A Baekhyun no le gustaba el bosque. Tenía la impresión de qué si escuchaba con un poco más de atención, los árboles entablarían una conversación con él.
—Los árboles no pueden hablar, Baekhyun —dijo Chan su lado.
—Eso lo dices tú. Últimamente han sucedido algunas mierdas extrañas. No me sorprendería si decidieran hablar. Sería una de las cosas menos raras, que me habrían sucedido.
Después de todo, estaba siguiendo a un ángel, a un medio elfo y a un vampiro por un bosque encantado. Se preguntaba si debería empezar a escribir novelas de terror. Podría basarlas en sus propias experiencias.
—Algún día, pronto, voy a conseguir un trabajo remunerado —murmuró.
—Uno que no implique mi posible muerte.
—Lograste que te pagaran Luhan y ese trol —le recordó Chan. El tono divertido de la voz de su pareja, no lo tranquilizó. Chan no parecía tomarse sus preocupaciones en serio. —Relájate, pareja, tengo bastante dinero.
Ni siquiera iba a responder a eso. No iba a hacerlo.
—No voy a vivir a tus expensas. Bien, no había podido evitarlo. Chan soltó una risilla a su lado.
Un viento helado atravesó velozmente el bosque, mordiendo a través de su chaqueta, como si se tratase de dientes de sirena. Tembló de frío. No se había movido ninguna hoja.
—¿Sentiste eso?
Chan frunció el ceño.
—¿Qué?
—Esa brisa.
—Baekhyun, no hay ninguna brisa.
Su pelo se encrespó. Le alzó una ceja a Chan.
—¿En serio?
Chan lo miró fijamente. —Eh, eso no es natural.
—Qué extraño. Nunca me han ocurrido cosas extrañas.
—El sarcasmo no resuelve el problema, amor.
—No, pero hace que me sienta mejor.
—¿Qué están haciendo? —Soo trazó su camino, de regreso a ellos.
—Aquí Baekhyun, parece estar teniendo alguna clase de encuentro espiritual. Otra ráfaga de aire se arremolinó en torno a él.
—De acuerdo, esa sí que la sentí, dijo Chan.
—Yo también —agregó Kai a su lado.
—Creo que proviene de allí —señaló al sur. ¿Era su imaginación o el bosque era más oscuro allí?
—No, es más oscuro, concordó Chan.
—Ummm —respiró profundamente. Ahora no era el momento de volverse temeroso ante la oscuridad. No con todo a lo que él ya se había encontrado. De alguna manera ese único sector, del oscuro bosque, le provocaba más escalofríos que un sótano lleno de zombies. Tristemente, tenía la experiencia para poder comparar las dos.
—Bueno, vayamos a comprobarlo. —Chan deslizó su mano en la de suya dándole un apretón tranquilizador, mientras lo conducía hacia delante.
Le supuso un esfuerzo de concentración no clavar sus talones y negarse a ir. No le gustaba nada de esta situación. Solo el hecho de que tenía a tantos paranormales tan poderosos a su lado, le había hecho estar de acuerdo en ir. Había decidido, hacía dos casi encuentros con la muerte, que realmente no era tan valiente.
—Eres más valiente de lo que te atribuyes —lo tranquilizó Chan. Le deslizó la mano hacia abajo, por la espalda como si pudiera infundirle más valentía con su toque.
—No hay tiempo para un ataque de pánico —dijo Soo, regañándolos.
—Estupideces, siempre hay tiempo para un ataque de pánico —le sonrió a Soo. Atormentar al hombre alado, le levantó inmensamente los ánimos.
—Eres divertido, casi humano —dijo una voz susurrante. Todos se quedaron congelados, en donde estaban.
Echó un vistazo entre los oscuros árboles. Deseaba tener visión nocturna, como el vampiro a su lado o al menos alguna clase de luz. Un resplandor anegó el bosque. Parpadeó ante el repentino fulgor.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Kai.
—¿Baekhyun? —Chan se giró para mirarlo. —¿Qué te dije sobre los deseos?
—¿Huy?
Se ruborizó, mientras toda la atención se dirigía hacia él.
—¿Qué? No siempre funciona.
No iba a justificar sus raros poderes. No los comprendía, así que, ¿cómo podía explicárselos a alguien más?
Kai estudió la deslumbrante luz, entre los árboles.
—Eso es asombroso.
Sonrió. Al menos una persona, no lo estaba mirando como si fuese raro. El suave murmullo comenzó de nuevo. No podía entender las palabras, pero podía presentir la intención. Ella quería que la siguiese. Separándose de Chan, siguió el rastro de la voz susurrante. Lo que decía, no lo sabía, pero podía sentir que sus intenciones eran buenas.
El bosque se atenuó, fue de un brillo cegador a un destello brillante. Lo bastante brillante para ver, pero no tanto para que necesitase unas gafas de sol. Una neblina se formó delante de él. La blanca niebla brilló y centelleó, hasta que aumentó formando la silueta de una mujer alada. Llevaba puestos unos vaqueros y un chaleco de punto rojo y su boca caía en las comisuras en una tristeza tan palpable, que tuvo que parpadear para deshacerse de las lágrimas.