Efdlcdladd 05 - El caso de la perla púrpura [sulay]

Capítulo Cuatro

Lay se las arregló para escurrirse a través de las últimas barreras. Ya estaba acostumbrado.

Había estado huyendo de expectativas y reglas durante casi tres años. Había pensado que su última muerte fingida, había sido suficiente para sacarlo del radar fae. Algo lo había delatado, y apostaría su vida a que era Zelo. Esa había sido su última defensa: esconderse entre los humanos y volverse fuerte por su amor dado libremente, preferiblemente durante el sexo. El último, Zelo, había sido suave y cariñoso y mimándolo hasta el punto de la obsesión. Lo echaría de menos.

Entró en el apartamento de la calle Quinta, junto al refugio de paranormales y cerró la puerta tras él. Tan pronto como estuvo dentro, dejó caer el glamour que escondía su verdadera apariencia del resto del mundo. No sus rasgos, ni su nariz, ni sus ojos plateados, sino los tatuajes y líneas que lo marcaban como un fae que tenían que permanecer ocultas. Un inapropiado vistazo a un paranormal y sería descubierto. Miró su reflejo en el espejo junto a la puerta principal y suspiró por lo pálido que se veía. No había recargado realmente sus emociones desde Zelo, y eso había sido hacía dos días.

No tendrías este problema, si encontraras a su alma gemela. Realmente podía ver a su madre, mientras le decía esas palabras la última vez que había sido encontrado y llevado a casa bruscamente. Había tenido que usar cada onza de sus poderes para escapar esa vez, y aquí estaba, tres años más tarde, huyendo como un criminal y sin estar más cerca de encontrar a su amante, que cuando había alcanzado la madurez a los dieciocho.

Cruzando la pequeña cocina, se sirvió un vaso de agua y casi se le cae, cuando llamaron a la puerta. Frenético, miró hacia la ventana. Podía salir por ahí sino le importaba el salto de dos pisos. No había forma de que pudiera usar magia; se estaba debilitando. Había usado lo que le quedaba de poder, para esconder las marcas distintivas del público. De hecho, era bastante difícil alzar el glamour que escondía sus rasgos para abrir la puerta.

Echando los hombros atrás, decidió que debía enfrentarse a quien estuviera en su puerta. Miró por la mirilla. No reconoció al hombre al otro lado, aunque al abrir la puerta, ciertamente sintio el puñetazo en su nariz y el crujido que lo acompañó.

Este no era un guardia fae. Este era humano.

—Bastardo —gritó el hombre, mientras lo empujaba dentro de la sala. —Lo amaba, y tú te lo llevaste. —Otro puñetazo. Estaba demasiado sobresaltado para esquivar, aunque se las arregló para girarse un poco, para que el puñetazo golpeara su mejilla en lugar de la nariz de nuevo.

—¿Quién? —se las arregló para decir, antes de que el visitante lo placara al suelo y lo montara, dando puñetazos al azar al pecho y estómago.

—Zelo. Mi novio. El único hombre al que amé, y tú te lo llevaste.

Demonios. Normalmente tenía cuidado, siempre comprobando si un hombre estaba libre, pero recientemente se había desesperado, ya que los tiempos entre recargas de su magia, se hacían más y más largos.

—Lo siento —gritó, mientras agarraba los puños del hombre e intentaba girar al hombre más grande apartándolo.

—Me llamó, me dijo que se había enamorado de mí, confié en él. —Lágrimas fluyeron libremente de los ojos del hombre. Absorbió la pasión del desconocido. La energía emocional lo revitalizó lo suficiente para cambiar sus posiciones e inmovilizar a su atacante en el suelo. Miró a la puerta, y con un pensamiento la cerró.

No quería testigos de esto o lo que iba a pasar después.

—¿Cómo te llamas? —preguntó gentilmente.

—Yongguk —dijo el hombre, de manera entrecortada.

Empujó algo de su magia relajante hacia Yongguk y observó como este se relajaba.

Poco a poco, Yongguk se calmó, y finalmente él lo soltó. Sorbió la sangre en su nariz y se limpió lo que quedó con su manga Lentamente, se alejó de Yongguk, entonces se levantó. Extendió una mano. Este parecía confuso. Como si no pudiera recordar siquiera por qué estaba ahí. Tomó la mano, y lo ayudó a levantarse, antes de sacudirle el polvo al hombre. NO podía, para nada, tomar más energía emocional de Yongguk, pero había recibido suficiente, por el arranque de ira de este y su pasión, como para sentirse más fuerte.

Podría dejarlo así, sugerirle que fuera a casa, pero estaba inmerso en la culpa, y supo por instinto, lo que tenía que hacer. Gentilmente le presionó su mano en la frente.

—Tienes que encontrar a Zelo, ¿de acuerdo?

—Encontrar a Zelo —repitió Yongguk.

—Encuentra a Zelo, toma su mano, y dile que lo amas. —Se aseguró de que los hechizos correctos estuvieran en la sangre de Yongguk, para que sólo funcionara con Zelo. Con suerte, tendría la esencia de Zelo en su interior. Sino, esto no funcionaría.

—Tomar su mano. Quererlo —repitió, con un amago de sonrisa en sus labios.

Los ojos de Yongguk se nublaron, mientras los últimos vestigios de su energía se filtraron de él hacía Yongguk.

—Cuando lo toques, él no me recordará, tú no me recordarás, sólo recordaran el amor.

—Tocar. Recordar. Amor.

—Ve ahora. Encuentra a Zelo, dile lo que dije.



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En el texto hay: gargolas, magia

Editado: 02.09.2023

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