—¿Cómo te sientes cariño?—me pregunta mientras acaricia el contorno de mi rostro.
—Muy bien. Siento un poco de incomodidad, pero estoy feliz—Edward deja un casto beso en mi frente mientras desayunamos.
—¿Estás segura de que no te he hecho daño?
—Muy segura amor. Estoy bien, no te preocupes—acaricio su mejilla y veo cómo sus facciones se relajan.
—Es que no te he dado descanso cielo, por eso me preocupo. Pienso que fui muy duro al poseerte por segunda vez en la ducha, no estás acostumbrada y…
—Y nada amor. Me siento completa ahora porque tú eres mi otra mitad y me encanta hacer el amor contigo—le digo viéndolo fijamente a los ojos y él sonríe—. Eres cuidadoso, me transmites tu deseo, tu amor a cada instante. ¿Qué más puedo pedir? Soy demasiado afortunada.
—El afortunado soy yo, mi cielo. Eres la mujer de mi vida—deja un casto beso en mis labios—. Me encanta cuando me llamas amor o con algún diminutivo cariñoso.
Le devuelvo el beso en los labios, en la nariz, en cada una de sus mejillas y le digo:
—Y tú eres el hombre que amo—juntamos nuestras frentes.
—Será mejor que comamos pequeña. Se me olvidó informarte que mi hermana llega hoy en la tarde—lo miro sorprendida—, así que iremos de compras porque no creo que querrás ir al aeropuerto con mi suéter y sin bragas.
—¡Por supuesto que no!—exclamo y me río.
—Entonces terminemos de desayunar para irnos de compras. La diseñadora de interiores vendrá hoy para mostrarnos el catálogo de la paleta de colores, así que escojeras el que más te guste.
—Edward no…
Mis palabras quedaron en el aire cuando Edward rodó la silla en la que me encontraba sentada, colocó ambos brazos a cada lado del espaldar impidiendo que escape y mi rostro quedó a escasos centímetros del suyo. Tragué grueso cuando lo tuve cerca de mi rostro, ahora Edward tiene demasiado poder sobre mí, sobre mi cuerpo y es extremadamente difícil contenerme, no desearlo o tocarlo cada vez que lo tengo así de cerca. Aprieto fuerte las piernas ante las miles de sensaciones que me gobiernan en este momento, su penetrante mirada azulada la clava en mis ojos y me petrifica, este hombre me hiela la sangre, me calienta el cuerpo, el alma y me transmite amor a cada instante.
Entonces cuando consigo respirar me dice:
—Este departamento también es tuyo—afirma—, y quiero que esté decorado a gusto de ambos. Y no se diga más del asunto—sentencia y su ceño se suaviza—. Ahora quiero besarte, ¿puedo?
—Siempre.
Entonces Edward me besó con delicadeza y ternura, pero quería más, buscaba más de él. Decido profundizar el beso, lo atraigo más a mi cuerpo para sentirlo y cuando enredo mis manos en la parte posterior de su cuello y acaricio su cabello, solo pasan segundos cuando se separa de mí lentamente y me dice:
—Cariño me encantas, me vuelves loco—susurra contra mis labios—, pero será mejor que nos vayamos de compras, porque de no ser así… te garantizo que no te dejaré salir de la cama.
—Está bien—fue todo lo que dije y bajé de la silla cabizbaja.
Entonces Edward impidió que me marchara, me tomó por el codo y me detuvo, me acercó más a su cuerpo y mirándome fijamente a los ojos me dijo:
—Amor te deseo, no tienes la mínima idea de cuánto—deja un casto beso en el dorso de mi mano que me hace suspirar y me dice—: Pero tenemos cosas que hacer, también debes descansar, no quiero ser irresponsable y causarte daño. Me preocupo por ti. ¿Puedes entenderme?
—Te entiendo porque a mí me pasa lo mismo. No sé porqué, pero solo con tenerte cerca ya quiero estar entre tus brazos nuevamente—siento como mi rostro se calienta y Edward sonríe, su perfecta sonrisa va a matarme un día de estos—. Siento deseos de estar contigo—dije apenada.
—No cariño, no sientas vergüenza de decirme cosas como esas, es algo natural y que venga de ti no sabes cómo me vuelve loco. Me encanta que eso esté pasando porque quiero que sientas mucho más, que experimentes todo a su debido tiempo, pero conmigo. Te amo cariño.
—Y yo te amo mucho a ti, cariño—termino de decir y me sonríe abiertamente.
Por dios, siento que no me puedo contener delante de Edward, su virilidad me atrapa, me enloquece, me ciega y quiero poder compartirlo todo con él. Estoy demasiado enamorada y más afortunada no me puedo sentir.
Dejamos los platos en el lavavajillas y fuimos directo a la habitación de Edward para vestirnos. Cuando terminé de colocarme el uniforme de la clínica sentí un leve mareo que me desestabilizó, me sostuve de la encimera del lavamanos del baño para no caer ante la debilidad que sentí de pronto, cuando alcé la vista y me miré en el espejo sentí que algo caliente bajaba por mi nariz, me asusté cuando ví como la sangre emanaba de ella.
No supe qué hacer cuando Edward empezó a tocar la puerta del baño preguntando si todo estaba bien. Respiré hondo ante los nervios que me gobernaron en ese momento y traté de recomponerme para que él no se diera cuenta de nada, le contesté como pude entre lo que creí estable, me lavé la cara y esperé que el sangrado se detuviera para poder salir.
Ahora mi miedo era mayor, en este punto de mi vida cuando todo empieza a tener sentido y a encajar, no puedo darme el lujo de tener una enfermedad de gravedad. Quiero vivir y poder estar al lado del hombre que amo y que sé que también me ama.