El amor en los tiempos de Tinder

Capitulo 1

Siena miraba hacia afuera por el gran ventanal de la cafetería. Los autos circulaban como ríos furiosos por las avenidas, y la gente, un torbellino de siluetas anónimas, iba y venía por las veredas. Se preguntó qué historias llevarían en sus espaldas, si la felicidad era una compañera constante o si la vida les estaba jugando una mala pasada, como a ella. Su mirada avellana, aún brillante y rojiza por las tormentas de lágrimas de unas horas antes, se posaba en uno y luego en otro transeúnte, buscando quizás un reflejo, una respuesta.

Un suspiro largo y pesado, como si quisiera arrancar de cuajo el peso de su alma, escapó de sus labios sin que se diera cuenta. La piel tibia de la taza de té de canela, olvidada en sus manos, se enfriaba lentamente, y el vapor había desaparecido hace mucho, llevándose consigo cualquier rastro de consuelo.

Bajó la vista a sus manos. Allí, en su dedo anular, la marca clara y pálida del anillo de casamiento seguía aferrada a su piel. Una huella fantasmal. Hacía tres meses que se lo había quitado, pero al parecer, su dedo no se había enterado. O quizás ella misma no quería creer que, a primera hora de ese día, después de casi veinte años de matrimonio, había estampado su firma en los papeles del divorcio. El "para siempre" había terminado, no con un estruendo, sino con un silencio administrativo que resonaba en cada fibra de su ser.

Una voz joven, pero llena de una preocupación familiar, la sacó de su letargo.

—¡Mamá! —exclamó Mateo, su hijo, que de repente estaba parado frente a su mesa, su figura alta proyectando una sombra sobre ella.

Siena levantó la vista, esbozando una sonrisa forzada que no alcanzó sus ojos.

—Te llamé varias veces, estás en cualquier lado por lo que veo —dijo Mateo en voz baja, con un deje de reproche cariñoso, mientras se sentaba en la silla frente a ella, tomándole las manos frías entre las suyas cálidas.

—Perdona, mi amor. Estoy… estoy tratando de lidiar con todo esto —su mirada volvió a la calle, como si los autos pudieran llevarse sus problemas. Las hojas del otoño caían en espiral, dibujando un hermoso collage dorado y rojizo en el suelo. Ella amaba el otoño y la primavera, pero últimamente todo, absolutamente todo, le parecía monocromático, descolorido y muy gris.

—Mamá, mírame —instó Mateo, apretando suavemente sus manos para captar su atención. Los ojos de Siena se encontraron con los suyos, que reflejaban una madurez que a veces la sorprendía. —Tal vez solo tengo veinte años, sí. Pero creo que soy lo suficientemente maduro para algunas cosas importantes. Y si de algo estoy seguro, es que entre tú y papá, el matrimonio ya no estaba funcionando. Y de eso, hacía mucho tiempo.

Siena asintió lentamente, las palabras de su hijo golpeándola con una verdad incómoda.

—Lo sé, créeme que lo sé —murmuró, su voz apenas un susurro. —Solo que… pensé que sería hasta que la muerte nos separe. Que íbamos a envejecer juntos, criando nietos. Y eso, para mí, era más que suficiente.

Mateo soltó sus manos y se reclinó, con una expresión de dolorosa sinceridad en el rostro.

—¿Más que suficiente? ¿Y el amor, mamá? Porque justamente eso era lo que estaba muerto entre ustedes, si es que en algún momento hubo amor de verdad. De eso, ya hacía mucho tiempo.

Siena lo miró con incredulidad, sus ojos avellana abriéndose en shock.

—¿Qué estás diciendo, Mateo? Con tu padre nos amábamos mucho. Nos llevábamos bien, nos entendíamos —se encogió de hombros, defensiva. —Estaba… acostumbrada a él.

—No es lo mismo el amor que la costumbre, mamá. Y él te lo hizo saber. Te dijo el porqué se iba y el porqué del divorcio —Mateo se inclinó hacia ella, su voz suave pero firme, cada palabra un eco de la realidad que ella evitaba. —No quiero parecer cruel, mamá. Estoy y estaré de tu lado siempre, lo sabés. Pero la realidad… es que el amor no era el protagonista en ustedes. De eso ya hacía tiempo.

Las palabras de Mateo la golpearon con la fuerza de una revelación. Siena comenzó a llorar nuevamente, sin poder contener las lágrimas que brotaban como si esas palabras fuesen cuchillos que le atravesaban el alma, abriendo viejas heridas. Su hijo tenía razón, una razón cruda y dolorosa. El amor nunca fue el protagonista entre ellos. Pero la pregunta era: ¿alguna vez lo había sido de verdad?

(Flashback)

La imagen de su living, impecable y ordenado, se coló en su mente. Era una noche más, hace apenas unos meses, una de tantas. Su ex-esposo, el hombre con el que había compartido casi dos décadas, estaba sentado en el sillón de siempre, leyendo un libro sobre psicología, su rostro iluminado por el brillo de la lámpara de lectura. Siena, en el sofá de enfrente, revisaba números en su laptop, absorta en las planillas de la cafetería, el suave tecleo de las teclas el único sonido que rompía el silencio.

No había discusiones, no había gritos. Simplemente no había nada.

—¿Cómo te fue hoy en la cafetería, Siena? —preguntó él, sin levantar la vista del libro.

—Bien —respondió ella, sin detener sus dedos sobre el teclado. —Tuvimos un buen día. La tarta de manzana salió perfecta.

—Ah, qué bien —murmuró él, y el silencio volvió a instalarse, espeso y cómodo, casi tranquilizador.

Siena recordó haber mirado su perfil, la forma en que el ceño se le fruncía en concentración. No había afecto, ni complicidad en su mirada. Era una rutina, una costumbre compartida. ¿Cuándo se habían convertido en compañeros de cuarto que ocasionalmente compartían una comida y un hijo, pero nada más? El último beso que se dieron, el último roce cariñoso, ¿cuándo fue? No podía recordarlo. Y eso, se dio cuenta ahora, era el verdadero problema. No el final, sino el lento, casi imperceptible, desvanecimiento.

(Regreso al Presente)

Siena bajó la mirada, el rostro bañado en lágrimas, mientras las palabras de Mateo seguían resonando en su mente. "El amor no era el protagonista." Tenía razón. La costumbre, la tranquilidad, la seguridad... todo eso había estado. Pero la pasión, la aventura, la chispa... eso había muerto, si es que alguna vez existió plenamente en su matrimonio. La pregunta de Mateo la carcomía: ¿Alguna vez lo había sido de verdad?



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Editado: 07.08.2025

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