La habitación era la misma: paredes blancas, olor a desinfectante que picaba la nariz, y sombras que parecían moverse con cada parpadeo.
Amelia se recostó, abrazando contra su pecho la tablet vieja, con la pantalla agrietada y la batería casi muerta. Era su única ventana a un mundo donde no sentía el peso de las miradas, un refugio silencioso.
El hospital se desdibujaba a su alrededor; los sonidos eran ecos distantes, como si todo ocurriera tras un velo de niebla. Entraba en esos episodios donde la frontera entre la vigilia y el sueño se volvía difusa, y la realidad parecía tan frágil como el cristal de su tablet.
Con manos temblorosas, encendió la aplicación:
La Madriguera
Fondo negro. Letras blancas. La sensación de caer en un túnel sin fin. Un abismo donde nadie preguntaba “¿estás bien?”*
Allí, las sombras podían hablar sin miedo ni máscaras.
Sin pensarlo demasiado, comenzó a escribir:
──────── ❖ ────────
Amelia (publicación):
A veces, cuando veo las manos de alguien,
recuerdo cómo me apretabas el cuello hasta que dejaba de respirar.
No por amor, sino por odio disfrazado.
A veces, cuando escucho una voz parecida a la tuya,
me atormenta saber que sigues ahí, aunque ya no estés.
Me destruiste tanto que ya no sé si existo
o solo soy el eco de lo que dejaste.
──────── ❖ ────────
Le dio a “publicar” sin saber si el mensaje había salido o si solo era producto de su mente cansada.
El tiempo pasó —minutos o tal vez horas.
Dentro de esas paredes, el tiempo era un concepto difuso.
De pronto, la tablet vibró. Amelia se sobresaltó.
──────── ⊚ ────────
Usuario “K” (respuesta)
No todos se atreven a decirlo así.
La mayoría endulza su dolor para hacerlo soportable.
Tú no.
Tú lo escupes como es.
Eso te hace diferente.
Amelia frunció el ceño. No conocía a ese usuario.
K. Sin avatar. Sin historial. Un fantasma digital.
Amelia (respuesta):
No busco ser diferente. Solo no quiero olvidar.
K:
Olvidar es de cobardes.
Recordar duele, pero es lo único que mantiene viva la verdad.
──────── Conversación privada iniciada ────────
K:
Me pregunto cuánto tiempo llevas gritando en este agujero silencioso.
Tus palabras suenan como un grito atrapado que nadie quiso escuchar.
Amelia:
Si te soy sincera, no recuerdo cuándo empecé a gritar.
Quizá siempre he estado así.
¿Quién eres, en realidad? ¿Otra voz en mi cabeza?
K:
Si lo soy, entonces soy la única voz que no quiere verte desaparecer.
Amelia soltó una risa suave, casi triste. Solo su mente podía inventar algo tan extraño.
Amelia:
Entonces supongo que eres parte de mí.
Nadie más se quedaría.
K:
Te equivocas. Yo me quedo.
Esa respuesta la dejó helada.
Cerró la tablet un momento, como si con eso pudiera apagar también las palabras.
Pero la curiosidad fue más fuerte.
Amelia:
¿Por qué te importa alguien que no existe?
K:
Porque yo tampoco debería existir, y sin embargo, aquí estoy.
A veces los fantasmas se reconocen entre ellos.
Amelia se acomodó en la cama, abrazando las rodillas,
como si pudiera contenerse a sí misma.
Amelia:
Entonces, fantasma, dime… ¿Qué haces en un lugar como este?
K:
> Busco patrones. Rostros que dejaron cicatrices en mí.
> Huellas de quienes deben pagar.
> Y en medio de todo eso, encontré tus palabras.
Amelia:
Entonces no me buscabas.
Solo me encontraste por accidente.
K:
Tal vez.
O tal vez siempre terminamos encontrando lo que necesitamos,
aunque no lo sepamos.
Amelia:
Qué conveniente que mi cabeza invente a alguien como tú para consolarme.
K:
No soy un consuelo.
Soy la sombra que no podrás borrar.
──────── ✧ ────────
Amelia dejó de escribir. Su mente, agotada, comenzó a apagarse lentamente.
Antes de dormirse, vio una última notificación:
K:
Buenas noches, Amelia.
Sus ojos se cerraron, convencida de que había soñado toda la conversación.
──────── ❈ ────────
En algún lugar, lejos del hospital, *K* cerró su portátil.
Sus dedos temblaban.
No por miedo.
Sino por algo que no había sentido en años Interés.
K (en voz baja):
-Amelia