El alma

Capítulo 2

 

—No estarás hablando en serio. Zack sonrió.

—Claro que sí. No te vas a perder esto.

—Pero, ¿cómo? ¿Cómo se te ocurre comprarme un…? —ex- clamó ella, dejando caer algunas hojas del escritorio—. ¿Con qué dinero?

—Robé tus ahorros —dijo él y, cuando Zoey se puso pálida  a causa de la ira, se echó a reír—. ¡Claro que no, boba! Le pedí dinero a mi abuela.

Esta vez, la chica pegó un verdadero chillido.

—Tú, ¡¿qué?!

—Ya, no hagas un escándalo. —Zack suspiró—. Como se lle- varon de la escuela todas mis cosas después de mi muerte, mis ahorros, que ya no me sirven, no están a mi alcance. Fui hasta lo de mi abuela para pedirle dinero prestado. Cuando le dije que era para ti se mostró encantada de colaborar.

—¿Gastaste el dinero de tu abuela en un vestido para mí?

¡Realmente te has vuelto loco!

—No. —Zack abrió una de las bolsas—. Esto te va a quedar genial.

 

Del paquete sacó una bella caja de color rosa anudada con una cinta. A pesar de su enojo, Zoey se inclinó hacia delante, llena de curiosidad.

Dentro había un vestido de chiffon color aguamarina. Cuando él lo estiró frente a ella, Zoey se sorprendió. Era incluso más her- moso de lo que había imaginado en un comienzo. Sin embargo, la emoción duró poco. Volvió a indignarse cuando se dio cuenta de un pequeño detalle:

—¿Cómo crees que me pondré eso? —chilló, señalándolo—.

¡No tiene tirantes!

—¡Lo sé! —contestó él, con sorna—. ¡Por Dios, Zoey! Que si no te lo pones tú, te lo pongo yo.

—Estás loco.

—Ni creas, ¡y mira esto! —Con cuidado, Zack dejó el vesti- do sobre la cama. De la misma bolsa, sacó una caja mucho más pequeña—. Un corpiño3 para vestidos sin tirantes. Hará que se sostengan por sí mismas, ¿lo ves? —le mostró, poniéndoselo sobre el pecho para mostrar cómo funcionaba.

Zoey enrojeció. ¿Le había comprado un sostén también?

—Eres un monstruo —susurró ella, sonrojada—. ¿Te atreviste a comprarme ropa interior?

—Vamos, ver tu talle no es difícil. —Él se encogió de hom- bros—. La vendedora dijo que sujeta muy bien y que es como usar uno común.

—Bromeas —negó ella.

—¡Y aún no termino! —Zack abrió la siguiente bolsa, que contenía una caja de calzado.

—¡Oh, no! —exclamó Zoey, ya muerta de los nervios. Empe- zaba a sentirse mal—. ¿Zapatos?

—Por supuesto, y tengo muy buen gusto —se jactó Zackary al tiempo que le mostraba un par de bellos zapatos en color blan- co perlado—. Combinan muy bien con este vestido.

Corpiño: Término utilizado en Argentina para referirse a un sostén o brassier.

 

—¡Zack! ¡Has gastado una fortuna! ¡Para una boba fiesta escolar! Pareceré una idiota. Nadie va a estar tan elegante.

—Es un baile, Zoey —respondió él, dejando los zapatos en el suelo—, puedes jugar a ser princesa por un día. Y conociendo a la organizadora de este evento, yo diría que sí van a estar todos muy elegantes. Sabes que Mariska puede arrojar dinero al techo y que su amiga Sara hará lo que sea para imitarla.

—La verdad es que no lo sabía —retrucó la muchacha, cru- zándose de brazos. Hacía tiempo que no le prestaba atención a Mariska—. Pero… —Tragó saliva. No era que no quisiera po- nerse esas cosas tan bonitas, la cuestión era que le daba pena—. Debió salir muy caro y no me parece justo gastar los…

—¡Da igual! —Zack la levantó de la silla, le puso el vestido en las manos y la empujó al baño—. ¡Y no olvides el «agarra bubis» nuevo! —Se lo lanzó, antes de cerrar la puerta.

Ella se quedó dura, parada junto a la puerta del baño con el vestido en las manos. Era muy bonito aunque también exagerado. Iba a desentonar. Pensó en quedarse allí, refugiada, pero Zack asomó la cabeza para amenazarla.

Entre suspiros, Zoey se quitó el pijama y el corpiño que traía puesto, para reemplazarlo por el strapless. Luego, se colocó el ves- tido. Estiró las manos hacia su espalda para subir el cierre4 y, cuando se miró al espejo, pensó que ese atuendo era realmente revelador.

—¿Lista?

—Zack —susurró ella—. Aunque tenga un vestido, todavía estoy despeinada y no tengo puesto maquillaje. Se hará tarde.

Él abrió la puerta.

—Tonterías. Jessica se fue justo antes de que yo volviera, ¿no? La fiesta acaba de comenzar, aún tienes tiempo para peinar esos rizos y colocarte algo de labial y además… ¡Mierda! ¡Sabía que  te verías sexy! —Zack abrió la boca y la miró, anonadado—.

Cierre: Término utilizado en reemplazo de “cremallera” en algunas zonas de Sudamérica.

 

Oh, vamos, por favor, péinate ya y maquíllate un poco. Todos morirán por ti —la halagó.

Zoey frunció los labios.

—Me tardaré —insistió.

—Tienes quince minutos para hacerlo o te llevaré a rastras al salón estés como estés.

La dejó sola otra vez y, nerviosa, ella abrió las gavetas del mue- ble del baño donde guardaban el rizador y los maquillajes.

Tembló. Quince malditos minutos.

Tomó varios mechones de cabello hasta poder domar las par- tes más rebeldes. Soltó el rizador caliente y vació el cajón de som- bras y labiales sobre la mesada.

¿Qué color podría usar para un vestido como ese? Rebuscó entre algunas cosas de Jessica hasta decidirse por algo simple: ma- rrón y negro, eso resaltaría sus ojos. Luego de hacer malabares y de aplicarse un poco de brillo labial, salió del baño a las corridas y Zack se rio cuando aterrizó frente a la cama.

—Trece minutos —canturreó—. Ahora ponte los zapatos.

Se colocó los tacones, que eran más altos de lo que había usa- do jamás, y miró a Zack con disgusto para demostrarle qué tan incómoda se sentía.

—Me caeré con esto —dijo, preocupada—. Se reirán de mí.

—Procura no hacerlo —le advirtió él—. Por cierto, mi abuela te presta esto. Ella lo usó cuando tenía quince5, en su fiesta de cumpleaños.



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En el texto hay: juvenil, romance, dije

Editado: 25.01.2020

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