Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 19

—Preciosa, ¿qué ocurre? ¿Por qué lloras?—me preguntó con cariño.

Sé que Edward está preocupado por mi, pero yo estoy aterrada. No quiero arruinar esto con él cuando apenas está empezando, Edward me gusta demasiado, más de lo que llegué a imaginar. Jamás pensé que llegaría a gustarme tanto un hombre después de lo que sufrí.

El miedo de perderlo está cada vez más latente en mi pecho y tengo mucho miedo de que se entere.

No sé cuál será su reacción, pensé que estando a su lado estaría bien, pero la verdad es que en ese sueño volví a revivir todo una vez más. Me tranquilice cuando Edward envolvió mi cuerpo con sus brazos, cuando se acostó nuevamente en la cama conmigo sin soltarme y dándome toda la seguridad que necesitaba.  

Quería disfrutar de la calidez que desprende su cuerpo, de la tranquilidad de su respiración, de todo lo que él me brinda entre sus brazos.

Aún entre sollozos contesté:

—Tengo miedo de que cuando sepas mi verdad te alejes de mi—solté sin pensar y sentí como cada músculo del cuerpo de Edward se tensó.

Entonces me hizo despegar de su cuerpo, colocó sus manos a ambos lados de mi rostro y me hizo mirarlo.

— ¿De qué verdad hablas? Cuéntame lo que te pasa Letty—está preocupado—. Quiero ayudarte pequeña.  ¿Cómo estás tan segura de que me alejaré de ti?

—No lo sé, simplemente siento que será así.

—¿Tan mala persona crees que soy?  Letty no sabes lo que daría en estos momentos porque confiaras en mí—junto nuestras frentes—. Estoy preocupado pequeña, temo que te rompas aún más cuando yo no esté cerca para calmar tu dolor, quiero ser yo quien calme tu aflicción, quiero ser solo yo quien siempre esté a tu lado.  

—Y quiero que estes conmigo siempre Ed, pero…

—¿Quieres hablarlo ahora?—niego inmediatamente y me abraza—. Tranquila cuando estés calmada y quieras hablar lo haremos, ¿está bien?

—Si.

Entonces sus cálidas manos tomaron las mías que estaban heladas, y dejó un casto beso en cada una de ellas sin apartar la vista de mis ojos.

—Cariño estás muy fría, será mejor que entremos pequeña.  Puedes resfriarte por no estar debidamente abrigada y quiero cuidarte.

Nos adentramos en el departamento y cerró la puerta del balcón. Me tomó nuevamente de la mano con una hermosa sonrisa en su rostro y me dice:

—Vayamos a desayunar, muero de hambre—dice y me lleva con él hacia la cocina.

No me dejó hacer nada por más que le insistí, verlo pasearse por la cocina mientras buscaba todos los ingredientes era un total espectáculo para la vista. No entiendo este deseo que ha despertado en mi cuerpo solo con mirarme, besarme e incluso tocarme las manos.

Lavó varias frutas, las cortó y extendió un plato en mi dirección con muchas picadas.

—Ve comiendo esto por favor. Debes alimentarte bien. ¿Te hiciste los exámenes de sangre?

—Gracias—tomé una fresa y la probé bajo su atenta mirada y él se humedeció los labios—. Aún no, espero poder hacerlo estos días, es solo que no me gustan las agujas, me dan miedo.

—Pequeña—me dijo y lo miré—, la salud es primero y creo que estás tardando demasiado para hacerte esos exámenes.

—¿Crees que tenga algo grave?—pregunté asustada.

—No lo creo, pero es bueno saber que todo está en orden.

—Mmm, le diré a Brenda que me atienda personalmente.

—Me parece muy bien. Espero sea pronto, si quieres puedo acompañarte a hacerte los exámenes.

—No te preocupes por eso Ed. Prometo que al tener los resultados te los llevaré personalmente.

—Eso espero, pequeña.

Se alejó, se colocó el delantal y lo ví hacer una mezcla. Enseguida supe que haría pancakes, en otro sartén con poco aceite agregó cuatro huevos a freír y unas tocinetas. Pasados unos minutos está sirviendo los pancakes y le pido que le coloque mantequilla y mucha miel a los míos, me encantan así. El lo hace con gusto y luego nos sentamos a comer.

—¿Te gusta el desayuno?—me pregunta.

—Me encanta, pero es demasiada comida para mí.

—No es mucha, puedes con lo que te serví.

—Haré un esfuerzo.

Le sonreí y comí bajo su atenta mirada, ya no podía más, pero terminé comiendo todo lo que sirvió en el plato. Quiso poner objeción cuando me ofrecí a lavar los platos y no lo dejé.

Entonces me rodeó la cintura con sus brazos mientras lavaba los platos, pero me sentí extraña cuando empezó a oler mi cabello y a descender dejando un beso en mi cuello.

—Edward basta, déjame terminar por favor.

—No puedo, me encantas y tu olor me tiene loco. Déjame estar un momento más así, por favor.

De pronto comenzó a  acariciar mi cintura y continuó besando mi cuello, aunque al principio me gustó lo que hacía luego de unos minutos ya no lo encontraba agradable, mis alarmas se activaron y quería huir.

—¡Edward no!—grité y un plato se resbaló de mis manos y cayó al piso haciéndose miles de pedazos.




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