Parte 1: Frecuencia 731
Aarón trabajaba como técnico nocturno en una estación de radio comunitaria en las afueras de la ciudad. Su único trabajo era mantener las transmisiones automáticas funcionando mientras el mundo dormía.
Una rutina aburrida.
Silenciosa.
Perfecta para alguien que odiaba hablar con personas.
La emisora estaba en un edificio viejo, de concreto resquebrajado y pasillos que olían a polvo y estática. Solo él ocupaba el lugar durante las madrugadas.
Y eso lo tranquilizaba.
Hasta que, una noche de octubre, su consola detectó una señal sin origen.
Una frecuencia que no estaba registrada en ningún papel.
731.
—Eso no existe —murmuró.
La pantalla parpadeó.
“FREC.731: RECEPCIÓN ACTIVA”
Aarón, curioso, conectó los audífonos al canal abierto.
Solo escuchó ruido blanco al principio.
Pero luego, una voz.
Débil. Casi susurrante.
Como si viniera de muy lejos.
—…sabes que ya estás dentro… no puedes apagarme… no puedes apagarme…
Quitó los audífonos de golpe.
Pensó que era una grabación pirateada. Algún bromista usando una antena ilegal.
Hasta que revisó el registro de audio.
No había nada grabado.
Como si nunca hubiera ocurrido.