Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 11

Por alguna extraña razón no pude seguir durmiendo aunque quisiera, recibí mensajes de Brenda diciéndome que me esperaba pasado mañana en su departamento y sonreí, ella quiere remodelarlo para hacerlo más acojedor, dice que antes no se había animado, pero que siempre quiso hacerlo y ahora tenía un buen motivo. 

Lo que me decía me sacaba una inmensa sonrisa, cuando el reloj marcó las 8:00am, me levanté y caminé directo al baño, hice mis necesidades, cepillé mis dientes y me duché. Aproveché de lavar mi cabello para plancharlo, al terminar, me coloqué un vestido lila de tirantes delgados, con estampado de diminutas flores de colores que me llegaba hasta el inicio de mis rodillas, me puse mis converse blancas y busqué una chaqueta de jeans. 

Entonces a las 9:00am recibí un mensaje de Edward, diciéndome que le avisara cuando estuviera lista para venir por mí, le respondí enseguida con una enorme sonrisa y luego de hacerlo, mi madre tocó la puerta de mi habitación. Al abrir me sorprendí demasiado, ví a ese horrible sujeto detrás de ella y entré en shock.

Traté de no paralizarme por la impresión que me llevé, les cerré la puerta en la cara y tomé el control de mi cuerpo como pude. 

¿Cómo se atreve a traerlo a mi habitación?, está loca.

Empecé a recoger mis cosas como pude y metí todo en la maleta sin organizar, mis pocas cosas personales las tiré todas en el neceser, quería salir corriendo, pero debía esperar a Edward. 

Llamé a Brenda y le dije que me mudaría hoy, habíamos quedado para el fin de semana, pero ya escapa de mis manos y es un caso de emergencia. Sé que me hará preguntas porque sabe que no estoy bien y está preocupada por mí, pero eso es lo de menos para mí.

Cuando escuché que tocaban la puerta principal me asomé por la ventana y observé a Edward hablando con mi madre.

No quería que el cruzara palabras con ella, así que me moví con rapidez en la habitación para bajar cuánto antes, cerré la maleta y pude escuchar lo que ese hombre despreciable decía.

¿Cómo se atreve hablar como si tuviera algún derecho sobre mi? ¿Qué le pasa?, está enfermo y mi madre mucho más.

La ira y el odio crecía dentro de mí como una avalancha que no podía detener, le dije a mi madre lo que quería aunque me dolió escupir esas palabras contra ella. Era lo que sentía en ese momento, ella lastimosamente nunca ha estado cuando más la he necesitado. 

Cuando ese hombre trató de tocarme me quedé en el sitio, el miedo se apoderó de mí cuerpo y solo quería desaparecer. Quería hablarle a Edward, pedirle que me sacara de aquí, pero no podía hacerlo, simplemente las palabras no salían de mi boca y sentía que podía colapsar en cualquier momento.

Entonces como si Edward pudiera leer mis pensamientos se acercó a mí, tomó mi maleta y me ayudó a caminar en dirección a la salida. Ese despreciable sujeto intentó hablarme y, solo podía aferrarme a la mano y brazo de Edward con desesperación. Edward me cubrió con su cuerpo, se interpuso entre ambos y me llevó con él a la salida. 

Al fin pude respirar, sentí como las cadenas se desprendieron de mí al salir de esa casa que, solo me recordaba día a día un pasado que es difícil de dejar atrás. No es casualidad que justo hoy apareciera ese sujeto y mi ángel salvador viniera por mí. 

Sí, veía a Edward como un superhéroe en estos momentos. 

Edward se mantuvo en silencio mientras conducía, cosa que agradecí de él. Estacionó en un parque y corrí en dirección contraria, necesitaba llorar, sacar todo de mí porque ya no lo podía soportar un segundo más.

Me rompí en mil pedazos en cuestión de segundos, reviví lo que ese hombre me hizo cuando apenas tenía doce años, no podía controlar los incesantes temblores en mi cuerpo y mucho menos podía parar de llorar. Sentía repulsión, asco de mí misma, ganas de vomitar, sentía como la marea me arrastraba y me ahogaba en el profundo océano de la tristeza, hasta que sentí a alguien detrás de mí que al principio me asustó, me había olvidado por completo de él. 

Edward me hizo saber con sus palabras, con sus delicadas caricias en mi cabello y los besos que dejaba en él, que no corría ningún peligro a su lado, me susurraba al oído que todo iba a estar bien, que no me iba a dejar sola y que confiara en él. 

Simples palabras con un inmenso poder en cada una de ellas, tanto que pudo calmarme, pude encontrar la paz que necesitaba, la seguridad y protección que tanto anhelaba y que nunca tuve.

—Pequeña, está empezando a hacer frío, me encantaría continuar aquí contigo, pero no tenemos abrigos adecuados y puedes resfriarte. ¿Qué te parece si te llevo a comer algo? 

No quería hacerle un desplante luego de haberme ayudado y de estar aquí conmigo esperando paciente que me calmara. 

—Me encantaría Edward, pero debo verme horrible.

—No lo creo, eres muy hermosa, déjame verte.

No entiendo qué tiene la voz de Edward que me hace obedecerlo. Ambos nos levantamos y giré sobre mis talones para verlo, grave error, sus ojos preocupados se anclaron a los míos. 

Entonces me tomó por sorpresa que su mano viajara y acariciara mi mejilla, aunque mi cuerpo quería huir y no sentir, mi corazón quería quedarse.

—Te pareces a Rudolf, el reno de santa—me dice sonriente y yo le sonrió de vuelta—, tienes la nariz roja, pero te ves preciosa—siento como mi rostro se calienta con lo que me dice—. Entonces, ¿aceptas mi invitación?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.