Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capítulo 30

La mañana del lunes llegó rápidamente, amanecer con el hombre de mi vida en su habitación y en su cama me hacía extremadamente feliz. Me levanté primero que él y tras hacer mis necesidades, ducharme y vestirme, decidí que quería hacer algo por él.

Fui a la cocina y preparé un desayuno completo para mi amor, esta mañana había amanecido con hambre ya que no quise cenar anoche. Recordé que le había prometido a Edward hacerme los exámenes de sangre lo más pronto posible, tenía la incertidumbre de saber qué rayos me pasaba.

Cuando estaba por terminar de organizar el desayuno para llevarlo a su habitación, sentí el aroma de Edward inundar mis fosas nasales y me deleité. 

—Buenos días, mi cielo—susurró en mi oído al tiempo que dejaba un beso en mi mejilla. 

—Buenos días, mi amor. Te preparé el desayuno.

Entonces sus manos se posaron a cada lado de mi cintura y giré sobre mis talones para mirarlo. 

—¿Te he dicho lo hermosa que te ves hoy?

—Lo acabas de hacer. Tu también estás muy guapo, bueno; siempre lo estas. 

su carcajada inundó toda la cocina. 

—Me encanta cuando te sonrojas para mí—dejó un casto beso en mis labios y preguntó—: ¿Dónde está tu desayuno?

—Me haré los exámenes de sangre hoy, así que es mejor que no ingiera alimentos. 

—Me parece bien, desayunaré rápido y nos iremos. ¿Todo está bien?

—Sí.

Sé que Edward sabía que estaba nerviosa, por eso me abrazó y besó mi cabello. Él me transmitía su amor, su apoyo y seguridad. 

—Tranquila, cariño. Sé que todo saldrá muy bien. 

—¿Y sino es así?

Edward me despegó de su cuerpo y sentí mis ojos humedecerse.

—Sino es así… aquí estaré para tí, seré tu apoyo y tu refugio cuando te sientas caer. Lo afrontaremos juntos, mi amor—secó mis lágrimas y me dijo—: Mírame—hago lo que me pide—, no olvides que te amo con locura, por sobre todas las cosas y  estaré dispuesto a lo que sea por no alejarme de tí. Pase lo que pase; prométeme que no me lo ocultarás y mucho menos te alejarás de mi lado.

No quería hacer tal promesa, porque de tener algo grave no creo que pueda soportar tener a Edward a mi lado, sufriendo conmigo y haciéndolo infeliz.

—Cariño, necesito que lo prometas, por favor. 

—De tener algo grave… ¿cómo podría atarte a mí y hacerte sufrir de esa manera?

—Porque me amas y te amo, porque esto es un juntos para siempre y porque no te dejaré ir por más que me alejes. Ahora, promételo. 

—Lo prometo. 

Fue todo lo que dije, Edward desayunó en completa calma mientras lo esperaba en el balcón para irnos, me perdí tanto en mis pensamientos que no me dí cuenta cuando llegó hasta a mi. Cubrió mi cuerpo con un sueter de gabardina negro, tomó mi mano y salimos de su departamento. 

Mientras íbamos en camino a la clínica ninguno dijo nada, sé que él también está sumido en sus pensamientos y quisiera… pagaría lo que fuera por poder escucharlos. Al llegar a la clínica pensé que él se iría al consultorio y me esperaría allí, pero fue todo lo contrario, aún tomados de la mano caminó conmigo en dirección al laboratorio y fue un golpe de suerte para mi que estuviera Brenda. 

—¿Qué haces aquí? ¿Cuando llegaste? Eres una mala amiga, ni una llamada—Brenda me abrazó eufóricamente.

—Acabo de llegar. Edward consumió mi fin de semana. 

—Lo puedo imaginar—Brenda saludó a Edward con un beso en la mejilla—. ¿Qué te trae hasta aquí? porque recuerdo que no te gusta venir al laboratorio. 

—La vine acompañar para que se realice exámenes de sangre completos. Es la única manera de quedarme tranquilo—expresa Edward y Brenda me mira sorprendida.

—¿Pasa algo? ¿Estás bien?

Está preocupada lo sé, para tranquilizarla le digo:

—Lo estoy. No te preocupes.

—Siéntate, no has comido nada, ¿verdad?

—No.

Los nervios se apoderaron de mi cuerpo y empecé a temblar sin control, odio las agujas. 

—Tienes que relajarte Letty, así será menos doloroso y podré encontrar la vena rápido. 

Las palabras de Brenda no me estaban ayudando. Entonces sentí el cálido tacto de mi amor en mi mano, él se encontraba sentado frente a mí y me dijo:

—Tranquila, le he puesto seguro a la puerta para que nadie… además de nosotros te vea así en este momento—asentí y le agradecí—. Mírame y relájate, mi cielo. 

Sentí cuando Brenda colocó la liga en mi brazo y limpió con el algodón humedecido en alcohol; la zona de donde extraerá la sangre. Sentí un poquito el piquete en el brazo cuando entró la aguja y después de ahí todo fue rápido. Extrajo dos tubos de sangre y fue suficiente para terminar un poco mareada. 

Brenda colocó algodón seco y una bandita en mi brazo, luego lo mantuve arriba por unos minutos al tiempo que inhalaba alcohol para que el mareo desapareciera pronto. Cuando estuve mejor, Edward le dijo a Brenda que los  exámenes de sangre los venía a buscar él personalmente, ella asintió, nos despedimos para dejarla avanzar ya que tenía varios pacientes en espera.




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