Efímero [parte 1 y 2]

Capítulo 1

#Es lo que hay

Ashley

Toda mi vida a girado alrededor de una sola cosa: existir. Me la he pasado atrapada entre letras, café y música. No suelo salir de casa a menos que sea para ir a la universidad y trato de regresar lo más pronto posible.

No tengo demasiados amigos, así como tampoco vida social.

Me encanta la luna, la lluvia, el rock clásico y suave, pero sobretodo amo leer. Aunque no suelo hacerlo todo el tiempo, mi vida de universitaria soltera que tiene dos trabajos y estudia los fines de semana no es una buena mezcla.

¿Qué es lo bueno de esto? Pues que mi soy bibliotecaria y mesera a la vez y eso no deja un sueldo grande, pero si algo para vivir, además de que el ambiente laboral es increíble, a veces, únicamente los días que no están los jefes.

Voy de camino a la biblioteca mientras escucha “Black on Black” al volumen máximo, sé que dije que me gusta el rock suave, pero eso no quita que a vece necesite escuchar algo fuerte para poder despertarme.

A mis 19 años no he logrado nada más que terminar llegando a una de las mejores universidades de España gracias a una beca que gane con mi “coeficiente intelectual poderoso” Mi vida no ha sido interesante en ningún sentido.

Barcelona no es lo mío, pero es lo que hay.

Salir de mi país no fue fácil, la idea me aterraba porque nunca había viajado sola, bueno, literalmente no había ido a ningún sitio que estuviera fuera de mi pueblo ni siquiera acompañada.

Me tomo algún tiempo acoplarme al lugar, fue un desafío el simple hecho de estar lejos de mi departamento, aunque sea unos metros, me daba miedo hasta cruzar la calle. Eso duro poco porque después conocí a Jane y su pandilla de inadaptados como suelen llamarse.

Jane es mi compañera de piso y la persona más cercana a mí en este lugar, no soy una persona extrovertida así que me es difícil socializar. Ella me ayudo a conseguir el trabajo de mis sueños, que es el paraíso donde actualmente vengo cada mañana.

Jane es una chica muy extrovertida y espontánea, también atrevida y sin límites nada la detiene a la hora de cometer alguna estupidez, siempre sigue sus impulsos y no conoce el silencio.

No se cómo nos hemos soportado estos dos últimos años, somos tan distintas que hasta me “flipa” el que nos llevemos tan bien.

El silencio que hubo en el lugar al momento que apague la música me dio paz. Amo el silencio, aunque a veces pienso que estoy loca por pensar que también tiene un sonido, en fin, eso es lo de menos.

Avance hacia el mostrados para después abrir la pequeña puertecilla de madera, provoco un pequeño chillido que causo que el guardia llamara mi atención al igual que los “Shuuú…” que resonaron por cada esquina haciendo eco.

Rodee los ojos, no sé cómo existen personas que leen a las 6:30 de la mañana ¿Qué acaso no tienen nada que hacer? Como dormir o algo así.

Me regañe mentalmente al recordar que en mí adolescencia era adicta a eso; desvelarme leyendo un libro para poder terminarlo y empezar otro. Esa era mi rutina, despertarme con ojeras más grandes que mi idiotez y coger el siguiente libro de mi lista para leerlo mientras desayunaba, también cuando iba a la escuela y aprovechaba los recesos y al llegar a casa primero hacia mis tareas y deberes y luego continuaba leyendo.

Probamente no fui una adolescente normal, no salí de fiesta, no tuve sexo alocado, ni una pareja con quien compartir esa etapa, no tuve amigos con los cuales hacer cosas atrevidas y violentas en cierto punto.

Pero esa era mi vida, escuchar música hasta que mis oídos empezaran a estar sordos, bailar como loca y gritar la letra que casi nunca entendía, beber café con leche y luego amargo porque creía que era una combinación rara pero deliciosa. Me encantaba escribir el nombre de los libros que leía con frases hermosas que algún día llegara a necesitar.

Fue una etapa bonita y la disfrute como nadie más lo hizo, puede que haya dejado ir mi adolescencia inútilmente, de eso no estoy segura, pero si puedo asegurar que a pesar no tener amigos con quienes divertirme me reí mucho, llore y soñé con cada párrafo que trataba de digerir.

Mi imaginación era lo más increíble que pude tener algún día. Quisiera decir que aún lo sigo haciendo, pero ya no soy una adolescente, a penas logro leer más de 5 páginas en tres horas, no porque sea lenta, sino porque casi no tengo tiempo para eso. Ahora los únicos libros que conozco son los de la universidad.

Algunas veces aprovecho y leo algo aquí, pero la mayoría de tiempo olvido mis lentes y me es difícil hacerlo sin ellos. Digamos que entre más leía más ciega fui quedando hasta el punto de utilizar lentes a los quince años.

Aunque no me arrepiento de nada, quedar casi ciega de la manera que yo lo hice es la forma más preciosa de estarlo, eso lo puedo asegurar.

Hoy tampoco traje mis lentes así que no leeré nada. Vaya mierda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.