Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 22

Que me dijera que quería ser mía tan segura me hizo lanzarme al precipicio sin paracaídas.

Quiero poder besarla sin tener noción del tiempo, quiero poder tocarla sin restricción y quiero hacerla mía sin contemplación. Quiero que ella experimente el auténtico placer de morir y revivir una y otra vez, pero en mis brazos. 

El sabor de su boca es delicioso, sus besos me llevan al mismo cielo y por primera vez en mi vida puedo sentir espasmos en todo mi cuerpo tan solo con besarla, siento como el corazón se me saldrá del pecho ante las miles de emociones que estoy experimentando en este momento. Es ella la mujer que quiero a mi lado, la mujer que me hace suspirar y de la que estoy completamente enamorado. 

Profundizo el beso e introduzco mi lengua dentro del interior de su boca, haciendo que se le escape un pequeño jadeo que es música para mis oídos. Mis manos por más que quiera no puedo dejarlas tranquilas, las paseo por todo su cuerpo con delicadeza sin llegar a tocar sus pechos y su zona íntima, quiero esperar un poco más.

Ella se aprieta contra mi pecho cada vez más y sus uñas puedo sentir como las arrastra por mi piel de manera deliciosa, el vello de mi cuerpo se eriza y ya no puedo resistirlo más. Me levanto con ella en brazos, y se sujeta a mis hombros.

Abre los ojos y nos miramos con deseo, con pasión, con lujuria. 

Puedo ver sus pupilas totalmente dilatadas y el deseo latente en su mirada. 

—Eres hermosa—le digo y sonríe—, no sabes lo mucho que me encantas y me tienes como loco por ti. 

—Tu eres hermoso también—me saca una sonrisa. 

—No tanto como tú. Te amo cariño.

Mi confesión la deja sorprendida por leves segundos y dice:

—No sé si estoy enamorada de ti, no sé lo que es el amor, pero estoy segura de que quiero estar a tu lado y compartirlo todo contigo. 

—Entonces te ayudaré a descubrir lo que sientes por mi.

La acuesto es la cama y aún mirándonos le digo:

—No apartes tus ojos de los míos—ella asiente.

La beso y ella me corresponde con la misma fuerza, beso su mejilla y voy descendiendo con mis besos por su maravilloso cuello que quiero devorar.

De pronto la camisa que tiene puesta me estorba y no me deja ir más allá. Me separo de ella y empiezo a desabotonar la camisa bajo su atenta mirada y cuando estoy cómodo entre sus piernas y voy por el tercer botón revelando su hermoso brasier negro, desciendo para dejar leves besos por encima de la tela. Pero como soy impaciente tiro de la camisa haciendo que los botones vuelen por todas partes y con ellos los gritos de Letty. 

No entendí como de estar tranquila y deseosa, pasó al llanto, a la desesperación y a los gritos. 

—Amor tranquila soy yo.

Ella no me escuchaba, seguía gritando y decía que no lo hiciera. 

—¡No! ¡No! ¡Papá por favor! No lo hagas. 

—Letty soy yo, Edward. 

La desesperación y el miedo de ella podía sentirlo propio. Me alejé de su cuerpo y cuando elevó las manos por encima de su cabeza y vió hacia el techo, de pronto los gritos cesaron para darle paso al llanto, se retorcía en la cama y entonces supe lo que pasaba. 

—¡Nooooo!—un grito demoledor escapó de su garganta y lágrimas abandonaron mis ojos. 

Entonces ella fue consciente de lo que pasaba, al principio me miró con rabia y me dolió que me mirara así. 

—¡No te acerques a mí!—exclamó.

—Cielo soy yo, Edward. Tranquila. 

Cuando quise acercarme a ella me lanzo una almohada que esquive, se abrazo a sus piernas y enterró la cabeza entre ellas. Lloró con verdadero dolor y me desesperé por tratar de tranquilizarla. 

—Amor mírame por favor. 

—¡Aléjate de mí! ¡Te odio! 

—¡Mírame carajo!—exclamo y me desespero al mismo tiempo—, por favor mírame. 

Lo hace, entonces me acerco a ella y la abrazo. Se aferra a mi cuerpo con fuerza y su cuerpo se sacude presa del miedo. 

—Yo no quería, Edward. Lo juro yo …

—Shhh, tranquila. ¿Quieres hablarlo?

—Cómo podía decirte que mi padre abusó de mí cuando tenía solo doce años. ¡Cómo! Lo odio a él, a mi madre y a todos los hombres...los aborrezco, son malos. 

—También es lo que piensas de mí—sus palabras y su dolor me parten el alma. 

Se queda callada y luego dice:

—Tu me haces bien, pero tenía miedo de esto, de que lo supieras y me repudiaras. Ahora que lo sabes seguro te alejaras de mí y lo entiendo, estoy sucia, manchada, soy un asco. 

Tomo su rostro en mis manos y le digo:

—Jamás vuelvas a pensar por mi. Deja tus inseguridades a un lado por favor. Yo no siento asco de ti y saber tu verdad no me aleja Letty, yo intuí que tenías un trauma y en mi única opción por tus actitudes y acciones sabía que algo así te había pasado, pero jamás pensé que haya sido tu propio padre—la rabia me inunda—. Si tuviera oportunidad, lo mataría con mis propias manos por abusar de ti, por romper un alma pura, por marcarte y dañarte de esa manera—deja que la abrace y con cariño le digo—: Te ayudaré, estamos juntos en esto, lo superaremos juntos, ¿está bien?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.