Eco del caos

Capitulo 12

Casate conmigo

Draven:

Después de aquella reveladora conversación sobre su pasado, decidí dejarla tranquila; era evidente que aún tenía demasiado que procesar.

Mis intenciones no eran las mismas que las de Aiden, aunque, en el fondo, compartíamos un objetivo similar. Su poder me serviría para gobernar más allá de un reino, para trascender el mero estatus. Era innegable que en el aura de Nyxara había algo cautivador, algo enigmático y extraordinariamente bello que me atraía. No sabía si era química o simplemente la fascinación por sus poderes, pero me sentía irremediablemente atraído.

Después de un rato reflexionando, me encontré de pie frente a su puerta, sin saber cómo mis pensamientos me habían llevado allí. Sin pensarlo dos veces, la abrí.

—Buen día, Reina —dije con una sonrisa, intentando mantener un tono ligero.

—Buen día, psicópata de mierda —respondió ella con un desdén que cortaba el aire.

Uhhh, parece que amanecimos de mal humor.

—Bueno, haré como si no hubiera escuchado eso y procederé a lo que vine. Sé que nuestro inicio ha sido... complicado —hice una pausa, buscando las palabras adecuadas—, pero me gustaría remendar lo que hice.

—¿Qué de todo lo que hiciste? ¿Las cachetadas? ¿El secuestro? ¿El allanamiento de mi hogar? —murmuró, su voz impregnada de un odio palpable.

—Sé que no ha sido un buen comienzo, pero...

—¿Pero? —interrumpió, con un sarcasmo que podría cortar el acero.

—¿Te gustaría casarte conmigo? —pregunté, con un tono que intentaba ser ligero, aunque sabía que era un riesgo.

—Claro que no —fue su respuesta inmediata, como un balde de agua fría.

Su rechazo me hizo enarcar una ceja y cruzarme de brazos, sintiendo cómo la frustración comenzaba a burbujear en mi interior.

—Bueno, lo intenté por las buenas. Después no digas que no te pregunté —respondí, intentando mantener una fachada de confianza a pesar de que su desdén me había golpeado directo al corazón.

Justo en ese momento, una voz interrumpió nuestra conversación.

—Lamento interrumpir tan agradable conversación sobre matrimonio, amor y todo —dijo un desconocido casi detrás de mí. Su voz me pareció totalmente irreconocible.

Me giré, buscando su origen en todos los rincones de la habitación, y lo encontré en una esquina sombría, donde el sol apenas llegaba. La oscuridad lo envolvía, y solo podía distinguir su figura a través de la máscara que cubría gran parte de su rostro. Vestía un traje negro ceñido al cuerpo, adornado con pequeños detalles en los hombros que parecían alas de cuero. Su tez era pálida, y solo sus labios quedaban al descubierto, lo que le daba un aire aún más inquietante.

No supe cómo ni en qué momento, pero Nyxara, de un salto, pasó de estar recostada en la cama a situarse detrás de mí, usándome como escudo.

Vaya mierda...

Inmediatamente, me puse a la defensiva. Mis ojos se tornaron de un rojo intenso, mis colmillos sobresalieron de mi boca y mis uñas adquirieron la forma puntiaguda de un lobo. Era un híbrido, poseía los poderes de un lobo y un vampiro al mismo tiempo. La figura oscura se levantó rápidamente, alzó su mano y, con un sutil movimiento de sus dedos, me paralizó las manos por completo.

—Si yo fuera tú, no lo intentaría —dijo con voz serena.

¿Qué o quién era esta cosa? Y Como si me hubiera leído la mente, respondió con calma:

—Soy Corvin, el rey de los Cuervos.

Solté una risa casi instantánea al escuchar tal tontería. ¿El rey de los cuervos? Nunca había oído hablar de tal rey. Inmediatamente, repliqué con sarcasmo cargado de burla:

—Sii, y seguramente eras el cuervo de Edgar Allan Poe.

No pude evitar una carcajada, aún inmovilizado. Siempre agradecía a mi humor por ayudarme a mantenerme en pie y positivo.

—No, yo no. Mi padre sí.

La risa se me congeló por un momento, y mi reacción fue soltar otra carcajada aún más fuerte.

—Qué buen chiste, hermano. Deberías ser dueño de un circo —murmuré, relamiéndome los labios mientras observaba cómo la tensión aumentaba en el ambiente. ¿Era cier...?

No terminé de preguntarme mentalmente cuando un puñetazo impactó en mi mejilla, haciéndome voltear la cara con una rapidez tal que, de ser humano, estaría seguro de tener el cuello roto.

—Yo nunca bromeo —declaró Corvin, con una seriedad que me heló la sangre.

El golpe me había dejado aturdido, pero la adrenalina de la venganza también comenzó a fluir por mis venas. Me sacudí un poco luego de aquellos chistes y con la confusión en carne viva y miré a Corvin, quien mantenía una expresión seria, como si estuviera en medio de un juicio.

—¿Así que eres el rey de los cuervos? —dije, frotándome la mejilla pues ya habia liberado mis manos—. ¿Te dieron ese título por tu increíble habilidad para aparecer de la nada y dar puñetazos?

Nyxara se rió suavemente detrás de mí, y eso me dio un pequeño impulso de confianza. Tal vez no estaba tan mal después de todo.

—No, mi título se debe a que tengo un control absoluto sobre los cuervos —respondió Corvin, cruzando los brazos—. Pero parece que no tienes ni idea de con quién estás tratando.

—Oh, lo sé, lo sé —dije, levantando las manos en señal de rendición—. Un rey oscuro con un sentido del humor muy... sombrío. ¿Vas a empezar a hablarme de cómo tus cuervos son mejores que mis híbridos?

—Mis cuervos son más inteligentes que cualquier híbrido que haya conocido —replicó, sin perder la compostura.

—¿Inteligentes? —exclamé, haciendo una pausa dramática—. ¿Como esos cuervos que roban comida de las mesas de picnic? ¡Eso es un talento impresionante!

Nyxara soltó una risa sincera, y eso hizo que Corvin frunciera el ceño. Era un pequeño triunfo, pero lo disfruté.

—No te burles de mis cuervos —dijo Corvin, su voz ahora más tensa—. Ellos son mis ojos y oídos. Pueden volar y espiar a quienes no pueden hacer lo mismo.




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