Cada vez que mis ojos se cruzan con los tuyos,
mi corazón se acelera,
como si su ritmo lo marcara tu presencia.
Cada vez que estás cerca de mí,
mi temperatura aumenta,
y en mi interior arden llamas
que solo tú puedes encender.
Eres el combustible que alimenta el fuego,
un incendio voraz, imparable,
que solo tus manos pueden apagar.
Mil maneras diferentes,
pero siempre el mismo punto final.
Tú eres el principio,
y tú decides cómo termina.
¿Será esto amor, o solo un juego?
Tal vez una opción, o tal vez las dos.
Un hilo entre lo eterno y lo efímero,
una llama que baila entre el riesgo y la entrega.
Juguemos, entonces, en medio de la decisión.
Hagamos del tiempo un escenario,
donde cada mirada sea un suspiro,
y cada palabra una chispa que avive el fuego.
Si es amor, que arda con fuerza,
que consuma las dudas y las sombras.
Si es un juego, que no tenga reglas,
que se pierda entre risas y deseos.
Pero sea lo que sea,
que no se apague este incendio,
que no termine esta historia escrita en llamas.
Porque, contigo,
cada elección es un destino,
y cada instante, un universo.