Edición limitada

Capítulo 1; Introducción.


¿Raro, no? Aquí hay una abominación perfecta para un caso de estudio y llega un investigador al pueblo.

Ya puedo imaginar otro fatídico desenlace.

-----

Maitane'
Odio las multitudes, bien no estoy en una, pero hasta los conjuntos pequeños me causan incomodidad. Después de dos años en la universidad casi logro acostumbrarme a las miradas o ellos se adaptaron a tener que verme.

No me esforzaré por ser parte del montón, si nací diferente fue para sobresalir, ¿Por qué habría de sentirme excluida en lugar de especial?

—Deberías darle la oportunidad a Noah—me insiste Alisa por novena vez siguiendo la trayectoria de mi vista.

—¿Qué pregunté o qué?

—¿Si no estás mirando a Noah a quién miras? Estás fija en el centro.

No es nada fácil de explicar; cuando hay demasiadas personas cerca escucho zumbidos en la cabeza, en búsqueda de ignorarlos me desvío por completo.

—Si, miraba a Noah.

Es preferible decir eso a admitir que algo no anda bien aquí adentro.

Alisa es mi mejor amiga, la dueña de mis vergüenzas, comida y planes que me obligan a ir fuera de casa. De la otra parte se encarga Alexi, mi primo, que como buen extrovertido me adopta en las reuniones familiares. Considero que ambos harían bonita pareja, aunque son mundos opuestos. 

Incluso a mi me cuesta estar en presencia de la espontaneidad de Alexi y Dominic. 

Menos mal suena el timbre anunciando el término del descanso.

—¿Por qué no vas con Noah y llegan juntos al salón?

—Yo ya tengo una cita—le recuerdo con picardía.

—Tus citas con la psicóloga no cuentan Maitane.

Ambas nos reímos levantándonos de las gradas, me queda de paso dejarla en el salón de clases en mi camino a la dirección.

»En la vida real no será como en libros que lees Owens, un modelo vicepresidente de una agencia publicitaria no chocará contra ti en la universidad convirtiéndote en el amor de su vida.

Bah, recordatorio no hablarle de los libros que leo a Alissa y menos cuando tienen títulos tan cursis. 

—Nos encontramos en la cuarta clase, iré con la psicóloga. 

—Tú no necesitas terapia.

—Según mamá si, ella misma solicitó mi atención.

—Ella debería tener esas pláticas contigo, las ocupa más.

—Me da igual, ella y la psicóloga son igual de ajenas a mí.

Camino por los enormes pasillos del internado Annette Owens recordando algunas historias contadas desde hace seis décadas atrás, cuando el lugar era un internado femenil privado y sumamente costoso del que un día mi bisabuela paterna fue rectora. 

Hasta hace treinta años les permitieron el acceso a los hombres, volviéndolo mixto. Hay muchas incongruencias sobre qué era realmente, puesto que algunos dicen que fue un orfanato, otros un internado y comentarios más locos que una cárcel para mujeres con terribles secretos ocultos entre sus paredes.

Al fin estoy cerca de la dirección y como de costumbre miro la enorme estatua conmemorativa de Annette con el grabado del año en que fue fundada la institución, así como el gran parecido entre mi bisabuela y mi prima Dominic.

Resoplo con aburrimiento antes de tocar la puerta blanca cerca de la oficina de orientación. 

Ya soy demasiado conocida por ser parte de la familia fundadora del colegio, mi bisabuela, después mi abuelo Alejandro, y actualmente mi padre; Alexander Owens, quien controla las finanzas y eso me expone a ser el blanco de miradas.

Al no obtener respuesta en la puerta opto por entrar sin previo aviso, arrojo mi mochila a un costado y me dejo caer en el asiento a lo largo.

—¡Ahorremos el choro vespertino! Diga de una vez que soy un desperdicio de tiempo y de vida.

— Bien, primero baja tus pies.

Responde un hombre dejándome perpleja, rápidamente levanto el rostro girando asombrada de no ver a la señora Cobos en la silla marrón tras el escritorio.

En su lugar hay un hombre joven de veinticuatro o veinticinco años quizá, de cabello negro bien peinado, tez clara, en sus enormes manos se delinean sus venas hasta sus muñecas cubiertas por la camisa azul marino que lleva puesta. No puedo ver la totalidad de su cara, ya que trae puestos anteojos cristalinos de lectura oscurecidos por el antireflejante. 

— Tú debes ser Maitane Moore.

—Owens—rectifico—¡Ay por favor! Cómo si no me ubicara dentro de este instituto, la hija del decano.

—Aún no llevo el gusto de conocer al decano Owens y tan solo me dieron una lista con nombres, a esta hora corresponde el tuyo, aunque mal escrito al parecer—responde con toda simpleza. 

— ¿Y tú quién eres? 

—Mi nombre es Zachary Brooks Craner.

Espeta poniéndose de pie para acercarse a mí, se inclina un poco para comprobar lo que seguro presentía era un fallo por reflejos.

Su peculiar fragancia me deja boquiabierta, pero lo disimuló a la perfección. 

Eso creo.

»Que bello caso de Génesis de Alejandría.

Comenta hacia mi descabellado color de ojos.

—¿Bello? No digas mentiras, es…

Rechino mis dientes permaneciendo a la defensiva.

—¿Diferente?, eso no quita lo hermoso que es.

—Mejor diga de una vez que mi padre le pagó para que me manipule y me logre reintegrar a la sociedad a la que no deseo pertenecer.

—Si, su padre, no me "pagó", me paga, pero por plantarme aquí de siete de la mañana a seis de la tarde para atender a más de diez alumnos diferentes al día. Descuide será temporal y su psicóloga volverá.

—Sinceramente me da igual el extraño que decida sentarse ahí. Me terminan jodiendo la vida igual.

—No diré la tontería de "podemos ser amigos", es claro que no, usted necesita más a un profesional que a un hipócrita. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.