Eco del caos

Capitulo 7

El eco del caos"

Sylvara:

El aire en el territorio oscuro era denso, impregnado de un silencio inquietante que me hacía sentir como un intruso. Las sombras se alargaban y se retorcían a mi alrededor, y el susurro del viento parecía llevar consigo los ecos de antiguas promesas y traiciones. Sabía que debía enfrentar a Aiden. Había escuchado rumores sobre sus interacciones con Nyxara, y la idea de que Lycanter pudiera enamorarla me llenaba de una mezcla de alegría y determinación. Si Lycanter lograba conquistar a Nyxara, ella saldría del camino, y finalmente, Aiden sería solo mío.

Cuando finalmente llegué a su morada, el paisaje estaba cubierto de un manto de sombras, con árboles retorcidos que parecían susurrar secretos olvidados. La luz de la luna apenas podía atravesar el espeso dosel, creando un ambiente de tensión palpable. Me adentré en el corazón del territorio, donde sabía que Aiden se encontraba, sumido en sus propios pensamientos oscuros.

—Aiden —llamé, mi voz resonando en la penumbra.

Él apareció de entre las sombras, su figura alta y esbelta, con ojos que brillaban como estrellas en la noche. Su presencia era electrizante, y no pude evitar sentir un escalofrío recorrer mi espalda. Pero debía mantenerme firme.

—Sylvara —respondió con un tono que mezclaba sorpresa y desdén—. ¿Qué te trae por aquí?

—He venido a hablarte de Nyxara —dije, observando cómo su expresión cambiaba al instante. La ira se encendió en sus ojos.

—¿Qué tiene que ver ella contigo? —preguntó, su voz baja y peligrosa.

—Lycanter está tratando de enamorarla, y pronto lo va a conseguir —solté, sintiendo cómo la revelación provocaba una chispa en el aire entre nosotros.

La reacción de Aiden fue inmediata. Su rostro se oscureció, y podía sentir la rabia emanando de él como un fuego incontrolable.

—¡No! —gritó, los ecos de su voz reverberando en la oscuridad—. No puedes permitir que eso suceda.

—¿Por qué no? —desafié, sintiendo que la adrenalina corría por mis venas—. Ella no es como tú, Aiden. No es caos ni destrucción.

—¿Y qué? Yo la quiero, incluso si eso me destruye, lo seguiré haciendo —respondió, su voz cargada de emoción.

Me acerqué, sintiendo la electricidad entre nosotros. La tensión era palpable, como si el aire estuviera cargado de energía.

—Podemos ser caos y destrucción juntos, piénsalo, Aiden —susurré, intentando apelar a su lado más oscuro. Mis palabras eran un roce, un llamado a la parte más primitiva de su ser.

Él me miró, sus ojos llenos de conflicto. La cercanía era intoxicante, y el deseo burbujeaba entre nosotros como un fuego que no podía ser apagado. Sentí cómo la atracción se intensificaba, y el calor de su cuerpo me envolvía, haciéndome desear más.

—Sylvara, no sé si eso es lo que quiero —dijo, pero su voz temblaba, llena de incertidumbre.

—¿Por qué no? —insistí, acercándome aún más, sintiendo cómo el deseo me consumía—. Si Lycanter enamora a Nyxara, tú y yo podemos finalmente ser lo que siempre debimos ser.

El aire a nuestro alrededor se volvió pesado con nuestra tensión, y podía sentir cómo la distancia entre nosotros se desvanecía.

—Nunca podría tocarte porque me das asco —dijo, su voz cargada de desprecio mientras se alejaba lentamente de mí, soltando una risa que quemaba mi orgullo—. ¿De verdad pensabas que iba a saltarte encima y besarte? Mi actuación de duda estuvo magnífica, pero la verdad es que no me gustas, Sylvara. Jamás me has gustado, y el hecho de que trates de usar el deseo carnal como ancla te hace caer demasiado bajo.

Soltó una risita por lo bajo, y solo pude sentir mis mejillas arder y la rabia salir de mí. La decepción me golpeó como un puñetazo en el estómago. La mezcla de ira y deseo se enredó en mi pecho, y me di cuenta de que su desprecio había encendido una llama que no podía ignorar.

—Aiden, no puedes ser tan ciego —le dije, mi voz temblando entre la frustración y el deseo—. Lo que hay entre nosotros es real, y tú lo sabes.

—Lo único que sé es que no voy a dejar que me manipules con tus juegos de seducción —respondió, su mirada dura y decidida.

La distancia que había creado se sentía como un abismo. Pero en el fondo, sabía que la batalla entre el deseo y la razón se libraba en su mente. La sombra de Nyxara siempre estaría presente, pero la idea de perder a Aiden me llenaba de desesperación.

Con el corazón pesado, me di la vuelta y comencé a alejarme, sintiendo que el eco de mis pasos resonaba en la oscuridad. La tormenta entre nosotros apenas comenzaba, y sabía que, si Lycanter lograba enamorar a Nyxara, el caos que seguiría podría ser el camino hacia lo que realmente deseaba: a Aiden solo para mí.

Mis pasos me llevaban de regreso a la oscuridad de mi propio territorio. Cada zancada era un eco de su desprecio, de esa risa que aún sentía arder en mis mejillas. La humillación era un veneno que corría por mis venas, transformando la desesperación en pura ira. Me había creído mis propias fantasías de que él cedería, de que la atracción que sentía era mutua. Pero no, solo había sido un juego, una trampa para humillarme.
Aiden no iba a ser mío por las buenas. No si Nyxara seguía siendo su debilidad. Tenía que deshacerme de ella. No era una opción, era una necesidad. La idea de que Lycanter, un ser que despreciaba tanto como a ella, pudiera ganarle la partida a Aiden llenaba mi corazón con una felicidad excesiva. Pero su plan, aunque estúpido, me había dado la oportunidad que necesitaba.

Nyxara era la clave. Era la pieza que mantenía a Aiden lejos de mí. Con ella fuera del tablero, el camino estaría despejado. No me importaba si Lycanter lograba "enamorarla", en el fondo no me importaba si la mataba él o la mataba yo. Lo importante era que su existencia terminara.

Los planes comenzaron a formarse en mi mente, un tejido de sombras y malicia. Sabía de un antiguo ritual, algo prohibido, que podría romper su conexión con este mundo, erradicando su esencia por completo.




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