El amanecer de las bestias.

Capítulo VI: La ira desencadenante.

 

 

 

Marcus.

Los días pasaron y no volvimos a saber de Davis, el miedo, la desesperación y el arrepentimiento me carcomían a toda hora. Con nuestras emociones a flor de piel, llegó el caos, fue apenas cuatro días después del aislamiento de nuestro compañero, la tensión en el comedor era palpable, la comida parecía incluso insulsa y de no ser por el hambre que me devoraba, ni me atreviese a tocarla.

Justo cuando me faltaba poco para terminar mi plato, fue cuando todo ocurrió. Carlos se levantó en medio de temblores, sus córneas casi rojas e inyectadas en sangre, con las pupilas dilatadas, el iris que antes poseía un color oscuro y casi azabache, se hallaba ahora en una tonalidad dorada. Entre espasmos golpeó la mesa, se hallaba en un completo estado de histeria, nos miró y gritó:

—¡Todos están locos! ¿No se dan cuenta de lo que nos están haciendo?, somos sus malditos conejillos de india, están experimentando con nosotros y dañánd…

Sus palabras se vieron interrumpidas por extraños balbuceos y gruñidos que salían de su boca y sus labios entreabiertos exhibieron grandes colmillos, con una dentadura frontal afilada. Parecía más una bestia o un animal, que un corriente ser humano.

Sus dedos comenzaron a deformarse en extraños ángulos y del borde de sus dedos brotaron unas gruesas uñas filosas, garras que jamás verías en un… ¿Perderíamos nuestra humanidad? ¿Jugaban con nuestro ADN?  

De pronto, el temblor de su cuerpo se detuvo y toda su anatomía se contrajo, cayó de rodillas y su piel se comenzó a desprender, él mismo la arrancaba en pedazos, dejando todos y cada uno de sus músculos visibles, ondeando en extraños y grotescos movimientos.  Sangre oscura y espesa brotó de sus ojos, secándose en una costra por la que brotaba pelo, quedando la mayor parte de su cuerpo cubierto por un extraño pelaje oscuro.

Sentí ganas de reír y una pregunta rondó mi cabeza: ¿dónde estaba la cámara oculta? Tenía que ser una broma, todo esto era un mal chiste para un programa de variedades y jugaban con nosotros, un truco gracias al avance tecnológico y quizás mucho maquillaje. Sí, eso era. ¡Nada de esto podía ser real!

En estado de shock me quedé paralizado al observar la terrible escena que ocurría frente a mis ojos, no sabía en qué momento el abrumador silencio había sido sustituido por el sonido de pasos y gritos, estaba pasado en verdad, esto no era una broma, arruiné mi vida y mi futuro al venir aquí, mientras veía lo que ocurría alrededor de mí, a mi mente llegaron las imágenes de todo lo que perdí.

Ya no volvería a ver a mi familia, mi pobre madre quién me había criado con mucho esfuerzo y cuidado de mi preciada abuela, a pesar de ser abandonada por un irresponsable… Todo por lo que ella luchó, el título universitario que tanto ansiaba enseñarles y hacerlas sentir orgullosa, mis sueños, mis metas, mi Cathy… ¡Lo siento nena, ya no podré volver!

 El personal médico había llegó junto a varios guardias de seguridad. Lo que antes había sido mi compañero de habitación y un buen amigo en este maldito centro experimental, ahora se había convertido en un oscuro personaje salido de una historia de terror, concentrado en recorrer el comedor a cuatro patas y tasajear al que estuviese al alcance de sus garras, alimentándose de toda aquella carne a la que sus dientes pudiesen hincar.

Me disponía a correr hacia el personal de seguridad, cuando noté una peculiaridad, Carlos no era el único que se había transformado en un extraño fenómeno peludo, había más entre nosotros, como él, y en la sala reinaba el pánico, la sangre y la locura.

Correr, huir, sobrevivir, ella… cuatro imágenes se agolpaban en mi mente, tenía que escapar de esta pesadilla y reencontrarme con ella, con las mujeres de mi vida, las tres me esperaban, no podía rendirme, no era así como mi madre me había criado, se lo había prometido y a Cathy.

No sabía en qué lugar del edificio me encontraba, mi mente se centraba en correr lo más lejos posible, pero todos los pasillos eran iguales, con una pequeña diferencia, algunas horas antes no había trozos de humanos y sangre decorando todo el lugar.

Desesperado pulsaba una y otra vez el ascensor, ése era mi único medio para lograr salir de esta carnicería, sin embargo, quizás era muy tarde ya, la cabeza me daba vueltas y aunque había comido hace poco, me invadía un hambre voraz, manchas escarlatas comenzaron a nublar mi vista y la sola imagen de Catherine era lo único que me mantenía cuerdo, debía sobrevivir por ella, estábamos tan cerca de esa ciudad. Si alguna de estas bestias escapaba y llegaba por allá… no importa cómo, se lo debía, tenía que regresar, darle una explicación, dejarla en un lugar seguro, yo debía…

 

۝۝۝

 

En cierta manera lo había logrado, luego de toda una odisea y una carnicería casi sin fin, salí de ese laboratorio, en cuatro patas, cubierto de pelo y con garras más largas que la suave mano del amor de mi vida, había vuelto… aunque ¿qué era yo?

 Estaba aquí, frente a ella, en nuestro antiguo nicho del amor y olía mejor de lo que podía recordar…

—¿Qué diablos está pasando aquí? —preguntó un encolerizado Cristopher, evadiendo por obvias razones el mirarme.




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