Fuimos a desayunar a una cafetería bastante concurrida, Petrie Court café ubicada en el Museo Metropolitano de Arte, jamás había venido aquí, creo que lo hubiera pensado dos veces antes de hacerlo. Este lugar desprende lujo y elegancia con su toque parisino, esas sillas thonet más la decoración le dan un toque minimalista, pero sofisticado. También tiene una vista al Central Park magnífica, los grandes ventanales son estupendos, llenan de mucha iluminación el lugar y el ambiente es acogedor.
Esta cafetería es preciosa y me encantó que Edward me trajera aquí.
Al tomar asiento enseguida nos trajeron la carta y Edward se encargó de pedir un desayuno delicioso para ambos. Simplemente lo dejé porque no me quería llevar una sorpresa con los precios y luego sentirme mal, este lugar se nota que debe ser costoso.
—¿Qué te parece el lugar?—me preguntó.
—Es precioso y esta mesa cerca de la ventana está perfecta. Gracias por traerme aquí.
—De nada. Me encanta verte sonreír y creo que se convertirá en mi pasatiempo favorito—sentí mi cara arder de vergüenza mientras él sonreía tan tranquilo—. Quiero que esta noche tengamos nuestra primera cita, ¿qué dices?
Su propuesta me tomó por sorpresa, pero no necesité pensarlo mucho. Quiero ir con él, quiero pasar más rato con él y ver hasta donde me lleva el encanto de cenicienta. Así que sin hacerme la de rogar contesté:
—Acepto.
—¿De verdad?—asentí—. Entonces pasaré por ti a las 8:30pm.
Aunque sentía vergüenza necesitaba preguntarle:
—¿A dónde me llevarás?, pregunto para saber qué debo ponerme esta noche.
—Un vestido no muy elegante estaría bien. ¿Tienes alguno?
—Creo que puedo hacer algo al respecto, no te preocupes.
—Podemos comprar uno, no tengo ningún problema, siempre y cuando te veas preciosa en el.
Edward me resultaba un hombre encantador, tanto, que no podía despegar mis ojos de los suyos, siempre tenía las palabras adecuadas para hacerme sentir bien y sobre todo, sabía qué decir en el momento justo.
—No te preocupes, tengo un vestido para esta noche, tan solo espero que sea suficiente.
—Lo será.
Entonces extendió su mano y tomó la mía entre las suyas, me miró de esa manera como solo él sabe hacerlo y me robó el aliento completamente, finalmente dejó un casto beso en mis nudillos y, sentí morir y revivir en cuestión de segundos.
Nuestro desayuno llegó, comimos entre risas y hablamos de una que otra cosa, por primera vez disfruté de la compañía y cercanía de Edward. Me resultaba divertido y tan fácil hablar con él que el tiempo se nos fue sumamente rápido. Cuando nos dimos cuenta, ya estábamos caminando hacia la salida de la cafetería y, en menos de quince minutos ya estábamos en la clínica trabajando de lleno.
Durante y después del almuerzo mi teléfono no paraba de vibrar. Brenda me veía divertida, pues sabía que Edward me escribía demasiado, y yo le contestaba los mensajes casi que de inmediato. Él me hace sonrojar con todo lo que me escribe, es un romántico de primera y eso me encanta de él. Me fascina sentirme atraída, importante y segura en los brazos de un hombre que muy en el fondo sabía que no iba hacerme daño.
Siento mucho miedo de que todo termine mal entre nosotros. Sé muy bien que no tenemos nada formal hasta ahora, que nos estamos conociendo poco a poco, pero aún así no quiero que Edward se aleje de mí. En estos momentos siento un miedo devastador de desagradarle, de que se dé cuenta de que estoy manchada y que me repudie es mi mayor miedo.
Eliminé esos malos pensamientos de mi mente porque no me hacen bien y no me dejan avanzar. Entonces aprovechando que tengo a Brenda frente a mí, le dije:
—Tengo mi primera cita con Edward esta noche.
—¡Qué!—exclamó sorprendida—, ¿qué le dijiste?
—Que sí.
—Muy bien. ¿Tienes qué ponerte?—preguntó curiosa—, y no me mientas.
—Sí, tengo un vestido que desempolvare para utilizarlo, aunque no sé si me quede.
—Mmmm, si es lo que te preocupa yo tengo la solución. Tengo un vestido que es muy lindo y puede quedarte muy bien.
—¿De verdad?—pregunté emocionada.
—Sí, de verdad. No permitiré que mi hermanita vaya a su primera cita como una loca.
—Gracias, Brenda.
Me sentía demasiado emocionada, pero de pronto Brenda tomó mi mano entre las suyas, me hizo mirarla y me dijo:
—Deja que las cosas vayan fluyendo poco a poco, si no te sientes lista para un beso o acercamiento solo háblalo con él, pero no te alejes, ese hombre te quiere y lo que me deja tranquila es que no es un niño. Edward sabe lo que quiere y sé que te va a cuidar.
—Yo también siento lo mismo, no sé qué me pasa cuando estoy con él, pero me siento tranquila y puedo estar confiada de que nada va a suceder estando a su lado.
—Me alegra que estés cómoda con él, lo que menos quiero es verte sufrir, pero todo a su tiempo. Deja fluir las cosas solo cuando te sientas segura.