Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 29

Me levanté con pesadez de la cama, observé la hora y son las 7:30am, revisé mi teléfono y al no encontrar nada relevante e importante me giré en dirección a la mujer de mis sueños. 

Letty dormía plácidamente boca abajo, su cabello estaba esparcido en la almohada y parte de su rostro, retiré los mechones que no me dejaban contemplarla como quería y dejé un beso en su mejilla antes de adentrarme al baño y hacer mis necesidades.

Una hora más tarde ya tenía el desayuno listo, Laura acababa de llegar para desayunar con nosotros y luego irnos de paseo el resto del día. Ahora me tocaba la tarea difícil, despertar a Letty.

Caminé en dirección a mi habitación donde descansaba cómodamente la mujer de mi vida. No quería despertarla, pero tampoco podía dejar que continuara durmiendo por más tiempo.

Soy consciente de que si no la levanto ahora, ella seguirá de largo y eso no es sano para ella.

—Mi Amor, levántate. Laura ya llegó y nos está esperando para desayunar juntos—susurré en su oído.

—Diez minutos más, por favor—me dice adormilada.

—No, señorita. Ya está bueno de tanto dormir y necesitas comer.

Ella se remueve en la cama y abre los ojos lentamente, se sienta y cubre su desnudes con la sábana. 

—Ahora ve al baño—le digo mientras acomodo un mechón de cabello detrás de su oreja—, te espero en la cocina, mi cielo—le digo y ella sonríe.

—Está bien—me dice y deja un casto beso en mis labios antes de adentrarse al baño. 

Minutos después, Letty aparece vestida con un abrigo mío que le llega por las rodillas y unas medias tobilleras, su cabello está recogido en un moño alto desordenado que la hace ver el triple de hermosa. Cuando me mira; su maravillosa sonrisa se expande en sus labios y me complace verla así de feliz a mi lado. 

Saluda a mi hermana y se abrazan efusivamente, verlas así me deja más que satisfecho. Luego llega hasta mí y me abraza con cariño, dejo un beso en su frente y le hago señas para que tome asiento mientras sirvo el desayuno para todos. 

—No Ed, quiero ayudarte—se quejó mientras se cruzaba de brazos.

—Eres mi invitada y hoy es tu último día conmigo en el departamento, déjame atenderte—Letty rueda los ojos con fastidio, suspira y se sienta con mi hermana.

—Tu hermano no me deja hacer nada—expresa molesta y me río en mis adentros.

—Pues, deberías aprovecharte de eso linda. Él es el hombre que toda mujer quisiera tener, no es porque sea mi hermano, pero él es un cien—dice Laura coqueta—. ¡Tan solo míralo Letty!, es alto, demasiado guapo, fiel, cariñoso, amoroso, atento y solo tiene ojos para tí. ¿Qué más puedes pedir? 

Me río por lo que dice mi hermana.

—En eso tienes razón, pero no se me van a caer las manos por ayudarlo. 

—Te entiendo, linda. Pero cuando el hombre quiera atenderte simplemente déjalo y no le quites la idea, siéntete afortunada de que eso esté pasando porque no todos lo hacen. ¡Ojalá yo corriera con la misma suerte que tú! 

Ellas se ríen y Letty dice:

—Tu hermano es maravilloso y lo amo. 

—Me alegra escuchar eso Letty, sé que serán muy felices juntos, ambos lo merecen.

Entonces cuando Letty quiso decir algo más, las interrumpí al llegar con el desayuno servido, apoyé mis manos en la encimera y mirándola fijamente a los ojos le dije: 

—Yo te amo mucho más a ti, mi cielo—ella me sonrió con ternura, no me pude aguantar y dejé un casto beso en sus deliciosos labios.

—¡Ay! ¡Ya dejen de comer delante de los pobres!—se quejó mi hermana.

Desayunamos entre risas. Laura nos contó de sus posibles proyectos en Nueva York, lo que me dejó asombrado porque hasta donde sé venía por un tiempo nada más. Igual la apoyaba en todo lo que quisiera hacer por sí misma y que emprendiera en su propio negocio me dejaba más que satisfecho, verla segura, realizada y más animada que antes me dejaba tranquilo. 

Por otra parte, me di cuenta de cómo Letty luchaba por comerse la mayoría de su desayuno. Me dejó tranquilo el esfuerzo que hizo por comer más de la mitad y complacerme, pero que no tenga apetito ya es demasiado preocupante.

Ahora sus hermosos ojos son reemplazados por esas horribles ojeras, cansancio es lo que refleja su rostro, está pálida y hasta más delgada que cuando la conocí. En la cama siempre queda cabello en cantidad y sé que aunque no me lo diga ella está sufriendo estos cambios en su cuerpo, se siente fea, poca cosa y eso me lo pudo transmitir anoche cuando estuvimos juntos de nuevo. 

Aunque trato de decirle lo hermosa que es para mí, no se siente segura de sí misma. 

—Cariño, ¿estás lista?

Letty tenía más de veinte minutos en el baño y solo iba a cambiarse, su voz la escuché más apagada que de costumbre cuando contestó y me preocupé, quería abrir la puerta, invadir su espacio y que me dijera lo que le pasaba, pero temía su reacción y no quería estropear este día. 

Cuando al fin salió, la contemplé vestida y aunque estaba totalmente cubierta por la temporada de frío me parecía maravillosamente hermosa. Además, se había maquillado sutilmente y dejado el cabello suelto.




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