Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 28

—¡Qué bueno que llegaste!—expresa Edward muy animado y dice—: Pasa por favor, estás en tu casa. 

—Gracias, Edward—contestó ella.

Cada palabra que sale de su boca la dice de manera pausada, con coquetería y siento que la odio el doble. 

Ella tomó asiento y Edward le trajo una taza de café, respiré profundo porque sé que mi amor es todo un caballero, pero mis celos no me ayudan en nada.

—Jessica, ella es mi hermana Laura—Edward señala a su hermana y ellas estrechan las manos sonrientes, Edward toma asiento a mi lado y dice—: Y esta hermosa chica es Letty, mi novia.

Fue decir eso y la sonrisa de Jessica desapareció. Celebré en mis adentros que mi amor no me negara o dijera que solo soy una amiga. Estrechamos las manos y me di cuenta de que ella no apretó la mía, cuando retiró su mano la limpió disimuladamente del borde de su vestido con evidente asco.

Entonces probó el café que hizo mi amor sin despegar sus ojos de él y dijo:

—Tu café es delicioso, eres exquisito. 

«¡Eres exquisito!»—grité en mis adentros.

¡Pero qué le pasa a esta mujer!, esa fue una indirecta muy directa y no me hace gracia que ella esté aquí. Prefiero que Edward deje el departamento como está a qué esta mujer continúe en el mismo espacio que nosotros. 

Edward se removió en su lugar y tomó mi mano. 

—Te hice venir porque a mí novia no le gusta la decoración del lugar. Quiero que le muestres la paleta de colores a ella, por favor.

—Por supuesto. Aunque no veo mayor problema, podemos pintar una pared y colocar adornos acordes y listo—expresa sonriente.

Ella saca un folder negro del interior del maletín y lo extiende en mi dirección. 

—Ahí tienes linda, escoge el que más te guste—se quedó pensativa y luego dijo con coquetería—: Aunque sigo insistiendo en que deberías dejarlo todo en mis manos Ed, sabes que haré un magnífico trabajo, ya lo has comprobado. 

Podía sentir en cada una de sus palabras la malicia, la indirecta y que lo llamara Ed no me gustaba para nada. Así solo le digo yo a mi amor. 

Laura de pronto se puso seria, me hablaba con los ojos y con cada una de sus expresiones. Ella también se había dado cuenta de las intenciones de la arpía frente a nosotras. 

—Entonces linda, ¿qué color te gusta o necesitas ayuda?—Jessica se levantó de su asiento y se sentó justo al lado de Edward, cerré los ojos buscando tranquilidad y estabilidad en mi interior porque sentía que la sacaría de los cabellos—. Si necesitas ayuda aquí estoy. 

Podía observar por el rabillo del ojo como se acercaba a mi amor, ya no pude aguantar más y exploté. Cerré el folder molesta y dije:

—¿Has venido a trabajar o a coquetearle a mi novio?—dije sin titubear. 

Laura se puso cómoda en el sillón y Edward me dió una sonrisa ladina demasiado bella, quería comérmelo a besos en ese momento delante de ella. 

Jessica estaba roja de la rabia, podía sentirlo. Entonces puso su mejor cara y dijo:

—Por supuesto que he venido a trabajar linda. Soy una mujer profesional—expresó confiada. 

—Si fueras profesional no te hubieras vestido de esa manera tan… exhibicionista—ella abrió los ojos con evidente asombro—, y si ese fuera el caso porque a lo mejor es tu forma de vestir… al menos respetaras a los hombres ajenos.

No podía aguantar más tiempo sin decir nada, estaba que ardía de la cólera que sentía en esos momentos.

—Creo que has malinterpretado las cosas linda y…

—No—corté inmediatamente—. No he malinterpretado nada. ¿Sabes qué? Escogeré los colores cuando vaya a comprarlos personalmente o contrataremos a alguien que sí sepa hacer su trabajo, no te necesitamos. 

—Pero…

Quiso decir algo más y Edward la interrumpió.

—Ya has escuchado a mi novia, ella cambiará todo a su gusto—Edward se levantó de su asiento y caminó en dirección a la puerta—. Ya te puedes retirar—abrió la puerta para que ella saliera. 

Jessica antes de irse me miró con rabia, recogió sus cosas y caminó en dirección a la puerta. Cuando llegó a Edward le dijo alto y claro:

—Ed, creo que estás cometiendo un error. Ella es una niña inexperta para ti, no sabrá nada de colores, ni decoración y…

Edward la interrumpió y se acercó a ella de manera intimidatoria.

—Ella es mi novia y la respetas. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta de tus segundas intenciones? Con todo respeto Jessica, no eres mi tipo de mujer, gracias por venir, pero no necesitamos de tus servicios. 

Finalmente ella se fue echando humo por los oídos y yo me quedé más tranquila, como también amé que el amor de mi vida me defendiera cómo lo hizo. 

—¡Mujer eres de armas tomar!—exclama y aplaude Laura—. Si tú no la colocabas en su lugar, lo iba a hacer yo. 

—¡Por dios! No sé de dónde me salió decirle todas esas cosas—expreso en voz alta.

Laura continúa aplaudiendo, se disculpa un momento y se retira a un lado para atender una llamada. Edward se sienta a mi lado, me abraza y me dice:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.