En la penumbra, donde el amor floreció,
las sombras danzan, susurrando el adiós.
Un corazón palpitante, lleno de pasión,
se quiebra en mil pedazos por una simple razón.
Las palabras flotan, como hojas en el viento,
"no, no estoy dispuesta", un eco en el tiempo.
Un instante fugaz, un suspiro perdido,
y el mundo se detiene, el alma ha dolido.
Las promesas tejidas con hilos de esperanza,
se desvanecen en la bruma, como una triste balanza.
El dolor se asienta, un huésped inesperado,
en el rincón del pecho, un amor no deseado.
Las risas compartidas, los sueños de dos,
se convierten en cenizas, en un oscuro adiós.
Cada recuerdo, un puñal que hiere profundo,
cada mirada esquiva, un abismo sin rumbo.
Y así, en la noche, donde el silencio grita,
el eco de un "no" se vuelve una herida.
Las lágrimas caen, como lluvia en el suelo,
regando el jardín de un amor que no fue cielo.
Pero en cada lágrima, en cada desvelo,
hay fuerza que nace, un nuevo destello.
El amor puede doler, pero también sanar,
y en el eco de un "no", hay un nuevo comenzar.
Así, entre las sombras, la luz se asoma,
y el corazón herido, un día se desploma.
Porque aunque el dolor sea un fiel compañero,
el amor, en su esencia, siempre será primero.