz se perdió en el clamor de la lucha.
El salón resonaba con el sonido de golpes y gritos, y la energía de los dioses chocaba como tormentas. La disputa no solo era por Nyxara, sino por el poder, el control y la supremacía en un mundo que estaba a punto de cambiar para siempre.
Mientras la pelea continuaba, una visión comenzó a formarse en la mente de Nyxara. La sala del consejo, el eco de las voces de los dioses, la intensidad de la lucha. En ese instante, comprendió que su destino estaba entrelazado con el de estos seres poderosos. La Diosa Jadesian, que vivía entre los humanos, era más importante de lo que jamás había imaginado.
Y así, mientras los dioses luchaban, Nyxara despertó de su visión, sintiendo el peso de sus decisiones y el poder que latía dentro de ella. La batalla por su destino apenas comenzaba, y el eco de los dioses resonaba en su mente, recordándole que su verdadero poder estaba por descubrirse.
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Nyxara:
De esa visión desperté confundida y aún así, algo dentro de mí se sentía lastimado, se sentía herido e impotente. Era como si una parte de mi ser estuviera desgarrándose, luchando por liberarse de las cadenas invisibles que la mantenían cautiva. La confusión se apoderaba de mis pensamientos, y en medio de esa tormenta emocional, una pregunta brotó en mi mente, como un susurro persistente.
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Editado: 23.09.2025