Soy una chica normal.
Exepto porque mis padres me dieron el apellido más extraño de la tierra y difícil de pronunciar: «El apellido Zentangle».
Hasta cuándo lo dirán bien, de acuerdo, de acuerdo. Esa no es sólo una de mis rarezas, sino que mis padres se les ocurrió la brillante idea de ponerme Ela.
Y no me gusta llamarme así, algunos pensarán que es un nombre bonito; pero a menos que hables con un médico te confundirá de inmediato con Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA).
Y esa no es sólo una de mis rarezas, también el hecho de tener ojos verdes y que mis padres tengan ojos marrones, les da a entender a las personas que soy adoptada o algo por el estilo. Cuando en realidad no es así.
—Ela, cariño ya llegué —era madre. Gritando desde el piso de abajo. Creí que tardaría más en los juzgados.
Mi madre es abogada, resuelve casos sin descanso dedicandome muy poco de su atención. Y está bien, si no fuese por ella; mi padre nos tendría viviendo en la miseria.
Lo digo porque todo el tiempo se la pasa en el sótano; tratando de reparar algunos objetos, y mejor dicho los termina arruinando más de lo que ya estaban.
—Cariño, al fin estoy aquí —era mi madre llegando a la habitación. Lucía radiante, su corto cabello negro azabache, sus ojos marrones y brillantes. Además de llevar puesto un traje negro que resaltaba su esbelta figura, bastante formal diría yo; pero entiendo que es parte de su profesión.
—Hola mamá— respondí dándole una cálida sonrisa.
—Ela, perdón por la tardanza cariño, ya sabes cómo es Marco —contesto mi madre encogiéndose de hombros para después sonreír.
Marco, es el jefe de mi mamá, el que le otorga los casos que debe resolver. Y si, el decide cuantos casos debe resolver y sobretodo que es lo que debe hacer.
Es fastidioso llevar un jefe estricto, y por seguro no sabe que tiene una hija de 14 años esperandola en casa. Lo digo porque mi madre luce más joven de su edad; por lo que es prácticamente imposible que crean que tiene una hija.
—Si, ya se como es igual de fastidioso como siempre— respondí poniendo los ojos en blanco.
—Ya lo sé cariño, pero lo hago porque es lo mejor para ti. Tu padre... mejor no hablamos del tema.
—Si, por cierto ¿Trajiste mi uniforme de la tintorería? —pregunte impaciente cruzando los brazos. Espero que haya traído mi uniforme, ya que mañana es el primer día después de las vacaciones navideñas.
Navidad la pasé increíble, pero supongo que soy la única chica de la tierra que quiere iniciar ya las clases. Pero por una parte no y les daré mis razones.
La primera, estoy ansiosa por ver a mis amigos, y la segunda no quiero ver a la generala.
La generala, es la profesora de historia, tiene una cara espantosa como un fantasma de la segunda guerra mundial. Tiene un temperamento horrible, y por cierto es una amargada de primer nivel.
—Ela, vuelve a la realidad —decía mi madre mientras interrumpía mis más profundos pensamientos.
—Perdón mamá.
—Bueno ya está, si traje tu uniforme y está abajo, ademas mira lo que te traje —al cabo de sus palabras, me mostró una caja blanca, bastante grande.
Y al abrirla me tope con una mochila hermosa, negra como mi color favorito y con cierres dorados. Tengo que reconocer más que nadie en este mundo mi madre si conoce mis gustos.
—Wow, es hermosa me encanta. Gracias mamá —sonreí excalmando de alegría.
Después de lo que Emerald le hizo a mi mochila anterior, es más que obvio que necesitaba una nueva.
Emerald, la chica más odiosa que conozco, desde que comenzó el curso se la vive molestandome con sus amigas, Celeste e Ines y para mi suerte los profesores no le llaman la atención. La odiaria, pero yo no guardo basura en mi corazón.
—Que bueno que te guste, bueno si quieres quedarte aquí no hay problema. Pero te perderás de la cena.
—¿Que trajiste para cenar? —pregunte curiosa. Mientras no sean tacos, chicharos, ejotes, berenjenas fritas o refresco de cola. Bajaré con todo gusto.
—Ensalada César con pollo a la parrila— exclamó sonriendo encogiéndose de hombros.
—Bajare ahora mismo.
Es mi comida favorita, como no bajare. Mi madre salió de la habitación y enseguida la seguí.
Al bajar a la cocina, todo estaba en perfecto orden, mi madre es muy ordenada.
Si no fuera por ella, mi casa estaría hecha un verdadero desastre.
—Cariño, quieres decirle a tu padre que venga a comer si no la comida se enfriara —asintió mientras comenzaba a sacar lo que había comprado.
—Claro mamá.
Mientras tanto, salí de la cocina y me encamine directo al sótano.
Cuando al fin llegué vi a mi padre con una motosierra y un mueble de madera viejo. A mi madre no le gustara nada esto.
— ¡Hey! Hola Bella —contesto mi padre colocando la motosierra a un lado.
Encerio, es mi padre y no sabe mi nombre. Es el colmo, recuerdo cuando una vez me pregunto cual era mi nombre completo.
Eso de verdad me sorprendió, siendo mi padre y sin saber cómo me llamo. Es algo verdaderamente extraño.
—Hola papá, y es Ela.
—Lo siento hija, ahora terminaré de cortar este mueble para hacer uno nuevo y más bonito.
Debe de estar chiflado, bonito será el auto azúl de mi madre, y no se en que este pensando para ser capaz de destrozar el mueble viejo que le regaló el abuelo a mi mamá antes de morir.
—Padre, ese es el mueble que le regaló el abuelo a mi mamá.
Pero ya era tarde, al cabo de mis palabras mi padre ya había cortado el mueble justo a la mitad.
Puso una mueca extraña diría yo.
Puse los ojos en blanco, mi madre odiará esto con todo su ser.
—En fin, mi mamá dice que salgas a comer.
—No tengo hambre, sobreviviré con café y un poco de pasta —sonrió para después volver a lo que estaba haciendo.
—Esta bien.
Después de que mi padre cortara el mueble con la motosierra, me encamine de nuevo a la cocina.