Efdlcdladd 04 - El caso del Santa pecador [kaisoo]

Capítulo Uno

Kai Klauson abrió la puerta del bar y se subió a un asiento en la esquina trasera, donde estaba oscuro y podía estar solo. Necesitaba un lugar para lamer sus heridas y este era tan bueno como cualquiera.

¿El bartender era mujer? No podía estar seguro con los sátiros (1), esperaba expectante, no dejaría que él o ella estuviera de pie allí mucho tiempo. No tenía que pensar en lo que iba a pedir.

—Whisky. Una botella. Un vaso, dijo con firmeza. Esperó una reacción y quedó vagamente decepcionado, cuando no hubo ninguna. El whisky era viejo, el vaso de cristal brillante y allí delante de él, estaba el medio de olvidar quién era, al menos por unas pocas horas.

—¿Quieres comer? —preguntó el sátiro. Sus rasgos se fundieron en una forma femenina y bateo sus pestañas hacia él. Si sólo supiera lo asustado que estaba, al ver a un paranormal capaz de cambiar de sexo, solo por el mero capricho de la persona con la que estaban.

—¿Parezco que quiero comida? —dijo. —Si la hubiera querido, la habría pedido. —Se detuvo, cuando se dio cuenta de que la ira residual de su último enfrentamiento con su familia, se desbordaba en rencor e irritación.

—Lo siento —, murmuró, antes de sorber otro trago de alcohol ardiente. Se secó la boca. —Mal día. Mal año. Mala vida.

El sátiro se inclinó sobre el bar, dándole un vistazo, a los recién formados pechos, confinados en su estrecho escote.

—Te ves estresado —comenzó con un ronroneo. —Puedo ayudarte con eso, si tienes tiempo.

Evidentemente, el sátiro estaba leyéndolo mal. El alcohol ardía en su sistema y se aferró al zumbido, todo el tiempo que pudo.

Desafortunadamente, su familia tenía este maldito gen que significaba que no podía permanecer ebrio por mucho tiempo. A veces odiaba que... a veces quisiera ahogarse en la bruma de satisfacción y quedarse allí, por una hora o dos.

—Incorrecto... uhm... —agitó una mano, a sus pechos.

Ella se rio y de la manera más extraña, más indecente, más obscena que jamás había imaginado, se transformó en un chico. Casi se atragantó con su whisky. El bartender masculino, era lo opuesto de lo que quería en un hombre. Ella... o él —o lo que sea que el sátiro había elegido ser era un pequeño jovencito rubio. Lo que le dijo que no podía estar más equivocado. Él amaba a sus hombres, grandes y de cabello oscuro y lo suficientemente fuertes como para arrastrarlo a la cama.

—¿Mejor? —dijo el sátiro, con una voz suave.

Nope. Todo mal.

—No estoy interesado, dijo rápidamente. —Eso no es por lo que vine. El sátiro extendió una mano y tocó su mejilla, sorprendiéndolo de nuevo, en el taburete. —Lástima. Eres taaaan bonito.

Salto fuera del alcance del sátiro. —Uh. Sí. Sólo el whisky, gracias.

—¿Estas realmente seguro? Puedo ser cualquier cosa que quieras que sea.

—¿Puedes ser una salida? —se quebró y luego se arrepintió. El sátiro lo miró con confusión y luego abrió la boca para responder.

—No importa, interrumpió. —El whisky está bien.

El sátiro se alejó y se transformó, mientras caminaba, de vuelta a la rubia. Podía sentir la decepción que emanaba de ella. Odiaba eso. No sólo era el único delgado en la familia, sino que además tenía roto desde su nacimiento, el rasgo familiar de la empatía. No era una habilidad útil cuando las únicas emociones que era capaz de leer, eran la miseria y la decepción. No podía incluso lograr tener la clase de empatía correcta. Y en cuanto a ho ho jodido ho...

—¿Está ocupado este asiento? —gritó alguien a su izquierda. La irritación lo inundó. Este era un gran bar con muchos espacios para esconderse, ¿por qué alguien querría compartir el suyo?

—Sí, espetó.

El dueño de la voz se rio y el sonido cortó a través de su melancolía. Ese fue un ruido bajo y sexy. Miró hacia los lados y vio al hombre. Gran hombre. Enorme. Tal vez seis y cuatro (2) comparados con sus cinco y diez (3).

De ancho y sólido pecho, con el cabello oscuro, e incluso con la tenue iluminación, podía ver los ojos del hombre brillar con diversión.

Se retorció en su asiento. ¿Por qué había dicho que sí? El hombre, o lo que resultara ser en este bar mixto de humanos/paranormales, estaba claramente interesado, lo suficiente, como para elegir sentarse junto a él. Añadiendo a eso, que tenía toda una tarde para matar.

—No —dijo.

—¿No qué? —dijo el gran hombre.

—Cuando dije que sí, me refería a no. Nadie está sentado allí.

El hombre miró hacia abajo con intención, ya que se encontraba sentado en el taburete, —entonces me quedaré —concluyo.

El sátiro detrás del bar, se acercó para servir al nuevo tipo. Parpadeó furiosamente. El alcohol había llegado claramente a él, no pudiendo asegurar si el sátiro se estaba transformando de macho a hembra o estaba como un hombre de sesenta años de edad, con barba, con el más grande pecho que hubiese visto nunca. Sacudió la cabeza y se concentró en su whisky. Obviamente estaba perdiendo mucho tiempo.



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En el texto hay: magia, santa claus

Editado: 01.09.2023

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