El amor en los tiempos de Tinder

Capitulo 3

La mañana siguiente comenzó para Siena con el familiar aroma a café recién molido y medialunas horneándose. A pesar del torbellino emocional del día anterior, la rutina de la cafetería traía una especie de consuelo. Se movía entre las mesas, saludando a los clientes habituales, con una sonrisa que aún no le llegaba del todo a los ojos, pero que ya no se sentía tan forzada. La presencia de Mateo por la mañana, con su abrazo cargado de promesas, y la explosión rubia de Rise por la tarde, habían inyectado una extraña mezcla de dolor y esperanza en su alma.

Revisó las planillas, preparó los pedidos y charló brevemente con los empleados. "Ojitos de Cielo" era su refugio, su creación, el lugar donde se sentía segura y, de alguna manera, en control. Pero la promesa de Rise, ese "cambio de look", flotaba en el aire como una amenaza deliciosa, una invitación a salir de su zona de confort. Lo que la ponía nerviosa era lo que su amiga y Teresa podrían tener en mente.

La tarde llegó con una luz más suave, tiñendo de dorado las mesas vacías de la cafetería. Siena acababa de terminar de cerrar la caja cuando el sonido inconfundible del claxon de un auto, varias veces seguidas y con insistencia, anunció la llegada de Rise.

—¡Siena! ¡Apúrate, mujer! ¡Tu hora de transformación ha llegado! —La voz de Rise, amplificada por la ventanilla baja del auto, resonó por la calle.

Siena soltó una carcajada, tomó su cartera y salió, cerrando la puerta tras de sí. Rise la esperaba al volante de un coche deportivo de lujo, reluciente y ostentoso.

—¿No tenías algo un poco más discreto? —preguntó Siena, mientras subía al asiento del copiloto.

—¿Discreta yo? ¿En este momento? ¡Querida, esta es la versión "Phoenix" de Rise! ¡Resurgiendo de las cenizas de un matrimonio aburrido! —exclamó Rise, poniendo el auto en marcha con un rugido potente. —Y vos, mi querida, sos la próxima ave fénix.

El trayecto hasta Recoleta fue una mezcla de risas y la incesante charla de Rise sobre moda, chismes de Milán y sus planes para su nueva colección. Siena se dejó llevar, disfrutando de la ligereza de la conversación, una tregua bienvenida para su mente agotada.

Llegaron al spa de Teresa. El lugar era un oasis de lujo y tranquilidad, con una fachada discreta que escondía un interior moderno, minimalista y elegante. Aromas suaves a lavanda y eucalipto flotaban en el aire, y una música ambiental relajante invitaba a desconectar. Al entrar, Teresa las recibió con una sonrisa radiante.

—¡Mis fabulosas! ¡Qué alegría tenerlas aquí! —exclamó Teresa, acercándose para darles un abrazo a cada una. —Les preparé un circuito especial. Hoy van a salir como nuevas.

Siena sintió un pequeño escalofrío. Miró a su alrededor. El spa estaba lleno de actividad, y lo que más le llamó la atención no fueron los sofisticados equipos, sino el personal. La mayoría eran hombres jóvenes, con cuerpos esculpidos y sonrisas encantadoras, moviéndose con una gracia atlética entre los clientes. Eran realmente guapos, con ese aire fresco y desenfadado de la juventud. Rise, a su lado, no tardó en notarlo. Sus ojos celestes brillaron con un entusiasmo evidente.

—¡Teresa! ¡Mi querida Teresa! ¡No me habías dicho que tenías un ejército de adonis trabajando para vos! —exclamó Rise, con una sonrisa de oreja a oreja, sin disimular su agrado. Les lanzó una mirada coqueta a un par de ellos que pasaban, quienes les devolvieron el gesto con profesionalismo y una chispa de diversión.

Siena, por otro lado, sintió cómo el pudor la invadía. Se ruborizó levemente. Se sentía observada, expuesta. La idea de que esos jóvenes la vieran en un contexto de spa, vulnerable, le generaba una incomodidad inesperada. Era muy diferente a estar en su cafetería, con su delantal.

El circuito de relax comenzó. Pasaron por saunas, duchas de sensaciones y masajes que lograron relajar los músculos tensos de Siena. Pero la verdadera prueba llegó cuando las guiaron a la sala de depilación.

Rise, con su audacia habitual, se acostó en la camilla con total naturalidad, mientras una joven especialista se preparaba para comenzar. Pero cuando le tocó el turno a Siena, y la esteticista, una mujer joven y sonriente, le indicó que se quitara la bata para la depilación completa, Siena sintió que la sangre se le subía a la cabeza.

—Eh… no, no, por favor —dijo Siena, cubriéndose con las manos y retrocediendo un paso. —Solo las piernas. Lo demás… lo demás no es necesario.

Rise, que ya estaba en plena sesión y con una pierna extendida, soltó una carcajada fuerte que resonó en la sala.

—¡Ay, Siena! ¡No seas ridícula! ¡Dale, liberá esa selva! —exclamó Rise, con su voz potente. —Amiga, no podés seguir por la vida con esa vegetación exuberante ahí abajo. ¡Es tiempo de un cambio radical! ¡Es la hora de la renovación total, de la depilación "full brazuca", mi amor!

Siena se puso más colorada que el pelo de Teresa. La idea la avergonzaba profundamente, y el comentario de Rise no ayudaba. La esteticista, profesionalmente, esperó pacientemente.

—Rise, por favor… —murmuró Siena, mirando con desesperación a su amiga. La depilación completa le parecía una línea que no estaba dispuesta a cruzar. No todavía.

Rise se levantó un poco de la camilla, e hizo que una de las chicas corriera el biombo que las separaba, se apoyó en un codo, y la miró con severidad, aunque una sonrisa aún le danzaba en los labios.

—A ver, Siena, mi amor. Escúchame bien. ¿Hace cuánto que no te ve el sol en esa zona? ¿Diez, quince años? ¿Más? Si querés reconstruir tu vida y salir al ruedo, tenés que presentarte como una guerrera lista para la batalla, no como un arbusto que necesita poda urgente. ¡Es por tu bien! ¿O acaso pensás que los príncipes azules se detienen a revisar la botánica de tu entrepierna?

Siena cerró los ojos, sintiendo el calor en sus mejillas. La esteticista, disimulando una sonrisa, ya tenía lista la cera.

—No voy a salir con príncipes azules, Rise. Ni con nadie. Y no es por eso. Es que nunca lo hice. No me siento cómoda.



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Editado: 07.08.2025

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