Efdlcdladd 05 - El caso de la perla púrpura [sulay]

Capítulo Once

Cuando Lay se detuvo en seco, Suho casi tropieza con él.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

Lay se volvió. La expresión en su mirada de ojos plateados, hizo que su respiración se quedara atrapada en su garganta. Habían pasado muchos años, desde que había sido encarcelado en su forma de piedra. Nunca pensó que alguna vez, sería capaz de tocar a Lay nuevamente, y mucho menos hablar con él. La emoción brilló por la sorpresa, en los bellos ojos de Lay.

—Necesito tiempo —susurró Lay.

¿Qué quería decir? ¿Tiempo lejos de él? Su ansiedad podría ser nada más que la piedra endureciéndose en su pecho, pero ver a Lay tan triste, lo hizo pensar que tal vez era eso. Este era el momento en que Lay le decía que no lo amaba.

—¿A qué te refieres? —le preguntó.

—Necesito pasar tiempo contigo, antes de hacer cualquier otra cosa.

El alivio lo inundó. Lay no lo iba a dejar. Había pensado que le pedía un tiempo de alejamiento.

—Solo tenemos unos días. —Los trillizos hablaron al unísono. Raro.

—Como su rey, digo que podemos tomarnos una hora —argumentó Lay.

La triada respondió con una variedad de expresiones. Uno se burló, otro parecía sorprendido y tercero parecía asustado. ¿Sería posible que fueran capaces de tener pensamientos independientes?

Lay apretó con más fuerza su mano y lo alejó de la gente que los rodeaba. Izquierda, después a la derecha, una y otra vez a través de los pasillos que no tenía esperanzas de recordar. Caminaron por mucho tiempo. En todo ese tiempo, no habló. ¿Qué le iba a decir a Lay? ¿Qué podría decirle?

Finalmente, se detuvieron frente a una gran puerta de roble tallada que reconoció haberla visto antes de que le cayera la maldición. La habitación de Lay. Antes de que pudiera comentarlo, Lay puso su mano sobre la madera y murmuró palabras en voz baja. La pesada puerta se abrió con un crujido. El aroma de desuso lo golpeó. Evidentemente, nadie había venido a ventilar la habitación de Lay. Con un chasquido de sus dedos, el polvoriento y mohoso olor desapareció y las cortinas se abrieron para dejar entrar la luz. Otro chasquido hizo la cama, limpió el polvo y aromatizaron el aire con esencia de limones. Inhaló profundamente. Este era el olor que le recordaba a Lay. Cada vez que Baekhyun pulverizaba en su oficina un ambientador para muebles con olor a limón, su corazón se rompía un poco más.

La puerta se cerró detrás de ellos. Observó a Lay vagar por la gran suite, revisando varias salas laterales, con miradas superficiales.

—No he estado aquí desde… —Lay dudó y después comenzó nuevamente. —No desde que te fuiste a las pruebas. La misma mañana que te vi partir.

—No sabía que me estabas observando. No me dijiste adiós.

—No podía hablar contigo; estaba tan enfadado de que eligieras hacer esas estúpidas pruebas, cuando ya tenías mi corazón. Debió ser suficiente cuando te dije que te amaba. —Se le acercó, hasta que su cabeza pudo descansar sobre su hombro.

—Me dijo que te estuviste burlando de mí, cuando estuviste a solas con ella —susurró contra la piel cálida de Lay.

Lay apretó su agarre. —¿Mi madre?

Resopló. —Y que pensabas que yo fallaría.

—Lo siento —dijo Lay. —Estaba aterrorizado de que no volvieras. Le supliqué que cancelara la búsqueda.

—Ella se rio, pero tenía razón, pensé que fracasarías.

Se puso rígido e intentó alejarse, pero Lay se agarró con fuerza.

—¿No ves cómo te preparó? Sabía que cualquier prueba que te lanzara, dragones o trolls, ella estaría asegurándose de que no lograras regresar. El día de la búsqueda estaba tan enfadado, no iba ir a verte marcharte, pero el final si lo hice. Desde esa ventana, desde allí mismo. —Lay señaló una ventana en la pared este. El príncipe había tenido una buena imagen de él saliendo sin qué pudiera verlo allí, observándolo.

—Después de que me maldijeron, esperaba que hubieras encontrado a alguien más y estuvieras feliz, incluso si la idea de ti con otro hombre casi me mataba —durante un periodo de tiempo más largo, simplemente se miraron fijamente a los ojos.

Tropezó, cuando Lay se abalanzó sobre él. Juntos cayeron sobre la gran cama de este.

—Nunca hubo nadie más que tú. Te quiero. Siempre te amaré. —Con un gesto de su mano, Lay los tenía a los dos desnudos. Él nunca había estado tan agradecido por la magia de su amante.

Lucharon por el dominio, solo porque quería que Lay supiera cuanto lo necesitaba, pero fue este quién lo inmovilizó sobre la cama. La victoria brilló en sus ojos antes de besarlo, duro, reclamando el beso. Su pecho se tensó nuevamente, y sintió que sus pulmones estaban sin aire. Estaba sucediendo lentamente, pero cada pequeña molécula de él, estaba convirtiéndose en piedra. Pronto, en unos días, tal vez un poco más, sería de piedra nuevamente. No podía volver a esa existencia, sin sentir a Lay en él o a su alrededor una vez más. Con un movimiento rápido, los giró, por lo que se sentó a horcajadas sobre Lay. El familiar picor en sus brazos, era otra señal de que la maldición volvía a su cuerpo, empujando cualquier curación que Lay hubiera logrado conjurar. La desesperación lo golpeó.



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En el texto hay: gargolas, magia

Editado: 02.09.2023

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