Efímero

Capítulo 02.

Jania.

Desde la sala alcancé a oír el despertador de Becca, aquella música de un grupo coreano que tanto le gustaba. Giré hacía la ventana abierta, entre las cortinas blancas de encaje ví como el cielo nocturno fue sustituido por uno claro, que apenas se apreciaba cierto color azulado. 

 

Con la ayuda de la punta de una pluma corté la cinta adhesiva y selle la caja, por último, pasé mi palma, húmeda de sudor, encima para pegar lo restante. 

Becca salió de su recamara y apareció de pie bajo el marco de la entrada de la sala; llevaba puesta su pijama púrpura con figuras abstractas, con la mano se frotaba sobre su ojo derecho mientras soltaba un bostezo. 

—¡Buenos días! —dije, cargué la caja y la coloqué una sobre otra. 

—Mmm tengo sueño —respondió; me daba ternura ver su cara somnolienta y con esas marcas de la tela sobre sus rechonchas mejillas. 

—Tranquila, después de un baño estarás mucho más despierta —Deje un beso sobre su frente y me llegó ese aroma a fresa de su cabello. 

—Sueño ya no, pero frío sí. 

Sacó unas risas de mis labios y negé con la cabeza; recogió la toalla que estaba sobre la silla y se fue al baño. 

Dejé de empacar y me centré en preparar el desayuno: melón con pera. Y su lunch era un poco de pollo deshebrado de ayer acompañado con  verduras. Becca no tuvo dificultad con la comida, lo que mamá le daba lo comía con gusto; recuerdo que mientras mamá le daba de comer a Becca mi padre se encargaba de alimentarme a mí, pero después… se complicó, era Becca o yo. Jamás voy a olvidar que se haya ido. Coloqué dentro del taper zanahorias y habichuelas hervidas, en otro tupper más pequeño puse una mandarina pelada, una vez listo lo puse dentro de su mochila. 

Escuché las pisadas a mis espaldas, me giré y encontré a Becca ya vestida; en ella llevaba un lindo vestido azul con zapatos negros y con la toalla se secaba el cabello. 

—¿Te ayudo a cepillar tu cabello? —le pregunté. 

—Por favor —respondió y me pasó el peine. 

Ella se sentaba sobre la silla y yo me colocaba atrás para empezar a desenredar. 

Juro que me daba miedo no poder darle una vida —al menos digna— a Becca, que con el tiempo yo lo arruine, que en cualquier momento  ella se enferme y no pueda hacer nada, que no sepa hacer nada. 

Sorbo mi nariz pues tenía demasiadas ganas de llorar. 

"A veces creo que no podré, no sin la ayuda de mamá". 

Dejé de cepillar el cabello de mi hermana y fuí a la cocina mientras sorbía mi nariz y dejaba que las lágrimas secaran; tal vez este humor sea por mi menstruación, ésto hace que luego me ponga sensible. 

El teléfono vibró con la llegada de un nuevo mensaje, el cual ignoré, pues ya era tarde. 

—¿A dónde iríamos si no encontramos un lugar para vivir? —pregunta Becca desde la mesa. 

—En ese caso, le pediría permiso a Noe y su papá para quedarnos unos días con ellos —Le sonreí para reconfortar esa carita triste y preocupada—. Anda, apúrate que se nos hace tarde. 

Noe y su papá me recibirán sin ningún problema sólo que yo no me sentiría bien ver cómo el señor tiene más gastos. 

Becca se llevó los trozos restantes a su boca y dejó el plato vacío, lo llevó al fregadero y lo lavó, para después ir al baño y cepillar sus dientes. 

Mientras esperaba a Becca abrí el mensaje, era Noe: 

"Encontré un lugar en renta, probablemente te guste". 

Mis ojos se iluminaron y mi corazón latía con mucha fuerza por esta noticia.  

"¡Muchas gracias!, estaré contigo en una hora". 

Respondí, y a los segundos llegó otro: 

"Te veo en mi casa". 

—¿Qué pasa? —Becca estaba parada en medio de la sala ya con la mochila puesta. 

Dejé el celular arriba del mesón y fui hasta ella con una sonrisa marcada en el rostro. 

—Noe me mandó un mensaje diciendo que probablemente encontró un lugar para nosotras —le dije. 

—¡Esa es una gran noticia! —se emocionó, regalándome una sonrisa. 

—Lo sé, quedé con Noe de vernos en una hora —recogí mis llaves y el teléfono. 

Las ruedas de la bicicleta rodaban sobre el pavimento a una velocidad considerable, tras pasar unas calles y semáforos logré llegar a mi destino. 

Me despedí de Becca y entró. Pedaleó hasta casa de Noe, quien ya me esperaba afuera sentada sobre la banqueta. Bajé de la bici y me reuní con ella. 

—Me dijo la señora que te recibe en dos horas —me informa y asiento. 

—Perfecto —digo nerviosa. 

—Tranquila, cualquier cosa sabes que puedes quedarte en mi casa, mi papá ya sabe. 

—Lo sé, pero no podría ver como tu papá tiene más gastos —Caminamos juntas, yo empujando la bici y Noe jugando a caminar sobre la orilla amarilla de la banqueta y no caerse. 




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