Efdlcdladd 05 - El caso de la perla púrpura [sulay]

Capítulo Nueve

Suho se apartó y vio la ira tan clara como cualquier otra cosa, en el hermoso rostro de Lay. Desearía, como nada más, poder llevarse el dolor de él.

—Nunca quise dejarte —tocó el brazo de Lay.

Este se quedó de pie, en silencio como si estuviera en shock, entonces muy deliberadamente le apartó la mano.

El dolor lo apuñaló. Todo este tiempo no había deseado nada más que ver a Lay de nuevo. Aunque atrapado en piedra y sabiendo que era imposible, siempre había tenido la esperanza de que un día, Lay pasaría por la ventana, o entraría a la propia agencia. Quizás estaría buscándolo.

—Pensé que me habías abandonado —dijo Lay de forma entrecortada. —Desee que estuvieras muerto.

Dio un paso atrás. Siempre se había preguntado que había pensado Lay de su desaparición. Ahora lo sabía. —Sabías que yo no tenía nada de sangre real…

—Eso no me importaba.

Una tos los interrumpió. —Uhm, ¿quizás deberían hablar de esto en privado? —dijo Baekhyun, desde detrás de él.

Miró a Baekhyun luego a Lay. Decidiendo que Baekhyun tenía razón, presionó una mano en el pecho de Lay. Desaparecieron de la sala del trono y acabaron en la sala de arriba de la torre más alta del Reino Fae.

Cuando se habían enamorado, este había sido su lugar; el único lugar en el que ambos hombres se habían escondido para poder pasar tiempo juntos.

—¿Por qué aquí? —preguntó Lay.

—Necesitamos privacidad, y tengo recuerdos felices de esta habitación —en todo momento de día y de noche se las arreglaban para escabullirse para encuentros amorosos robados.

—Necesito… —Lay caminó al borde de la habitación y abrió la ventana. Se inclinó fuera e inhaló profundamente el aire invernal. Entró un poco en pánico y agarró la chaqueta de Lay. ¿El príncipe iba a saltar?

Este lo apartó de nuevo y lo rodeó. Con un dedo en el aire entre ellos, soltó una lista de acusaciones. —Hiciste un trato para ir en una misión con mi madre, y entonces desapareciste. ¿Por qué no volviste?

—Lay…

—Me dejaste; traicionaste nuestro amor.

—Por favor…

—Y todo, porque pensaste que hacer una misión era la única forma de demostrar que eras de valor. Amarme debería haber sido suficiente.

Algo hizo clic dentro suyo y empujó a Lay, chispas volando entre ellos. —No era lo bastante bueno, ambos lo sabíamos, excepto que yo soy el único lo bastante valiente como para decirlo. La gente hablaba. Todos me decían que estabas jugando conmigo, porque a ningún príncipe le importaría nunca, alguien que trabajaba en las cocinas del palacio.

—¡Te amaba! —gritó Lay. El viento entró por la ventana. Ráfagas entrando en la habitación, girando a su alrededor.

—Lay, por favor, cálmate —sus huesos dolían, sus músculos contraídos. Todo dolía. Sabía que no tenía mucho tiempo en esta forma, y tenía que hacer que Lay entendiera.

El viento se volvió más fuerte, el sonido de rayos alcanzando las montañas hacia ellos.

—¡Desperté y no estabas! —gritó Lay.

—Sabías que había ido a la misión. No te abandoné.

—Ambos estuvimos de acuerdo, en que no tenías que hacerlo. Lo que teníamos debería haber sido suficiente.

Suspiró. —¿Cómo podrías entenderlo, Lay? Tú eres un príncipe, y yo no soy nada.

Un rayo golpeó la torre. El olor a ozono inundó el aire. Si Lay no se calmaba pronto, acabaría con la torre y con todo el palacio.

—Esa misión no era por nosotros. Dejaste que mi madre te influyera. No tenías que demostrarme nada.

—Lo he lamentado cada día desde entonces —suplicó. —Por favor, Lay.

Este se cruzó de brazos. —Dijeron que te asustaste y huiste, que traicionaste la misión y a mí.

—Mintieron.

El viento se calmó un poco. La tensión que crepitaba entre ellos disminuyó. Lay cayó al suelo como si le hubieran cortado las cuerdas. Él lo siguió abajo, agachándose delante suyo.

—¿Lay? Háblame. Estás tan pálido. ¿Te has alimentado recientemente?

Este negó, mirándolo. Sus runas contrastaban con su piel traslucida.

—Nunca quise —dijo Lay, su voz apenas audible. —Sólo me alimenté para sobrevivir un miserable día más sin ti. No he tenido una comida completa, desde que te fuiste.

Su corazón se rompió un poco, por la confesión. —Permíteme —suplicó. —Deja que te lo de.

Se besaron. Al principio Lay vaciló, y él quiso apartarse, para explicarle que lo amaba hasta el final. De repente, la conexión encajó entre ellos. Lay era de tipo incubo.

Uno de sus poderes más curiosos, era la habilidad de recargar su magia a través de las emociones. De alguna forma, ambos combinaban sus poderes, para hacer a Lay más fuerte.

Los besos cambiaron, se volvieron más profundos, cargados de sexualidad. Gimió cuando Lay le agarró los bíceps y lo animó a levantarse. Presionado hacia atrás un paso y luego otro, sólo pararon cuando fue empujado contra la pared de piedra, junto a la ventana. El viento turbulento llevaba lluvia a través de la ventana, mojándolos donde estaban. Estaba tan duro, imposiblemente duro, pero sus músculos gritaron por los movimientos, y supo que nada saldría de esto. —Tenemos que parar.



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En el texto hay: gargolas, magia

Editado: 02.09.2023

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