Ecos Del Miedo

El Hombre del Cuarto 304

Parte 1: El Registro

Trabajar de noche en un hotel de paso nunca había sido el sueño de Mateo, pero al menos le daba tiempo para estudiar. La recepción estaba siempre en silencio, salvo por el murmullo lejano del televisor viejo en el lobby, que nadie miraba.

El "Hotel El Silencio", irónicamente nombrado, tenía apenas tres pisos. Los clientes venían por pocas horas, a menudo con prisa o con secretos. Era un lugar que no hacía preguntas. Pero desde hacía una semana, Mateo notaba algo extraño.

La habitación 304, al final del pasillo del tercer piso, se registraba cada noche exactamente a las 2:47 a.m. Siempre por una persona distinta. Diferente nombre. Diferente método de pago. Pero algo en todos ellos era igual.

La cara.

Mateo tardó tres noches en notarlo. Al principio pensó que era el cansancio, que su cerebro comenzaba a mezclar rostros. Pero no. Todos tenían la misma estructura facial, los mismos ojos opacos, la misma sonrisa rígida. Distinto cabello. Ropa diferente. Pero eran la misma persona con diferentes nombres.

—¿Es una broma? —preguntó a su compañero del turno de día.

—¿Qué cosa?

—Los huéspedes del cuarto 304.

El otro solo encogió los hombros.
—Nunca lo asigno. Solo tú lo haces, de noche. Nadie ha reportado nada.

Esa noche, Mateo esperó. No quiso tocar su teléfono ni mirar televisión. Quería ver con claridad. A las 2:47 exactas, la puerta giratoria se movió con lentitud y entró él.

—Buenas noches —dijo con voz suave—. Una habitación, por favor. Solo por esta noche.

Tenía gafas redondas, cabello castaño claro y un abrigo largo. Se llamaba Eduardo Saavedra, según el registro. Pero su rostro era idéntico al del tal “Lucas Romero” de la noche anterior. Y al de “Esteban Díaz” del martes.

Mateo tragó saliva y le entregó la llave.

—304 —murmuró.

El hombre sonrió.
—Perfecto. Siempre me toca esa.

Mateo lo miró con un escalofrío recorriéndole la nuca. “¿Siempre me toca esa”. Quiso preguntarle algo, pero ya se había dado la vuelta.

Pasaron diez minutos. Luego veinte. Luego una hora. Mateo, sin saber por qué, fue a revisar las cámaras de seguridad del tercer piso.

El hombre entró al cuarto 304.
Pero nunca salió.

Rebobinó. Repetidamente. Nada. No volvió a salir.

Mateo subió.

El pasillo estaba oscuro. Un zumbido extraño venía del fondo. Se detuvo frente a la puerta 304. Estaba cerrada. Dudó. No debía hacerlo, pero… tocó.

Nada.

Giró la perilla. Estaba abierta.

Encendió la luz. La habitación estaba perfectamente limpia.
La cama sin usar.
El baño seco.
Vacía.

Y sobre la mesa de noche, había una hoja arrugada con su nombre escrito:
"Mateo"
Debajo, garabateado:
“Tú eres el próximo rostro”



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En el texto hay: terror, terror psicolgico, relatos corto

Editado: 12.07.2025

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