Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 18

Besarla me sabía a gloria y despegarme de su boca era una tortura para mí, sus manos al principio estaban quietas, pero luego se movían alrededor de mí cuello, de mis brazos, de mi pecho. Su simple toque enviaba descargas eléctricas por todo mi cuerpo y quería tenerla desnuda en mi cama y yo entre sus piernas. 

Entonces tuve que parar esto porque como siguiéramos así, no iba a poder detenerme haciendo uso de todo mi autocontrol.

Rompí el beso antes de que mi deseo se hiciera más grande y notable. Ella me miró confundida y podía notar sus pupilas levemente dilatadas, sus labios hinchados, su respiración agitada y se veía ante mis ojos hermosa de esa manera. 

—¿Pasa algo? ¿Hice algo que no te gustara?—me preguntó.

—No es eso pequeña—la tomé del rostro y juntando nuestras frentes le dije—: No quiero hacer algo que te incomode y terminar faltando a mi palabra. 

—Dijiste que no harías nada sin mi permiso.

—Y es lo que pretendo hacer, pero soy hombre Letty y también siento, por eso preferí parar todo antes de cometer una estupidez.

—Entiendo, pensé que había cometido un error.

—Eres hermosa y me encantas, pero prefiero llevar todo con calma, no quiero apresurarme a nada, quiero que todo fluya y se dé por sí solo. Me encantan tus besos, son deliciosos. 

Ella sonrió y ante la vergüenza que sintió quiso esconder su rostro y no lo permití.

—Vete acostumbrando a mis palabras, porque siempre te voy a halagar y a decir lo que me encanta de ti. Eres perfecta para mí. 

Entonces ella me tomó de la parte posterior del cuello, me hizo bajar para quedar a su altura y me besó en los labios. Fue un beso fugaz, pero inocente, así como ella. 

—¿Qué hice para merecer ese beso?

—Todo, tú también eres perfecto para mí y—pensó muy bien lo que diría a continuación—... Me encantan tus palabras, creo que podría acostumbrarme a ellas muy rápido. 

—En ese caso pequeña, vete acostumbrando desde yá. Te llevaré a casa.

La tomé de la mano para salir del departamento, pero lo que dijo me dejó congelado en el sitio.

—Quiero quedarme junto a tí esta noche. ¿Puedo?

—Mañana tenemos trabajo pequeña.

—Sí, pero en la tarde. En la mañana tenemos la agenda libre.

—Me encantaría que te quedaras, no sabes cuánto, pero temo no controlarme y hacerte sentir incómoda.

—Sé que eso no va a pasar, contigo me siento segura y completa, por favor. Solo será por esta noche. 

—Está bien pequeña, todo lo que diga mi novia. 

Por la hora nos encaminamos a mi habitación y Letty admiraba todo a su alrededor.

—¿Todo bien pequeña?

—Sí, es solo… que todo es blanco aquí—expresó cabizbaja. 

—¿No te gusta el blanco?

—No.

—A mí me encanta porque representa pureza, pulcritud y paz. ¿A tí por qué no te gusta?

—Solo me trae malos recuerdos—bostezó y no quise preguntar nada más.

Entré en el closet y saqué un conjunto de pijama para ella, sé que le quedará enorme, pero no tengo ropa de mujer y nada adecuado para ella, lo extendí en su dirección y le señale el baño. Ella enseguida se adentró en el y yo aproveché de cambiarme en el espacioso closet. 

Me siento en la orilla de la cama para revisar mi teléfono, luego camino hacia el balcón de la habitación para cerrar la puerta que dirige hasta él y Letty sale del baño con la camisa y el pantalón puestos. 

Me río de ella porque se ve adorable con mi ropa y chistosa a la misma vez, se acerca a mí a paso lento y al llegar hasta donde estoy me abraza.

—¿Puedes dejar alguna luz encendida? No me gusta la oscuridad—me miró y dijo—:  Por favor, luego volvió a esconder su rostro en mi pecho.

—Pero estoy aquí a tu lado pequeña, nada va a pasar, yo te cuido y velaré tus sueños—dije mientras acariciaba su sedoso y brillante cabello. 

—Gracias, sé que me cuidaras.

—¿Cómo estás tan segura?

—No lo sé, simplemente sé que vas a cuidarme.

Me reí ante su inocencia, si supiera todo lo que quiero hacerle en este momento huiría de mí, pero me alegraba que ella me diera este voto de confianza.

—¿Le avisarás a tu amiga?

—Ya lo hice.

—Entonces vamos a la cama hermosa, tienes que descansar—ella asintió. 

Le di el lado derecho de la cama y tomé mi distancia de ella, aunque moría por estrecharla entre mis brazos, me contuve, creo que para mí será una noche demasiado larga.

Hablamos de una que otra cosa hasta que ella se quedó totalmente dormida y yo solo podía admirarla, era como un sueño para mí tenerla aquí conmigo y que sea lo primero que vea al despertar. 

Entonces la arropé muy bien y tiempo después caí rendido. 

 

 




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