El humo del cigarrillo de Lucka se disipa en el aire, formando espirales que se desvanecen antes de llegar demasiado lejos.
Lo observo con la mandíbula apretada, demasiado inquieto como para quedarme en un mismo lugar durante más de dos segundos seguidos.
-¿Vas a decirme de una vez para qué demonios me has llamado con tanta urgencia o qué? -pregunta con su usual tono despreocupado, exhalando el humo con lentitud.
Frunzo el ceño, tensando la mandíbula.
-Espera un poco.
Lucka suelta una risa nasal, pero no insiste.
La puerta de la casa de los Bass se abre.
Levanto la mirada justo a tiempo para ver salir a Sergei.
Sus pasos son tensos, su expresión todavía más.
Apenas un segundo después, Nashly aparece detrás de él, fulminándolo con la mirada mientras lo sigue de cerca.
Lucka, que no se pierde ni una, arquea una ceja con diversión.
-¿Y a esos dos qué les pasa?
No le respondo.
Nashly se adelanta y se coloca a mi lado, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
Sergei, en cambio, se detiene frente a mí, con la espalda rígida.
Paso una mano por mi nuca, sintiendo un cosquilleo desagradable de nervios subir por mi columna.
-Tengo que enseñaros algo -digo al fin.
Lucka frunce el ceño.
Sergei me mira con desconfianza.
Dudo un segundo, pero entonces, sin previo aviso, Nashly me agarra la mano y la aprieta suavemente.
Siento como si el suelo se sacudiera bajo mis pies.
Lucka y Sergei abren los ojos con sorpresa, mirándonos como si les acabara de dar una hostia en la cara.
Pero Nashly no me suelta.
Y eso me da el valor suficiente para ponerme de pie.
-Venid.
Camino hacia el cobertizo del patio trasero, sintiendo la presencia de ambos a mis espaldas.
Cuando entro, la familiaridad del lugar me tranquiliza un poco.
Los sacos de boxeo colgados, las pesas apiladas en una esquina, la barra de dominadas... este espacio siempre ha sido mío.
Aquí puedo deshacerme de la mierda que llevo dentro sin que nadie me juzgue.
Cierro la puerta detrás de ellos y los miró, con el corazón latiéndome demasiado rápido.
-Lo que vais a ver aquí dentro no puede salir de entre nosotros.
Lucka ladea la cabeza con diversión.
-Si has asesinado a alguien, prefiero no saberlo.
Sergei le da un codazo.
Yo resoplo, pasándome la mano por la cara.
-No he matado a nadie, imbécil.
-Entonces suéltalo, tío. Me estás poniendo nervioso.
Respiro hondo y paso los dedos por el dobladillo de mi camiseta.
Mis manos tiemblan.
Me quedo quieto un segundo, considerando si realmente puedo hacer esto.
Y entonces Nashly, sin decir nada, me da otro pequeño apretón en la mano antes de soltarme.
Eso es todo lo que necesito.
Me quito la camiseta.
El aire se vuelve denso en cuanto lo hago.
Puedo sentirlo en la forma en la que Sergei y Lucka se quedan completamente inmóviles.
En la manera en la que el silencio se vuelve más pesado.
Los miro de reojo.
Lucka está con la boca entreabierta, los ojos marrones clavados en mi espalda como si no pudiera creer lo que está viendo.
Sergei, en cambio, tiene la mandíbula tan apretada que puedo oír cómo rechina sus dientes.
Ambos tardan varios segundos en reaccionar.
Es Sergei quien habla primero.
-Mierda... -su voz es baja, casi ahogada.
Lucka parpadea varias veces y suelta una risa breve, nerviosa.
-¿Cómo demonios te hiciste todo eso, tío?
No respondo de inmediato.
Porque decirlo en voz alta hace que todo se sienta más real.
Me humedezco los labios y respiro hondo antes de hablar.
-Mis antiguos padres.
La mirada de Lucka se oscurece al instante.
Sergei se queda tan quieto que apenas parece estar respirando.
Por un largo momento, ninguno de los dos dice nada.
Hasta que Sergei exhala bruscamente y se pasa una mano por la cabeza, claramente alterado.
-Por eso te pusiste como te pusiste ayer -dice, y su voz suena como si finalmente todo tuviera sentido para él.
Aprieto la mandíbula.
-No puedo controlarlo -admito-. Es algo involuntario. Un reflejo.
Sergei se queda en silencio, pero veo cómo su expresión cambia.
Algo se vuelve más oscuro en su mirada.
Lucka, en cambio, se cruza de brazos y me observa en silencio, como si intentara procesarlo todo.
Sergei no dice nada al principio, solo me observa con una mirada que no había visto en él antes.
No es simplemente rabia.
Es la misma emoción que llevo guardando durante años.
-¿Desde cuándo? -pregunta, de forma grave y controlada, pero sé que está conteniendo algo que amenaza con desbordarse.
Me tenso.
-Desde que nací-respondo con sequedad.
-Hasta cuando.
-Hasta los siete.
Sergei suelta una carcajada sin humor y sacude la cabeza.
-Hasta los siete... -repite, como si no pudiera creerlo-. Joder, Nach.
Su voz suena rota.
Lucka sigue en silencio, pero puedo sentir la tensión en su cuerpo.
Sergei, en cambio, se gira abruptamente y patea una de las pesas en el suelo, haciéndola rodar por el cobertizo.
-¡¿Cómo mierda nadie me dijo nada?!
Su rugido resuena entre las paredes, haciendo que Nashly se estremezca a mi lado.
-Sergei... -empieza a decir ella, pero él la corta levantando una mano.
-No -escupe-. No me digas nada. ¿Sabías esto? ¿Desde cuándo?
Nashly aprieta los labios y desvía la mirada.
Sergei suelta otro gruñido y se gira hacia mí de nuevo.
-¿Y tú? -me señala con un dedo tembloroso-. ¡¿Cómo pudiste callártelo todos estos años?! ¡¿Por qué demonios no me lo dijiste, joder?!
Mi estómago se revuelve.
No me gusta esto.
No me gusta verlo así.
Pero no puedo hacer nada para evitarlo.
-Porque no quería que me miraras como me estás mirando ahora.