Ecos del pasado

Capitulo 6 La cancion del Olvido

La lluvia no golpeaba: arañaba. El sonido atravesaba las paredes con una insistencia que rozaba lo humano, como si la tormenta no quisiera quedarse fuera. El pasillo que Thorium había recorrido tantas veces desde que llegó parecía distinto. Más largo. Más frío.

Liora se detuvo ante la puerta de piedra, una losa lisa y sin grabados que parecía absorber la luz.

—Te lo advierto una única vez —se giró repentinamente, y sus ojos no reflejaron nada—. Nadie cruza este umbral sin ser Visto primero.

—Y a ti no te gustará lo que vea —añadió, y su voz sonó a doble fondo, como si otra persona hablara a través de ella—. Porque aquí, el fuerte y el débil sangran igual. Nadie hace oídos sordos al Vacío.

Thorium asintió, una pesadez de plomo anclándole los pies al suelo. Liora empujó la piedra. No giró sobre goznes; se deslizó hacia un lado sin hacer ruido, revelando una oscuridad tan densa que parecía sólida. Ella entró y fue tragada de inmediato.

Thorium contuvo el aliento y cruzó.

No hubo transición. Un vacío absoluto lo engulfió. No era la falta de luz; era la falta de todo. Espacio, tiempo, sonido, gravedad. Solo la náusea de una caída infinita.

Luego, un estruendo silencioso.

Un palacio de pilares de oro que se retorcían como serpientes, torres que se elevaban hacia un cielo de colores que ardían sin calor. Y de todo ello emanaba una amalgama de carne,rodeada de brazos y formas que su mente no comprendia,un zumbido agudo y perpetuo, el sonido del propio espacio desgarrándose.

—¿Pero qué...? —La palabra murió en sus labios, ahogada por la magnificencia demente del espectáculo.

El palacio imposible se erguía majestuoso... y al mismo tiempo, ya comenzaba a resquebrajarse, como si su mera existencia fuese una herida en la realidad.

Entonces lo sintió.

Una Mirada que no provenía de fuera, sino del interior de sus propios huesos. Su piel se heló. Su pecho ardió como si un hierro al rojo le hubiera perforado el esternón. Su lengua se volvió de piedra y ceniza. No hubo voz, pero la certeza se clavó en su mente como un cuchillo entre las costillas:

"Roto"

Thorium jadeó, sin aire que llenara sus pulmones. El vacío vibró a su alrededor, regodeándose.

Una nueva oleada de fuego le recorrió los nervios, y otra idea brutal le quemó las sinapsis:

"No sabes nada"

La geometría del horror surgió a su alrededor: ángulos que no deberían existir, formas que se deshacían y recomponían retorciendo la realidad. Una mano informe, hecha de la misma pesadilla que el ser de mil brazos, se hundió en su pecho sin tocarlo, y sintió cómo algo escarbaba en lo más profundo de su ser.

Fragmentos de su vida pasaron ante él, arrancados a la fuerza: su llegada al lugar, el olor a sangre y tierra, los símbolos en sus sueños que se desvanecían al despertar, dejando solo una cicatriz en el alma.

Una presión insoportable, como si el océano abisal se hubiera colapsado sobre sus hombros, lo obligó a arrodillarse en la nada. Su corazón latía con tal furia que creyó que haría estallar sus costillas. El silencio era un taladro en sus tímpanos.

Y entonces, como una sentencia final grabada a fuego en lo más hondo de su consciencia, la última idea ardió:

"Eres un dividido"

Una fuerza invisible, brutal e irrevocable, lo empujó hacia adelante. El vacío se resquebrajó como un espejo gigante. Thorium cayó de bruces, jadeante, el sudor frío empapándole la ropa.

Y estaba de vuelta.

El frío mineral de la sala circular lo golpeó. Las banderas raídas colgaban inmóviles. Grimm lo observaba, su impasibilidad habitual quebrada por una ceja levemente arqueada. Liora se había quedado inmóvil, palideciendo de un modo que no era miedo, sino puro asombro helado. Su mano se cerró sobre el amuleto de hueso que colgaba de su cuello, blanqueándole los nudillos.

—No... no es posible —murmuró, y su voz sonó frágil, como una rama a punto de quebrarse.

Grimm ignoró su comentario. Sus ojos, dos abismos de obsidiana, se clavaron en Thorium.

—¿Qué viste exactamente? —Su voz era un filo, urgente y demandante. No preguntaba por cortesía. Preguntaba por datos.

Thorium intentó hablar, pero solo consiguió toser. Un sabor a cobre y ceniza llenó su boca. Algo no iba bien. No era solo el agotamiento; era una sensación de desgarro interno, como si le hubieran abierto una compuerta que no podía cerrar.

—Un... palacio —logró forcejear, apoyándose en las manos—. Se hizo pedazos... salió una cosa... con brazos...

—El Carcelero de las Corrientes —interrumpió Grimm, con un tono que no admitía discusión. Su mirada se volvió hacia Liora, y un silencio cargado de significado pasó entre ellos. —Lo que viste fue el Abismo Intersticial. El vacío que separa y a la vez contiene a las Doce Corrientes. Ese ser es su guardián. Su juez. Te estaba midiendo.

—Dijo... —Thorium tragó saliva, la palabra final ardiendo en su mente como una brandal—. Dijo que era un "Dividido".

El sonido de esa palabra hizo que Liora diera un paso atrás. Grimm, por el contrario, se irguió. La tensión en la sala se volvió tan densa que costaba respirar.

Liora se llevó una mano a la boca, no por sorpresa, sino para sofocar un grito. Sus ojos, siempre tan fríos, se abrieron con un puro terror animal. Dio un paso atrás tan brusco que tropezó con el banco de piedra.

—¡No! —su voz no fue un susurro, fue un cuchillo—. ¡No otra vez!

Grimm no se inmutó... al principio. Pero entonces, sus manos, siempre ocultas en los pliegues de su túnica, se apretaron con tal fuerza que los huesos de sus nudillos crujieron audiblemente en el silencio de la sala. Su respiración, siempre medida, se volvió un silbido corto y furioso.

—Repite lo que dijiste —la voz de Grimm ya no era un filo, era el sonido de una losa de tumba arrastrándose—. Dilo otra vez.

—Dijo... que era un "Dividido" —repitió Thorium, aturdido por el dolor y sus miradas de odio repentino.



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En el texto hay: fantasia

Editado: 28.08.2025

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