Pensamos y pensamos por bastante tiempo, y no hallabamos alguna manera de negociar, si en algún caso quisiera aliarlos a mi empresa, estaría siendo corrompida yo misma, eso no iba a ser posible, yo no quería que aquella gente tuviera a nada que ver con mi empresa…
Había mucha preocupación dos meses se pasaron rápido, en tres días iba a casarme con Bruno, estaba abrumada, cansada, frustrada, no sabía que hacer, pero se me tendría que ocurrir algo pronto para solucionar ese problema.
Mi prometido me propuso ofrecerles una cierta cantidad de dinero, le dije que iba a pensarlo, tal vez eso podría funcionar. Decidimos contactarnos con Santoro, él a la primera no nos contestó, al intentar por segunda vez, el teléfono sono dos veces y contestó él, con su voz ronca y gruesa, me daba escalofríos tan solo de escuchar su voz.
Le comenté sobre nuestra propuesta, yo y Bruno estábamos esperanzados, pero no, él no aceptó, si o sí querían quitarnos la empresa, mis esperanzas se fueron al c*rajo, lágrimas de impotencia brotaron por mis mejillas, agarré mi cabeza con desesperación, ¿qué podía hacer en ésta situación?...
Cuando la lluvia por fin se detuvo, Bruno dijo que me llevaría hasta mi casa, temía que algo malo me pasara, asincerandome, no podíamos confiar en nadie en ese momento, tal vez hasta nuestros propios trabajadores podían fallarnos…
Cuando llegamos a mi casa le dije a Bruno que pasara, le iba a preparar un té, pero el dijo que no, que tenía otros asuntos que resolver y que lo dejemos para otra ocasión.
Yo asentí y entre a mi casa… Cuando el se marchó sentí un mal presentimiento, cerré mi portón principal y me dirijo hasta el interior.
Como el tiempo estaba frío, decidí darme un baño y descansar un poco, para poder despejar la mente.
Al salir de baño me vestí y caí rendida en la cama, a los pocos minutos me quedé dormida.
Bruno había decidido hacer lo mismo, así que fue a su apartamento, pero al llegar vió que su puerta estaba semi-abierta, y al entrar lentamente hasta su sala se quedó paralizado al ver a Santoro ahí sentado esperándolo, Bruno miró hacia atrás y habían dos hombres viéndolo fijamente.
-¿Qué es lo que quiere? – preguntó Bruno con ira, - ¿qué m*erda se creen para entrar a mi apartamento?, ah?!!, explotó de ira.
Santoro solo lo miraba con una sonrisa burlesca en su rostro, como si le causará gracia ver que Bruno estaba saliendo de sus cabales poco a poco por los últimos acontecimientos.
Pero Bruno sólo lo miraba con ira, Santoro no se dió cuenta que con sus anteriores amenazas ya le había quitado el miedo, a Bruno ya no importaba que pudiera hacerle a él, Bruno temía que me hicieran algo a mí o la empresa.
Santoro le dijo aún con esa sonrisa de malicia en su rostro: - Vengo a negociar, al parecer también has preocupado a tu prometida. Se escuchaba tan asustada… - dijo el con sarcasmo. – así que he venido a proponerte algo… Dijo Santoro sin quitarle la mirada de encima.
-Hable de una vez, ¿qué es lo que quiere para dejarnos en paz?, ¿una cantidad más elevada de dinero?– dijo bruno con intriga.
-Te propongo que me dejes a tu prometida por una semana, y pasada esa semana yo los dejaré tranquilos – dijo el hombre descaradamente, eso dejó a Bruno desconcertado, claro que no lo permitiría, eso era repugnante, cómo podía pedirle una cosa así…
-Es eso o seguirlos atormentando... Tú decides. – dijo Santoro demandante.
Desde que escuchó lo de prestarme a mí por una semana, él ya tenía su respuesta decidida, <NO.>, pero quedó tan conmosionado que las palabras no le salían, su cerebro estaba bloqueado, sería un dolor muy grande para él y para mí también, si aceptabamos eso, yo y él estaríamos dando mi libertad por una semana, y no estábamos seguros si me devolvería, no se podía confiar en ese hombre…