Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capitulo 20

El día transcurrió demasiado pesado para mí, Letty no me miró directo a los ojos y estaba incómodo trabajando con ella así. Cuando terminó nuestro turno ella salió del consultorio como alma que lleva el diablo y no la vi más.

Quería poder entenderla, ¿tan malo fue lo que le hice?

Solo me deleité con el olor que desprende su cabello y toda ella, jamás moví mis manos de su cintura y solo dejé un beso en su cuello. Solo quería ver su reacción y fue lo que me dió la pista para que las opciones que tengo rondando en mi cabeza solo se redujeran a  una.

Me decido y salgo del consultorio rápidamente para buscarla, pero me detengo cuando me encuentro de frente con Brenda, la amiga de Letty y Carl.

—Edward, ¿ya te vas?—me pregunta Carl.

—¿Por qué la pregunta? ¿necesitas algo?

—Quería que tomáramos una copa juntos, desde que llegaste no hemos compartido.

—Lo siento Carl, pero será otro día.

—Está bien hermano. ¿Puedes  llevar a Brenda a su departamento?

—Por supuesto—esta precisamente era la oportunidad que necesitaba.

—Disculpen, Carl dijiste que me llevarías—Brenda lo fulmina con la mirada.

—Tengo que reunirme con un amigo, negocios son negocios hermosa. Quería llevar a Edward, pero ya ves que no puede—ella lo observa con los ojos entrecerrados—. Mañana te compensaré, lo prometo.

Carl se despide de mí, deja un beso en la mejilla de ella y se marcha.

Carraspeo y le pregunto:

—Entonces, ¿nos vamos?

—Por supuesto—contestó ella.

La ayudo a subir al auto y emprendemos camino, pero no puedo interrogarla en su departamento así que una idea se hace presente y le digo:

—Brenda necesito hablar contigo, se trata de Letty.

Enseguida voltea en mi dirección y su rostro por lo que puedo ver esta impenetrable.

—¿Qué pasa con Letty? ¡¿Qué le hiciste?!

—Tranquila, solo quiero ayudarla. Créeme cuando te digo que estoy demasiado preocupado por ella.

—Solo espero que no le hayas hecho nada malo—dice y gruño.

—¿Qué te hace pensar que esas son mis intenciones?—pregunto evidentemente molesto.

—¿Y por qué no debería pensar así?—me empiezo a irritar.

 Ya no sé si ser amable con Brenda, pero de que me entero de algo que me ayude, lo haré a como dé lugar.

—Jamás le haría daño, pero me acabas de confirmar mis sospechas y si no me ayudas la que se llevará la peor parte será Letty. Ella sufre y eres allegada a ella, eres como su hermana y…

—¿Y eso qué?—pregunta, esto se está haciendo más difícil de lo que pensé.

—¡Joder!—exploto—.¿Te preocupa letty? ¿Quieres ayudarla de verdad?

Estaciono en un pequeño restaurante cercano a donde vive Brenda, le hago señas para que baje y enseguida me sigue, ordenamos y es ella quien habla.

—¿Qué pasó con Letty? ¿Por qué no está contigo?

—Te contaré porque necesito ayudarla. Tengo conocimientos en psicología y puedo darme cuenta con facilidad de muchas cosas. ¿Sabías que Letty atraviesa un grave trauma?

La vi palidecer con mi pregunta.

—¿De qué hablas?—está nerviosa.

—No lo tengo muy claro aún, tengo mis sospechas de lo que pudo haberle pasado.

Entonces le cuento todo lo que he vivido con Letty hasta ahora. Se sorprende, abre la boca hasta más no poder, pierde el color en el rostro, su nerviosismo no me pasa desapercibido y sé que algo esconde.

Brenda sabe lo que le ocurre a Letty. Le cuento nuestra cita de anoche y lo que hice para que tuviera esa actitud conmigo.

—¡Eres un idiota! ¿Por qué ponerla a prueba para ver cómo reacciona?

—Porque ella no me deja opción y por lo que veo tú tampoco me dirás nada.

—Está claro que no te diré nada. No me compete a mí decirlo, en todo caso que sea ella quien te cuente si es que confía en ti—se queda callada un momento y luego dice—: Aunque con lo que has hecho lo dudo.

En ese momento nuestra comida llega, ella se levanta y sale a paso rápido del restaurante, la intercepto en la salida, pero me dice:

—No te atrevas a tocarme e insistir ya que no te diré nada, eso no me corresponde a mí. Escucha, sé que tienes buenas intenciones con ella, pero la situación me rebasa y no puedo ayudarte sin pensar en ella primero.

—Entiendo perfectamente tu posición, sé que eres su amiga y es difícil esta situación—la miro fijamente—. No me queda más opción que enterarme por mis propios medios de lo que sucede.

—¿Qué harás?—está preocupada. 

—Lo que esté en mis manos para que no caiga más profundo de lo que está. No dejaré que se marchite por más tiempo, haré que vuelva a florecer—sus ojos se cristalizan—. Te llevo a casa, vamos.

Cuando llegamos estaciono y la acompaño hasta la puerta de su departamento.




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