Eight seconds to Fall

Nashly Bass

Entro en la habitación de Alexei mientras siento latir la vena de mi frente.

No me molesto en llamar antes de entrar.

Simplemente entro.

Lo encuentro sentado en el borde de la cama, con su teléfono en la mano y una expresión de pocos amigos en el rostro.

Ni siquiera se molesta en mirarme cuando me acerco.

Pero cuando le quitó el teléfono de las manos si reacciona.

-¿Se puede saber qué coño te pasa?

Alexei me mira furioso desde su sitio sin moverse.

-¡Devuélvemelo! -gruñe, poniéndose de pie de golpe.

Me iguala en altura pero levantó la mano cuando hace el amago de quitarme el, el teléfono.

-¿Quieres explicarme por qué acabo de recibir una llamada de la señora Heikkinen quejándose de que le has roto la nariz a Thomas?

Su mandíbula se tensa y aprieta los puños a sus laterales.

-¿Y qué?

-¡¿Cómo que "y qué"?! ¿Me estás diciendo que le rompiste la nariz a tu amigo y te da igual?

-¡No es mi amigo! -grita furioso, arrebatándome el teléfono de entre los dedos con un tirón tan fuerte que me hace dar varios pasos atrás-. ¡Y tú no eres nadie para pedirme

-¡No eres nadie para pedirme explicaciones!

Pasa por mi lado chocando contra mi hombro hecho una furia.

Una punzada en el pecho me atraviesa y cierro los ojos con fuerza.

No entiendo qué le pasa.

No entiendo porque se comporta así conmigo.

Cuando abro los ojos me encuentro a Dimitri asomado el la puerta mirándome en silencio.

Lleva puesto su pijama enterizo de Spiderman mientras que de una de sus manos cuelga el peluche de oso blanco que nuestro padre le dio la última vez que regresó de servicio.

Su pelo rubio claro está revuelto como si llevara un rato dando vueltas en la cama pero no lograra dormirse.

-¿Pasa algo? -pregunta en voz baja.

Pongo mi mejor sonrisa acercándome a él agachándome a su altura.

-No pasa nada Dima- respondo peinándolo un poco con los dedos- ¿Qué haces despierto?

Dima cambia el peso de un pie a otro sin mirarme.

-He escuchado a Alex gritar- murmura dudoso- ¿Por que está enfadado?

Fuerzo otra sonrisa mientras le paso un brazo por los hombros y lo guío de vuelta a su habitación.

-No te preocupes por eso, peque. A veces Alexei solo necesita desahogarse un poco -murmuró, arropándolo con cuidado.

Dimitri me mira con el ceño fruncido.

-Pero contigo no debería gritar... -susurra.

El nudo en mi garganta se aprieta, pero me obligo a mantener la sonrisa.

-No pasa nada, Dima. Ahora duerme, ¿sí? Mañana tienes colegio.

Él asiente lentamente y se acomoda en la cama abrazando su oso de peluche.

-Buenas noches, Nash.

-Buenas noches, peque.

Apago la luz y cierro la puerta con suavidad antes de dirigirme a mi habitación.

En cuanto entro, cierro con llave y me dejo caer sobre la cama, sintiendo el peso de todo el día aplastándome.

El ardor en mis ojos comienza antes de que pueda detenerlo.

No entiendo qué hice para que Alexei me trate así.

No entiendo qué ha cambiado, por qué me mira con ese desprecio, por qué parece odiarme.

Y me duele.

Duele más de lo que quiero admitir.

Me giro sobre un lado, apretando la cara contra la almohada para ahogar los sollozos.

Un leve clic resuena en la habitación.

La ventana se abre.

Mi corazón se detiene por un segundo antes de acelerarse.

Segundos después, la voz de Nach rompe el silencio.

-¿Estás despierta?

Parpadeo rápido, limpiándome las lágrimas con las mangas del pijama.

-Sí -respondo, tratando de sonar normal.

Nach entra con la misma facilidad de siempre, cerrando la ventana tras él.

-Te he escrito, pero no has contestado.

Me hundo más en la cama, asegurándome de que la oscuridad oculte mi cara.

-Mi teléfono estaba en silencio.

Nach se acerca y, aunque la luz está apagada, siento su mirada pesada sobre mí.

Resopla antes de dejarse caer en la cama a mi lado.

-Cox me ha dado una paliza en el entrenamiento -murmura con fastidio-. Hoy nos ha hecho correr como locos. Después me puso a hacer repeticiones hasta que me temblaron los brazos.

Asiento en silencio.

-Y luego, para rematar, me puso a entrenar con Lionel. Casi me parte en dos.

Deja caer la cabeza sobre la almohada con un suspiro, pero se reincorpora de golpe.

-¿Por qué está mojada tu almohada?

El aire se me atora en la garganta.

-No lo sé.

Nach se queda en silencio por un segundo antes de encender la lámpara de la mesita de noche.

Su mirada recorre mi rostro y su ceño se frunce con intensidad.

-Y una mierda no lo sabes-murmura.

Cierro los ojos, maldiciendo internamente.

-¿Por qué estás llorando?

Su pregunta me congela.

Aprieto los labios con fuerza, tratando de contener el temblor de mi barbilla, pero las lágrimas siguen cayendo sin control.

Me doy la vuelta en la cama, dándole la espalda, pero siento cómo Nach se mueve.

-Nashly -su voz es más baja ahora, pero su tono es firme.

No respondo.

-Mírame.

Sigo sin moverme.

-Nashly.

Siento cómo el colchón se hunde cuando se inclina más cerca.

-Dímelo.

-No pasa nada, Nach.

-No te creo.

Tuerzo los labios con fuerza.

-No es nada.

Su expresión se endurece más.

-No me mientas.

Muerdo mi labio inferior, sin saber qué decir.

-Por favor -su voz es más baja ahora.

-No importa.

-Para mí sí importa.

Su respuesta me desarma.

Me estremezco cuando su mano se acerca, rozando con suavidad mi mejilla húmeda.

-Dime qué pasa -insiste, su tono más suave esta vez.

Trago saliva con dificultad, sintiendo mi garganta cerrarse.

Nach espera.

Y espera.

Hasta que finalmente, susurro.

-He discutido con Alexei.

Nach se tensa de inmediato.

-¿Qué te ha hecho?




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