Apoyó la espalda contra mi coche, observando a los niños salir del colegio en manada, gritando y corriendo por todas partes como si acabaran de escapar de la cárcel.
El aire está frío y seco, y el sol de la tarde brilla sobre el asfalto, haciendo que los charcos de la nieve derretida reflejen la luz con intensidad.
Entre toda la multitud de niños reconozco una cabeza rubia que ha dormido pegada a Nashly toda la noche.
Dimitri.
El crío camina a paso acelerado, con la mochila rebotando en su espalda y los ojos escaneando la multitud como si buscara algo (o a alguien).
A su lado, Alexei lo sigue sujetándolo de la mochila, asegurándose de que no se pierda en el caos de la salida.
Pero en cuanto Dimitri me encuentra entre la multitud, su cara se ilumina y tira de Alexei con fuerza, sacudiéndose su agarre.
Alexei, molesto, chasquea la lengua cuando Dimitri se le escapa, pero no lo sigue.
Dimitri corre hacia mí a toda velocidad.
Sonrío y me agacho justo a tiempo para atraparlo cuando salta sobre mí sin pensárselo dos veces.
-¡Nach!
Lo levanto en el aire, girándolo un poco antes de bajarlo al suelo.
-¿Qué pasa, enano?
Dimitri sonríe ampliamente, pero antes de que pueda responder, noto las miradas recelosas de algunas madres en la acera.
Ignoro sus expresiones y me giro hacia Alexei.
El crío se ha detenido unos metros más atrás, mirándome con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.
Suspira con hastío y aparta la mirada cuando se la sostengo.
Bajo la vista hacia Dimitri y le revuelvo el pelo.
-Súbete al coche y ponte el cinturón.
Dimitri asiente rápidamente y corre hasta la puerta trasera, subiéndose con facilidad.
Me aseguro de que se abroche el cinturón antes de volverme hacia Alexei.
-Tú, al asiento del copiloto.
Alexei frunce aún más el ceño.
-¿Por qué?
-Porque lo digo yo -respondo con molestia.
-Puedo ir detrás...
-He dicho que al asiento del copiloto, Alexei.
Su mandíbula se aprieta.
Parece que quiere seguir protestando, pero al final, gruñe por lo bajo y da una vuelta al coche para subirse donde le dije.
Cierro la puerta tras él y me subo al asiento del conductor, arrancando el motor.
El camino hasta la urbanización es silencioso.
Dimitri tararea en voz baja una canción infantil en el asiento trasero, ajeno a la tensión entre su hermano y yo.
Cuando llegamos a la casa de los Bass, Dimitri se baja del coche con su mochila a cuestas y me dedica una sonrisa antes de correr hacia la puerta.
Alexei intenta hacer lo mismo.
-Tú no -digo, deteniéndolo con un tono firme.
Alexei gira la cabeza hacia mí, con el ceño fruncido.
-¿Qué?
-Nosotros vamos a hacer una parada antes.
Su expresión se oscurece al instante.
-No quiero.
Me giro en el asiento para mirarlo directamente.
-No he preguntado si querías.
Alexei se me queda mirando, desafiante.
-No pienso ir a ninguna parte contigo.
Mi paciencia se agota.
-Vas a venir conmigo y no vas a abrir la boca hasta que te diga que lo hagas. ¿Ha quedado claro?
Su mandíbula se aprieta de nuevo.
Pero al final, cede con un gruñido molesto.
Acelero el coche por las calles nevadas de la ciudad hasta que llegamos a la pista de hockey.
Está cerrada al público a estas horas, pero como jugador del equipo de la ciudad tengo una llave
de acceso.
Aparco en la parte trasera y salgo del coche sin decir nada.
Alexei tarda un segundo en seguirme.
Cuando abre la boca para preguntar algo, ya he abierto la puerta lateral y le hago un gesto para que entre.
-Vamos.
-¿Por qué estamos aquí? -pregunta con irritación cuando entramos en la pista vacía.
La luz blanca de los focos ilumina el hielo pulido.
Me giro lentamente hacia él y cruzo los brazos sobre el pecho.
-Porque estás tan enfadado que ni siquiera puedes hablar con normalidad.
-Eso no tiene nada que ver...
-Déjate de mierda, Alexei.
Su cara se tensa.
Doy un paso hacia él.
-Se lo que ocurre con Nashly. Se cómo le hablas. Cómo la tratas. Y no te lo voy a permitir.
-No es asunto tuyo...
-Es completamente mi asunto -lo corto con dureza-. Porque la última vez que la vi llorar de esa manera fue por mi culpa, y no pienso dejarte hacer lo mismo.
Alexei me mira con rabia.
Pero en el fondo de sus ojos hay algo más.
Algo que no es furia.
Es dolor.
Lo noto.
Lo reconozco.
Porque yo mismo lo he sentido.
Doy otro paso hacia él.
-No sé qué mierda te pasa, pero más te vale encontrar otra forma de descargarlo. Porque no voy a dejar que sigas lastimando a Nashly.
Su respiración es rápida.
Está tenso.
Cerrado.
Pero lo he traído aquí por una razón.
Señalo el hielo.
-Así que hazlo aquí.
Alexei frunce el ceño.
-¿Qué?
-¿Quieres golpear algo? Hazlo aquí.
Le doy un empujón en el hombro.
No fuerte.
Solo lo suficiente para provocarlo.
-Vamos, Alexei. Descarga tu mierda aquí.
Lo empujo otra vez.
-Golpéame.
Alexei aprieta los puños.
-No.
-¿No? ¿Por qué? -Lo empujo de nuevo-. ¿Por qué conmigo no y con tu hermana sí?
Su rostro se crispa.
Y entonces, finalmente, explota.
Me golpea en el pecho con ambos puños.
No es fuerte.
No es doloroso.
No es nada comparado con lo que he soportado antes.
Pero su enfado es real.
No se detiene.
Golpea otra vez.
Y otra.
Cada golpe es torpe, sin técnica, impulsado solo por la frustración.
-¡Te odio! -grita, con la voz entrecortada.
Lo dejo hacer.
Le permito que saque todo lo que tiene dentro.
Porque lo entiendo.
Porque he sentido esa ira antes.
Porque he querido gritarle al mundo que lo odiaba tanto como él lo hace ahora.