Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 1

—Letty, ¿qué te parece si vamos al Starbucks por un buen café?—Brenda preguntó muy animada.

Siempre que llegan las 3:00 pm la hora se pone pesada, no tenemos pacientes y la pereza se adueña de nuestros cuerpos. Literal, parecemos dos ventiladores viendo de un lado al otro.

—Me encanta la idea—contesté rápidamente.

Fascinadas de la vida, salimos de la clínica y caminamos solo una cuadra hasta llegar al Starbucks más cercano. Al llegar notamos que el lugar está a reventar y hay una cola enorme para ordenar, siempre que venimos es lo mismo, así que nos llenamos de paciencia y esperamos nuestro turno.

«Que se caiga el mundo, pero de aquí no me muevo sin mi Frappuccino»—pensé.  

Entonces me dispongo a observar el lugar con detenimiento, personas salen, otras entran y cuando veo al frente nuevamente me doy cuenta de que la gran fila avanza y, Brenda que está detrás de mí, me mueve para que reaccione. 

Es reaccionar y quedarme de piedra nuevamente al ver a semejante hombre, sin poder evitarlo, lo sigo con la mirada, me siento hechizada por él y no puedo dejar de observarlo. El poderoso hombre tiene puesto un pantalón de vestir negro con zapatos acordes, una camisa blanca de mangas largas que le queda espectacular y, dos de los primeros botones sueltos que me regalan una pequeña vista de lo que es su torso desnudo.

Paso saliva con dificultad, jamás en mi vida había visto a un hombre tan apuesto como él. Alto, cabello negro perfectamente peinado hacia atrás, sus ojos son de un azul tan intenso que me transportan al mar inmediatamente, su tez blanca, sus labios rosados y carnosos me incitan a querer probarlos, sus cejas pobladas adornan su espectacular rostro y no puedo dejar de admirarlo. Ese hombre está tallado a la perfección por los mismos dioses y quiero conocerlo.

Es un hombre maduro, seguro, imponente. Eso es lo que deja ver a simple vista, cuando saca del bolsillo del pantalón su teléfono y lee algo en el que lo hace sonreír, juro que el mundo, los segundos, los minutos y las horas se detuvieron en ese preciso instante. 

Su magnetismo y virilidad me dejan clavada en el sitio. Cuando consigo respirar le susurro a mi amiga:

—Hombre espectacular e impresionante a las dos en punto. 

Sin ningún disimulo, Brenda gira el cuello, observa el objetivo y dice:

—¡Por dios, si está buenísimo ese pedazo de hombre!—exclama.

—Impresionante, interesante y tentador—digo rápidamente.

Me dejé llevar por lo que me hace sentir ese hombre que me expresé en voz alta, grave error. Brenda no me va a dejar en paz y mucho menos vivir después de lo que he dicho.

—Waooo Letty, no sabía que te gustaran de treinta, porque ese—lo señala—, los veinte ya no los cumple. Además, te vendría muy bien un romance, así dejas de ser tan tímida—me hace reír.

—Es mayor que yo y no creo que un hombre así se fije en mí, dicen que la edad solo importa en los vinos—Brenda se ríe—, pero no estoy diciendo con esto que quiero tener algún romance, simplemente me parece guapo e interesante.

—Por ahí empezamos todas Letty, está bien sentirse atraída por un hombre tan apuesto, es simplemente normal. Me gustaría verte sonreír más a menudo, que dejaras de ser tan tímida e insegura de ti misma. Eres muy linda y cualquier hombre que se enamore de ti sabrá apreciarte, no entiendo por qué tienes tan baja autoestima. Nunca has querido hablarme de lo que te pasó, me encantaría que me tuvieras más confianza porque en verdad quiero ayudarte. 

—Quizá, algún día Brenda. Tal vez, hasta ese día vas a querer ser mi amiga o pueda que te avergüences de estar conmigo. 

—¿Tan malo es lo que te pasó?

—No quiero hablar de eso ahora, dame tiempo. Es nuestro turno de ordenar—digo rápidamente para que Brenda no continúe con sus preguntas.

Hice mi pedido desanimada, ya se me quitaron las ganas de tomar el frappuccino, odio pensar y recordar mi pasado, quisiera olvidarlo todo, pero, ¿cómo?

Entonces a Brenda le entra una llamada al móvil y me dice que ordene el café de siempre por ella, lo hago y pido el mío también, pago los dos cafés y espero que me los entreguen. 

De pronto, siento un exquisito aroma inundar mis fosas nasales, es un perfume bastante masculino, pero suave, demasiado agradable y me pierdo en el. Hasta que escucho una gruesa y varonil voz a mi espalda, el hombre le pide amable a la chica de atención una bolsita adicional de azúcar y, ella con una amplia sonrisa le da al hombre lo que le pide y él le da las gracias.

En ese preciso momento me entregan mi pedido y tomo los cafés, giro sobre mis talones y tropiezo con alguien. Pensé que el hombre detrás de mí ya se había ido, pero me equivoqué, uno de mis cafés terminó bañando parte del piso del local y, me sentí estúpida cuando me fijé en el hombre con el que había tropezado.

Sí, es el mismo hombre espectacular que había visto hace unos minutos. ¡Qué vergüenza!, no entiendo porqué soy tan estúpida e idiota.

—¿Estás bien?—me pregunta y no respondo—. Señorita le hice una pregunta, ¿está usted bien?

Salgo rápidamente de mí aturdimiento y respondo lo más rápido que puedo.




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