Capítulo 11: La Tormenta

La tarde estaba oscura, y un cielo cargado de nubes presagiaba una tormenta. Isabella se encontraba en su estudio, observando cómo las gotas de lluvia comenzaban a golpear el cristal de la ventana. Cada gota parecía representar la tristeza que había estado acumulando en su corazón desde su última conversación con Mateo. Había pasado días reflexionando sobre sus sentimientos, sobre lo que había dicho y lo que no había podido expresar.

Su mente estaba en un torbellino. “No puedo seguir así,” pensó, sintiendo que la frustración la invadía. “No quiero ser solo una opción en su vida. Necesito claridad, y si no puede dármela, tal vez sea mejor separarnos.”

El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Isabella se levantó, sintiendo que el corazón le latía con fuerza. Al abrir la puerta, se encontró con Mateo, empapado por la lluvia. “Hola,” dijo él, intentando sonreír a pesar de la tensión en el aire.

“Hola,” respondió Isabella, sintiendo que la angustia la invadía nuevamente. “¿Qué haces aquí?”

“Quería hablar contigo,” dijo Mateo, sintiendo el peso de la incertidumbre. “Necesitamos aclarar las cosas después de nuestra última conversación.”

Isabella sintió que la ansiedad aumentaba. “¿De verdad crees que esto es el momento adecuado? La tormenta afuera refleja lo que siento en mi interior.”

“Lo sé,” admitió Mateo, sintiéndose angustiado. “Pero no puedo seguir evitando esto. Necesitamos ser honestos el uno con el otro.”

“Entonces hablemos,” dijo Isabella, cruzando los brazos. “Estoy lista para escuchar.”

Mateo entró, cerrando la puerta detrás de él. “He estado pensando en lo que dijiste sobre tu inseguridad. Quiero que sepas que no eres una opción secundaria para mí. Pero también tengo que ser honesto sobre mi situación.”

“¿Y qué hay de mi situación?” interrumpió Isabella, sintiéndose frustrada. “No puedo seguir sintiéndome así, como si estuviera esperando que tú tomes decisiones por mí.”

“Eso no es lo que quiero,” dijo Mateo, sintiendo que la tensión aumentaba. “Te dije que estoy luchando con mis sentimientos. No es fácil para mí dejar todo atrás.”

“¿Y qué hay de nosotros?” preguntó Isabella, sintiendo que la rabia comenzaba a surgir. “¿Realmente piensas que puedo quedarme aquí esperando mientras tú decides qué hacer con tu vida?”

Mateo se quedó en silencio, sintiendo que la situación se tornaba más complicada. “No estoy pidiéndote que esperes eternamente. Solo necesito tiempo para aclarar mi vida.”

“¿Y qué pasa si ese tiempo nunca llega?” preguntó Isabella, sintiéndose herida. “¿Qué pasa si siempre estoy en esta posición, sin saber si realmente tienes un futuro conmigo?”

“Eres importante para mí, Isabella,” dijo Mateo, sintiéndose angustiado. “No quiero que te sientas así. Pero tengo responsabilidades que no puedo ignorar.”

“Responsabilidades que pueden cambiar tu vida, pero que también pueden arruinar la mía,” respondió Isabella, sintiéndose desgarrada. “No puedo seguir en esta relación si no sé hacia dónde nos dirigimos.”

Mateo sintió que la frustración lo invadía. “No estoy tratando de hacerte daño. Solo estoy intentando ser honesto sobre lo que siento.”

“¿Honesto?” exclamó Isabella, sintiéndose cada vez más herida. “¿Es eso lo que es esto? ¿Un juego de palabras vacías? Necesito acciones y claridad, no más promesas vacías.”

“Isabella, no es un juego para mí,” dijo Mateo, sintiéndose impotente. “Estoy intentando encontrar la manera de enfrentar esta situación. No quiero perderte, pero tengo que ser realista.”

“¿Realista? ¿Cómo puedes ser realista cuando no estás dispuesto a luchar por lo que realmente quieres?” preguntó Isabella, sintiendo que la rabia la invadía. “¿Te das cuenta de que mientras tú decides, yo estoy aquí, sintiéndome sola y perdida?”

Mateo sintió que la desesperación comenzaba a crecer en su interior. “No quiero que te sientas sola. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, pero no puedo forzar una decisión que no estoy listo para tomar.”

“¿Y qué hay de lo que yo quiero?” preguntó Isabella, sintiéndose a punto de estallar. “No puedo seguir sintiéndome atrapada en esta tormenta emocional. Necesito saber si hay un futuro para nosotros.”

“Te he dicho que hay un futuro, pero no puedo prometerte un camino claro en este momento,” respondió Mateo, sintiendo que la frustración lo invadía. “No quiero hacerte daño, pero tampoco puedo ignorar mis responsabilidades.”

“Entonces tal vez deberíamos separarnos,” dijo Isabella, sintiendo que el dolor la invadía. “No quiero estar en una relación donde siempre me sienta como una opción secundaria.”

Mateo la miró, sintiendo que el dolor lo atravesaba. “¿De verdad crees que eso es lo que quiero? No quiero perderte, Isabella.”

“Pero eso es lo que está pasando,” dijo ella, sintiéndose herida. “No puedo seguir así, esperando que tú encuentres la claridad que necesito. Necesito tomar el control de mi vida.”

“Isabella…” Mateo comenzó, sintiendo que la desesperación lo invadía.

“No,” interrumpió ella, sintiendo que la tristeza se convertía en rabia. “No quiero más promesas. No quiero más vacilaciones. Si no puedes darme respuestas claras, entonces tal vez es hora de que tomemos un descanso.”

Mateo sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. “¿Un descanso? ¿Estás segura de que eso es lo que quieres? No creo que eso resuelva nada.”

“Quizás no lo resuelva, pero al menos me dará el espacio que necesito para pensar,” respondió Isabella, sintiéndose decidida. “No puedo seguir viviendo en esta incertidumbre.”

“Isabella, no quiero que esto termine así,” dijo Mateo, sintiendo que la tristeza lo invadía. “No quiero perderte.”

“Pero eso es lo que está sucediendo,” respondió ella, sintiéndose herida. “No puedo quedarme aquí, sintiéndome sola en esta relación. Necesito tiempo para aclarar mis pensamientos y emociones.”

Mateo se quedó en silencio, sintiendo que el dolor era palpable. “Entiendo que estés herida, pero quiero que sepas que mis sentimientos son reales. No estoy tratando de jugar contigo.”