Edward Collins | Trilogía Doctores Libro 1

Capitulo 37

Dos días después. Los Ángeles, California.

 

El recibimiento de Letty en casa de mis padres fue acogedor y emocionante. Mi madre está loca por ella, mi padre también y mis hermanas ni se diga. 

Me encanta ver a Letty sonreír, pero no puedo negar que a pesar de todo lo positivo que nos rodea la noto más decaída. Se está apagando poco a poco y estoy devastado por verla así. 

Ella ha vuelto a tomar el medicamento y no sé porqué, pero tengo un mal presentimiento. Siento que ese medicamento le hace daño al extremo. He visto que cuando no lo toma está bien, pero cuando vuelve a tomarlo es cuando se siente mal. 

Ya habíamos hablado de ir con un colega para nuevos estudios y no se negó. Tengo fe de que pronto podamos salir de este mal momento. 

—E-Edward—escuché su débil voz. 

Entonces me alejé de la ventana y caminé en dirección al baño, todo lo que puedo escuchar es el agua del lavamanos. 

—Dime cariño. ¿En qué puedo ayudarte? —no obtuve respuesta y la escuché llorar bajito—. ¿Letty?

El miedo se empezó a apoderar de todo mi cuerpo al pensar en miles de posibilidades nada favorables dentro del baño.

—A-Ayúdame… por favor…

Escucharla tan débil me hacía desesperar, no podía llegar a ella con rapidez porque la puerta tenía seguro. Busqué la llave de repuesto donde debería estar y no la encontré.

¡Maldición!

No me quedó más opción que patear varias veces la puerta con todas mis fuerzas hasta que pude entrar. Ver a Letty sentada en el piso, con la espalda apoyada en la pared; inconsciente y con sangre saliendo de su nariz hizo que me moviera rápido.

—¡Cariño! —exclamé, me moví rápido y le tomé el pulso, lo tiene bajo—. ¿Amor?

Moví varias veces su rostro para que despertara y me enfocara, pero fue verme y empezó a llorar. 

—Tranquila, tranquila. Todo va a estar bien, hermosa—la abracé cuando sentí su cuerpo temblar.

—Tuve miedo Ed, me cepillé y de pronto todo dio vueltas, yo… yo… perdí la fuerza en las piernas y terminé en el suelo.

—No pasa nada. Vas a estar bien, lo prometo. 

La atendí rápido, limpié su nariz y la llevé en brazos hasta la cama. 

—Deja tu cabeza caer hacia atrás—ella hace lo que le pido—. Ahora respira y quédate tranquila, pronto pasará. Haré una llamada, ¿está bien?

—Sí. 

Me alejé de ella y, marqué el número de mi amigo y colega Jake Miller. Un repique, dos y…

 

Edward Collins. ¡Qué gusto, hermano! ¿Cómo estás?

Hola Jake. Jamás pensé que te llamaría por términos médicos, pero… necesito tu ayuda, estoy desesperado. 

¿Qué pasa Edward? Sabes que cuentas conmigo para lo que sea.

Mi novia fue diagnosticada con leucemia linfocítica crónica.

¡Oh! ¿Y qué te han dicho? ¿Cuál es su pronóstico? 

El doctor que la atendió en Nueva York dijo que aún está en una etapa tratable, le mandó medicamentos, pero siento que no funciona. Esa no es mi rama Jake y no sé mucho sobre el tema—me quedé un momento en silencio—. La verdad la veo muy mal, últimamente ha sangrado por la nariz y hace poco casi se desmaya, tiene demasiados hematomas en el cuerpo… ¡ya no sé qué hacer!  Necesito que la atiendas cuanto antes.

Tráela de una vez. 

Voy saliendo para allá.

Perfecto. Te espero en el consultorio.

 

Al colgar la llamada caminé en dirección a Letty y la ayudé a cambiarse de ropa porque estaba manchada de sangre. Abrí la puerta de mi habitación y llamé a mi padre.

—¡Hijo! ¿Qué pasa? ¿Por qué gritas?

—Papá...enciende el auto.

Crucé mirada con mi padre, entonces el giró a ver a Letty y eso bastó para que saliera de la habitación como cohete. Tomé a Letty en brazos y bajé las escaleras.

Adriana se encontraba hablando con mi madre en la sala y cuando nos vió, corrió hasta llegar a nosotros.

—¡Hermano!, ¡¿qué pasó?! ¡¿Qué tiene Letty?!— Adriana preguntó con lágrimas en los ojos.

Cuando mi mamá se levantó del sofá alarmada traté de tranquilizarla.

—Todo va a estar bien. Se descompensó y sangró por la nariz—expliqué—. La llevaré con Jake y los mantendré informados.

—Ni hablar. ¡Vamos todos!—sentenció mi madre y Adriana la apoyó. 

No tenía fuerzas para insistir, todo lo que quería era un nuevo diagnóstico para Letty, alguna esperanza lo más rápido posible. 

Mi padre manejó hasta llegar al Hospital Ronald Reagan, estaba en extremo nervioso y por eso no me dejó conducir. Al llegar, nuevamente tomé a Letty en brazos, ella continuaba con los ojos cerrados, pero consciente.

—Amor, serás atendida. Un amigo y colega te va a revisar, es médico oncólogo.




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