Cuando miro al horizonte,
veo tu rostro entre las nubes,
esas nubes que alguna vez fueron blancas,
pero hoy llevan consigo sombras.
Con esos ojos azules,
como dos espejos de cielo claro,
y esa sonrisa perfecta,
tan única en ti,
que iluminaba todo a su alrededor,
como el sol al amanecer.
Esa sonrisa desapareció,
se desvaneció como una estrella fugaz,
y esos ojos, que antes brillaban,
se volvieron oscuros,
reflejando un vacío que no entendía.
Todo lo que conocí de ti se fue,
se disolvió como la niebla al despertar,
escondido en un alma sombría,
que ya no es la misma de antes,
un alma que se esconde detrás de muros invisibles.
Un alma con doble candado,
que guarda sus secretos en lo más profundo,
una llave lejos de alcance,
incluso para aquellos que alguna vez creyeron conocerla.
Pero no todo parece imposible;
tal vez, en lo más hondo,
en el rincón olvidado de tu ser,
exista una solución.
Una chispa de la esencia que te hacía brillar,
algo que pueda romper esos muros
y devolvernos a la luz que un día compartimos.