El Hombre del Cuarto 304

Parte 4: Registro Final

El Hotel El Silencio cambió de recepcionista dos semanas después.

Mateo “renunció”, según la administradora. Pero nadie lo volvió a ver. Su casillero quedó vacío. Su teléfono apagado. Ningún familiar respondió a los llamados.

El nuevo recepcionista se llamaba Elías. Era joven, aplicado, y al igual que Mateo, trabajaba el turno de la madrugada.

Durante la primera semana, todo fue normal.

Hasta que notó algo curioso.

Cada noche, exactamente a las 2:47 a.m., llegaba un huésped.

Distinto nombre. Distinta ropa.
Pero el mismo rostro.

Uno pálido, inexpresivo. Con una sonrisa que no alcanzaba los ojos.

—¿Habitación disponible? —preguntó el hombre una noche, con voz pausada.

Elías dudó.
—¿Para cuánto tiempo?

—Solo por esta noche.

Elías tecleó nervioso en el sistema. Solo quedaba una habitación disponible.

La 304.

—¿Quiere… esa?

El hombre asintió con una sonrisa que parecía tallada en mármol.

—Siempre me toca esa.

Mientras se alejaba, Elías sintió un impulso extraño.
Abrió la base de datos de clientes frecuentes.

Buscó entre los registros recientes.

Y ahí lo vio.
Una lista de nombres distintos.

Pero todos con la misma fotografía.
El rostro del huésped que acababa de entrar.

Y justo antes de cerrar la base de datos, su vista se detuvo en el último nombre ingresado esa noche.

“Recepcionista: Mateo Velázquez”

La entrada estaba registrada hace exactamente un año.

Y tenía una nota:

"Nuevo huésped asignado al ciclo. Reemplazo confirmado."

Elías, temblando, giró lentamente hacia la cámara del tercer piso.
Vio la puerta de la 304 abrirse sola.
Y cerrarse.

Supuso que era un error técnico.

Pero esa noche, soñó con espejos.
Y en todos ellos, su reflejo sonreía... con una cara que no era la suya.