Kai estaba escondido. Podría engañarse a sí mismo, pensando que estaba usando el baño, lavándose las manos, y estaba tomándose su tiempo mientras hacía todo eso. Pero, si era honesto, llevaba aquí quince minutos y definitivamente se estaba escondiendo. Había vuelto en coche con Baekhyun y Chan, pero Soo había extendido sus alas etéreas y había desaparecido en la niebla plateada. La salida era terroríficamente dramática, como nunca antes había visto.
Era una barrera más entre un ángel y un semielfo.
Tan pronto como Soo había aparecido en la puerta de la oficina, él se marchó. Se había excusado y ahora él, estaba encerrado en el baño de la planta baja, de pie frente al espejo y ruborizado por la vergüenza. En la escuela había intentado parecer seguro y firme frente a él, pero no había funcionado. Sí, ellos habían luchado y habían comprobado sus habilidades, pero cuando necesitaban comunicarse, él desaparecía. Toda esa explosión, provocada por la atracción entre ellos lo aturdía, y no podía hacer nada por cambiar la situación.
—¿Kai? ¿Estás bien? —le preguntó Soo, desde el otro lado de la puerta.
—Salgo en un minuto —contestó inmediatamente. Aferrándose al lavabo, se miró fijamente al espejo, centrándose horrorizado, en un mechón de pelo azul en su espeso cabello blanquecino. Un mechón. No era solo un pelo, sino un mechón, que iba desde la raíz hasta la punta y de una anchura considerable. Mierda. Algo había ocurrido en esa batalla y había pasado de ser capaz de parecer un auténtico Klauson, a convertirse durante la noche, en un híbrido extraño. Tendría que teñirlo, porque no había manera de que viviera con algún signo visible de su herencia humana. Ya se había expuesto lo suficiente, en las reuniones familiares de la Corporación Klauson.
—¿Kai? —Soo sonó preocupado.
—Estoy bien —le respondió bruscamente. Luego inclinó la cabeza con desesperación. Realmente había jodido todo este asunto. No solo había besado a un ángel. Había reglas. Debió haberse perdido la parte donde Soo había admitido lo que era, dándole a él la oportunidad de marcharse. Cerró los ojos. Los ángeles normalmente dicen quiénes son. Entonces, sabes que con su inimaginable poder no hay que besarlos. Atormentó su cerebro recordando el momento en que Soo se lo había dicho, pero no podía recordar una frase que sonara como “Hola, mi nombre es Soo y soy un ángel”.
—No te lo dije —la voz sonaba mucho más cerca y soltó un grito de terror, por el shock del hecho, qué sin haber abierto la puerta, Soo estaba detrás de él. Giró sobre sus talones y se las arregló para evitar caer sobre su culo, gracias a haberse apoyado al lavabo detrás de él. Soo estaba en la pequeña habitación, tan grande como la vida y doblemente sexy. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión de remordimiento afloraba en sus hermosas características etéreas. —Te miré y no quise que me juzgaras, antes de que nos conectáramos.
—Así que, entonces no voy a volverme loco —le dijo.
—No.
—Se supone que debes advertir a la gente. Esa es la ley.
—Lo sé.
—¿Y por qué no lo hiciste?
—Porque… —Soo descruzó sus brazos y hundió sus manos en los bolsillos de sus pantalones negros. El movimiento atrajo sus ojos a los pantalones y se dio cuenta, del premio que ocultaban. Se tragó su deseo por él. Ningún ángel estaría con alguien que no fuera un pura sangre de cualquier especie paranormal, incluso entonces, nunca había oído que algún elfo o algún ser humano, estuviera en alguna lista de pura sangres para poder mantener relaciones con los ángeles.
Sintió que debía presionar a Soo. —¿Por qué…?
Este soltó un largo suspiro y la tristeza llenó sus ojos verdes.
—No sé qué me hizo caminar en el bar —comenzó suavemente, —solo sé que no podía no cruzar el umbral de la puerta, más de lo que podría acusar a mi primo de usar azufre.
Esperó que Soo se explicara en ese punto, pero no lo hizo. En cambio, dio un paso más cerca de él, apretándolo contra el lavabo.
—Hermoso Kai, sabía que mi destino estaba detrás de esa puerta —dijo Soo seriamente.
—¿Destino? Tuyo… mío… ¿Qué? —Inhaló el olor del ángel a unos centímetros de él y estaba tan duro como el acero, en cuestión de segundos. Soo era cada fragancia que amaba: vainilla, chocolate, menta y todo lo que quería hacer, era besarlo.
—Cuando te vi en el taburete, supe que eras el único para mí y todo lo que quería, era un beso para saber si estaba en lo cierto. Si te hubiera dicho lo que era, ¿qué habrías hecho?
Le lanzó la pregunta. Frunció el ceño, —¿Hecho? Habría hecho lo que se suponía que debía hacer. Los ángeles no besan a los elfos, especialmente a los medio elfos.
—No quise que me negaras el beso. Es por eso que no te lo dije. —Soo se presionó contra él, y gimió ante su toque. Estaba muy aturdido, escuchando la voz de Soo retumbando a su alrededor.
—Soo… —Nombrarlo fue una súplica para más. Más besos, más caricias, sentir el cuerpo duro de Soo empujándolo contra la pared. Cualquier pared.
—¿Crees en el amor a primera vista? —preguntó Soo. Puntualizando la pregunta, con besos muy suaves en su oído.
—Guh —fue todo lo que pudo decir en respuesta. Soo se rio entre dientes y, le apoyó las manos en las caderas, finalmente, comenzó a besarlo como quería. Suave, luego más fuerte, más áspero, más, más profundo… se perdió entre los besos.