El alma

Capítulo 3

 

Tal vez debería haberle dado una explicación más exacta a Rick Davenson. El chico que a ella le interesaba estaba ahí, pero no entre los vivos. Miró a Zack y se reafirmó que estaba enamo- rada de él y que eso no iba a cambiar por más que lo intentara.

¿Cuándo iba a aceptarlo? Él ya no era su amor platónico, era su amor en todas las expresiones que podía utilizarse en ese mundo.

Y ahora también era su mejor amigo. Le resultaba imposible separar las dos cosas. En un comienzo ella había pensado en con- vertirse en solo su amiga, pero la vida le demostraba que eso no era posible. La relación entre ellos era apenas la punta del iceberg e iba de la mano de sus más profundos sentimientos.

—¿Sabes? —dijo Zack, sonriente—. Me puse un poco celoso cuando te vi salir así vestida a una fiesta llena de mortales hormo- nales, porque te veías muy linda y pensé que yo no podría bailar contigo y otros sí, que no tendría mi oportunidad como todos los demás.

Con eso, ella rio.

—No es para tanto —le dijo—. Sigo siendo yo.

—Pero te ves sexy —aclaró él, riendo también.

 

—Jessica dijo lo mismo, pero eso no cambia lo que soy. Estoy igual que siempre, Zack.

—Pero sí cambia lo que yo siento cuando te veo partir —le explicó el muchacho, bajando la cabeza—. Me gustaría poder participar de estas cosas contigo. Y si quieres insistir en lo de    la ropa, ya que parece que te preocupa tanto, te diré que Jessica y yo estamos emocionados porque nunca te vimos con tanto brillo. Siempre estás un poco más relajada.

Ella frunció el ceño mientras él la hacía girar entre las personas que ni se percataban de la cara del chico.

—Oye, ¿estás diciendo que me visto simplona o qué? Él negó.

—Te vistes normal. Por ejemplo, Mariska hace uso de su di- nero para verse como estrella pop todos los días del año. Por eso tiene tanta atención de los muchachos. Tú no lo haces a menudo, y por eso es que hoy de seguro tienes a miles de personas murien- do por ti —aclaró, batiendo sus gruesas pestañas.

—¿Miles? —contestó ella, riendo sin control. Le dio unas pal- madas en el brazo.

—Hablo en serio —dijo Zack, estrechando los ojos para acen- tuar su falta de humor al respecto.

Pero Zoey no podía evitar reírse de sus comparaciones. Para ella, nada había cambiado por usar tacones Acomodó mejor los brazos sobre los hombros de Zack y le devolvió la mirada. No seguían ningún ritmo en particular, se movían poco.

—Bien, de acuerdo —aceptó—. Me veo sexy según tú, Jessica y Davenson, lo que no es mucho. No son miles, ¿ves?

Zack se irguió de pronto.

—¿Davenson? —repitió.

—Me invitó a bailar y le dije que no.

Zackary frunció el ceño y miró a su alrededor, tal vez buscan- do a Rick, pero cuando Mariska enfiló hacia ellos, volvió a girar la cabeza.

 

Se movieron  con disimulo hacia el otro lado, justo cuando  la chica pasó por detrás de Zoey. Siguió su camino sin mirarlos y ambos se relajaron en cuanto comenzó otra canción de moda que llevó a la mayoría de nuevo a la pista de baile.

—¿No te molesta que estén haciendo una fiesta tan cercana  a la fecha de tu cumpleaños? —le preguntó Zoey. Zack bajó la mirada, sonrió y negó—. Es pasado mañana, ¿sabes? Y lo irónico es que tú trajiste regalos para mí y yo pasé semanas pensando qué darte.

—No tienes que darme nada —le contestó él, estirando la mano para apretarle los cachetes—. Eres todo lo que tengo. Eso es bastante para mí. Y por lo otro… Es como si esta fuera mi fiesta de cumpleaños —reflexionó Zackary, mirando la bola de espejos—. Yo lo veo así. Apenas faltan dos días y es extraño pen- sar en el asunto porque en verdad no voy a crecer. Por más que mi cumpleaños llegue, nunca voy a tener dieciocho.

Zoey suspiró.

—Para mí sí.

—Para ti soy muchas cosas —rio él—. Tu amigo, tu no-novio, tu peluche, tu protector. Para ti estoy vivo —suspiró también, y Zoey tuvo que bajar la cabeza para ocultar con sus rizos las me- jillas rojas.

«Tu no-novio», se repitió. ¿Qué significaba eso?

—No es gracioso.

—No —admitió Zack, mientras tomaba su mano y la hacía girar—. La verdad es que no lo es. Pero si seguimos pensando en la tristeza, lloraríamos toda la vida.

Cuando volvió a quedar delante de él, Zoey frunció los labios.

—No me refiero a eso —dijo, tan bajo que creyó que él no la había escuchado.

—¿A qué entonces?

Zack la abrazó con sutileza, como si estuvieran bailando un tema lento. Obviamente, ella había olvidado que él podía oírla

 

por encima de toda esa música con facilidad. Apoyó la cara en su pecho y pensó en lo que iba a decir.

—Que no es gracioso tener que luchar contra esto —dijo con suavidad. Zack se quedó callado y al final, ella siguió hablan- do—. Todo el tiempo lucho contra lo que dices que eres para mí: mi «no-novio», —repitió con una expresión de angustia.

Él deslizó las manos por su espalda, pensativo.

—No eres la única que lucha contra eso. A veces pienso que es tu culpa —dijo, y la sostuvo pegada a él cuando Zoey quiso protestar por lo último—. Tal vez si tú creyeras que estoy muerto de verdad y no me quisieras, yo no tendría que lidiar con lo que siento cada vez que te tengo así. —Bajó el tono de su voz—. En- tendería a la muerte como debe ser. Entonces, comienzo a pensar que la culpa es mía y de nadie más.

Guardaron silencio mientras la música cambiaba. Fue casi iró- nico cuando una melodía lenta y dulce llenó el ambiente. Los que tenían pareja se pusieron románticos, y los que estaban solos, a tontear.

Pero Zack y Zoey se quedaron congelados. No supieron qué hacer durante los primeros compases, hasta que él tomó la de- terminación de bailar como correspondía. Alejó a la chica unos centímetros de él, puso ambas manos en su cintura y la incitó a colocar los brazos alrededor de su cuello.



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En el texto hay: juvenil, romance, dije

Editado: 25.01.2020

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