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Enero de 1418.

La oscuridad caía sobre el bosque como una manta pesada, opacando los susurros de la noche. La multitud se encontraba en el claro, rodeada de figuras encapuchadas, sus rostros ocultos y sus ojos brillando con una mezcla de temor y codicia. El aire era denso y pesado, tan pesado que tenía a cada uno de los presentes tensos, ni siquiera había ruido, solo el silencio y la voz del viento que traía laa noticias de lo que estaba por pasar.

El rey de los vampiros, una figura imponente y seductora, se alzó ante ellos, su voz resonando como un eco en la penumbra.

—El poder de la sangre es un regalo y una maldición. Aquellos que deseen la grandeza deben estar dispuestos a sacrificarlo todo.

Una morena sintió un escalofrío recorrer su espalda, una advertencia que se intensificaba con cada palabra. Recordaba las leyendas susurradas en la oscuridad sobre aquellos que habían hecho el pacto y que jamás regresaron. Las imágenes de sus rostros se mezclaban con el horror de sus destinos, y su corazón se debatía entre la desconfianza y el miedo.

Esta alzo la mirada al cielo y lo siguiente que ocurrió fue, un grito desgarrador cortando el aire, un eco de almas perdidas que habían sido reclamadas por la oscuridad. La multitud sintió el terror apoderarse de ella, un recordatorio de que el poder tenía un precio que nunca podrían permitirse.