El amanecer de las bestias.

Capítulo IV: El grito ahogado.

Catherine.

Muchas veces vemos al protagonista dirigirse en completa soledad al lugar donde se encuentra el asesino, el fantasma, vampiro, bestia o lo que sea que aterrorice en su historia, incluso muchas veces gritan algo como:

 “¡Hola!, ¿hay alguien que quiera matarme por allí?, aquí estoy ven a por mí”

Yo detestaba esas historias, en principio era porque me parecía ilógica y estúpida esa actitud, solía pensar que si yo estuviese ahí no haría eso, saldría pitando de casa y llamaría a la policía o alguien que me ayudase, “yo no entraría allí jamás, ni haría eso”. Ahora me daba cuenta de que, por eso, nunca debemos decir que jamás haríamos tal cosa.

Al menos había sido mi forma de pensar antes de encontrarme en esta situación, por suerte, un niño de seis años fue más inteligente e intuitivo que yo, como para no meterse en la boca del lobo, en cambio, una atolondrada jovencita como yo, vino directo a ello, el amor no era excusa. Sólo podía pensar en algo:

Estoy aquí lista para ser ¿desayuno o almuerzo de ese algo?

Ni siquiera sabía qué hora eran y tampoco sentía hambre. Sólo dolor en mi espalda, ocupando mi mente y manteniéndola libre de algún pensamiento racional. Puesto que me encontraba gritando a todo pulmón, cuando una helada mano se había posado sobre mi hombro, cortando todo raciocinio coherente y mi respuesta fue la menos inteligente de todas, gritar lo más alto que pudiese.

Por suerte o quizás no tanta, esos fríos dedos habían amordazado mi boca en menos de medio segundo, ahogando mi voz y cualquier grito que pudiese proferir o salir en busca de ayuda. Aunado al ruido de la puerta detrás de mí ser cerrada.

Ahora estaba encerrada aquí con algo o alguien. Sea lo que ésta cosa fuese, lo cierto era que hedía, un extraño olor a pelo remojado y suciedad inundó mis fosas nasales, no paraba de temblar y sólo sabía una cosa, lo que sea que amordazó mi boca tenía una mano humana y mientras fuese una persona, aún tenía una oportunidad de sobrevivir, comparado a estar atrapada con un engendro de esos que correteaban por allí afuera.

Comencé a luchar desesperada por liberarme, trataba de golpear lo más fuerte que pudiese a esa persona, con mis manos y pies, era difícil porque estaba de espaldas a él, por lo que intenté morderle, pero su voz me detuvo en seco.

—Cálmate Cat, soy yo —dijo con una voz ronca, tan extraña y similar a él ¿Marcus?

Sólo dijo cuatro palabras y yo ya me había roto en llanto, el miedo de que algo le hubiese atacado o le hubiese pasado algo, había desaparecido.

Incluso la ira por haberme abandonado, traicionado, había mermado y sólo podía pensar en nosotros dos, juntos otra vez. El dolor y la tristeza comenzaron a tomar control de mi ser y apenas me soltó, me giré y le di una fuerte cachetada con todas mis fuerzas.

Me sentía tan herida y en cambio él, me miraba sorprendido, observándome con esa típica mirada de impaciencia que los adultos tendían a darle a los niños. Odiaba que las personas me mirasen así y rápido noté, que era más doloroso cuando era él quién me veía así.

—¡Basta! No es momento para que hagas un drama, tienes que ser lo más silenciosa posible, ¿no entiendes que…?

Algo en mi rostro le detuvo de seguir hablando, limpié mis lágrimas y sujetando mi brazo izquierdo intenté darme el consuelo que tanto necesitaba. Desde que llegué a la universidad, solían llamarnos el genio y su barbie, el búho y su gatita revoltosa. Parecía ayer cuando a través de los pasillos de la universidad, escuchaba a sus amigos decirle:

¿Estás loco, esa niña va a traerte problemas?, terminarán rompiendo por su inmadurez…

Todas las frases que tanto había escuchado, sin importar cuanto me esforzase por demostrar lo contrario y mis profesores me elogiasen. ¡Dios, yo estudiaba robótica! No llevaba ni la mitad de mi carrera y ya me tenían en el laboratorio investigando junto a estudiantes de último año.

¿No había logrado crear un nueva Inteligencia Artificial junto a mi hermano? Funcionó en el maldito robot en el que la inserté, pero dejé todo eso de lado para unirme al departamento de medicina y trabajar de la mano con ellos, crear equipo biomédico que lograse avanzar la medicina que conocemos hoy… ¿Qué dijeron sus amigos?

“Esa chica es tan pegajosa”

“Incluso lo persiguió hasta esta división”  

“¡Desvergonzada, deben ser las investigaciones que robó o falsificó desde la empresa de su familia y ahora se lo acredita!”

“Sólo mira cómo se viste, tanto rosa hace doler mis ojos”

Tantas frases pasadas y malos comentarios, golpearon mi mente, ¿cuál de todas le había llevado a dejarme?

Lo cierto era que yo escondía mi inseguridad bajo una fachada bonita, en verdad me esforzaba por lucir bien, ¿cuántas veces escuché feos comentarios sobre mi aspecto en la niñez? Ahora el que fuese aficionada a la moda y vestirme bien, llevaba a ser catalogada como: “una tonta”.

Sólo está bien si eres hombres, ellos pueden ser cuan inteligentes y nerd deseen, al mismo tiempo que se ven bien, aunque sea rubio. Tono de mi cabello que tanto me esforzaba en ocultar y a cambio solía teñirlo con mis colores favoritos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.